Con las casas con tanta historia como tiene la casa Lercaro suele pasarme algo extraño. Sus muros guardan secretos y parecen hablar de ellos. Un postigo, un pozo tapiado, una cocina antigua…
He paseado por sus corredores y recorrido sus estancias con los ojos muy abiertos, expectante a lo que pudiera pasar, pero nunca he “sentido” nada especial, tan sólo el peso de una casa vieja y silenciosa convertida en museo. Sin embargo algo indefinible flota en el aire. En cada esquina se percibe “algo”. Tal vez sea sugestión pero sólo hay que pasar cerca del museo y asomarse al patio para estremecerse. Supongo que será porque conozco la leyenda, y por esa razón “sólo” puedo ver la casa de un modo…como el lugar en el que se ahogó Catalina, y en el que, según se cuenta, se llegó a traficar con esclavos.
He paseado por sus corredores y recorrido sus estancias con los ojos muy abiertos, expectante a lo que pudiera pasar, pero nunca he “sentido” nada especial, tan sólo el peso de una casa vieja y silenciosa convertida en museo. Sin embargo algo indefinible flota en el aire. En cada esquina se percibe “algo”. Tal vez sea sugestión pero sólo hay que pasar cerca del museo y asomarse al patio para estremecerse. Supongo que será porque conozco la leyenda, y por esa razón “sólo” puedo ver la casa de un modo…como el lugar en el que se ahogó Catalina, y en el que, según se cuenta, se llegó a traficar con esclavos.
Aquí la historia, publicada el domingo 9 de noviembre de 2003 en el periódico El Día, por B. Barbuzano.
Hablar de fantasmas en el presente siglo podría significar que se ha perdido la cordura o que se trata de un invento para captar la atención del lector. A pesar de ello, son muchas las personas que ven periódicamente el espectro de una joven nada más y nada menos que en el palacio lagunero de Lercaro, donde se ubica el Museo de Historia de Tenerife. La ciudad de La Laguna se ha caracterizado, desde sus orígenes, por sus historias y leyendas –algunas de ellas relacionadas con el campo de lo esotérico-, pero nunca por una aparición de fantasmas.
Lo más curioso de todo es que a los testigos, que son varios, representantes del Cabildo y del Museo les han prohibido terminantemente hablar de todo el misterio que envuelve la casa. Pero el miedo es tan grande y existen tales ansias de saber lo que pasa en su lugar de trabajo que varios empleados, ocultos en el anonimato, se resisten a mantener el silencio.
Lo más curioso de todo es que a los testigos, que son varios, representantes del Cabildo y del Museo les han prohibido terminantemente hablar de todo el misterio que envuelve la casa. Pero el miedo es tan grande y existen tales ansias de saber lo que pasa en su lugar de trabajo que varios empleados, ocultos en el anonimato, se resisten a mantener el silencio.
Los orígenes de esta historia están relacionados con la antigua casa de la familia Lercaro, que se localiza en la calle de San Agustín y que data de finales del siglo XVI. En este inmueble vivió Catalina, que algunos suponen que fue hija de Antonio Lercaro y a la que obligaron a contraer matrimonio con un hombre de avanzada edad, por lo que la joven decidió quitarse la vida arrojándose el mismo día de su boda a un pozo de la parte trasera de la vivienda, el cual se encuentra en la actualidad tapiado.
La leyenda apunta a que el cuerpo de Catalina está enterrado en una de las estancias de la casa, debido a que, al haberse suicidado, la Iglesia se opuso a que recibiera cristiana sepultura en un cementerio.
Traslado a La Orotava
Estos hechos motivaron que la familia Lercaro se trasladara a vivir a La Orotava, lo que se debió, según el comentario popular, al deseo de huir de la vergüenza de no llevarse a cabo la boda, a la pena por la muerte de la joven y a los comentarios que se levantarían en la ciudad. Es probable que hasta huyeran por el alma atormentada de Catalina, según ha destacado un estudioso de los fenómenos paranormales como Héctor Pérez Fajardo.
El primero de los informantes consultados dice que una de las chicas encargadas de la biblioteca del Museo vio sentada a una mujer, mirándola fijamente y desapareciendo al percatarse de su presencia. Un joven apoyó el testimonio con lo que presenció un día: "Jamás olvidaré aquella mañana, cuando vi pasar un bulto blanco muy luminoso con forma de mujer". Otro empleado añadió: "Vi una nube blanca que se puso a mi lado, pero al prestarle atención se esfumó".
Los testigos del Museo de Historia de Tenerife parece que se animan a seguir hablando, aunque sin quitar la vista de la escalera, por si baja la directora del centro. De pronto, otro joven añade: "Resulta muy aterrador cuando sabes que estás solo en la casa y oyes en el piso superior misteriosos pasos, algo que siempre sucede, igual que las apariciones, cuando alguien nuevo entra a trabajar en el museo. Parece como si deseara estar con el menor número de gente posible".
Sobre los paseos que tienen lugar en la parte superior de la casa, una joven ordenanza contó a Héctor Pérez que "los pasos invisibles se escuchan siempre desde la sección VI hasta el lugar donde se encuentra la vitrina que alberga una imagen de Cristo".
Más increíble resulta la siguiente historia que cuenta otro testigo: "Aquella mañana no había nadie en la sala de didáctica. De pronto se oyó un ruido y la puerta se cerró. Se podría pensar que fue el viento, pero lo más misterioso es que estaba cerrada por dentro con llave, sin haber nadie en el interior de la habitación. Tuvimos que entrar por una ventana, la cual forzamos, y abrir la cerradura. Aquí pasan cosas muy raras".
Uno de los testigos, el que parece que más sabe del fantasma de Catalina, dio a conocer –también contrastado por Héctor Pérez– que una joven trabajadora del museo dejó un vaso de cristal en una de las mesas del piso de arriba y, cuando fue a buscarlo, no sólo lo encontró en otro punto de la mesa, sino roto en mil pedazos.
Una apertura misteriosa
Otra historia curiosa es la que le ocurrió a un hombre que cargó sobre sus hombros unas vigas para subirlas al piso de arriba. Cuando llegó vio que la puerta donde tenía que entrar estaba cerrada con un tablón que la reforzaba. Decidió dejar la carga en el suelo, pero antes de hacerlo, misteriosamente, el trozo de madera que aseguraba el cierre saltó por los aires y las dos hojas de la puerta se abrieron de par en par.
A Héctor Pérez se le coló un extraño "no" muy grave y prolongado en su grabadora cuando hacía una entrevista. Para conocer más de esta psicofonía y de la casa, optó por llevar al lugar a una "sensitiva", quien sintió mucho dolor en el granero y se puso mucho peor en la antigua cocina, percibiendo que en dicha habitación a una joven la habían torturado quemándole los brazos.
Por si fuera poco, dos personas que trabajan en el museo juran haber visto a una muchacha que los observaba desde el granero y que luego desaparecía, estando ellos solos en la casa, ya que se encontraba cerrada al público.
El especialista en casos de casas encantadas y fenómenos "poltergeists" en quien nos hemos apoyado para dar a conocer esta historia añade un último dato de gran valor: "Este edificio no es el único encantado de Tenerife. Los testimonios son muchos y los hechos extraños se suceden por varios inmuebles históricos de la Isla. Un ejemplo claro es la casa adyacente al museo, que es sede del Consejo Consultivo de Canarias, donde 36 empleados de seguridad se han dado de baja en menos de dos años, acosados por el espectro de dos ancianos que los instan a irse del lugar. El secretismo es evidente y sobre este tema está prohibido hablar".
La Casa Lercaro
Esta joya de la arquitectura lagunera comenzó a construirse en 1593 por Francisco Lercaro de León, que procedía de una familia de comerciantes genoveses que se instalaron en Tenerife después de terminada la conquista.
La edificación sufrió ampliaciones en los siglos XVII y XVIII, obteniendo su máximo esplendor, aunque también se llevaron a cabo obras en el siglo XX.
A lo largo de su historia, además de vivienda, la Casa Lercaro ha tenido diversos usos. En los años 40 fue utilizada como albergue de un destacamento militar, denominado popularmente como "los antigases". Después se convirtió en sede de la facultad de Filosofía y Letras.
En los años setenta fue adquirida por el Cabildo, que llevó a cabo obras de restauración para ubicar en la misma el Museo de Historia de Tenerife.
De la casa cabe destacar el patio central con corredores en la parte alta de carpintería profusamente decorada. La escalera principal se hizo con la misma piedra del pórtico de entrada.
5 comentarios:
Mi querida Raquel: ¿Fenómenos paranormales o sugestión? De cualquier manera es una de esas historias que abundan en nuestro país y que creo que necesitamos para darle un poco de emoción a nuestras vidas. Yo desde luego no creo que entrara allí por si las moscas.
Las fotos son muy bonitas y has conseguido crear el ambiente de terror.
Mil besos y mil rosas.
Siempre que paso por las inmediaciones de la casa Lercaro siento un escalofrío, no soy sensitiva, será el fresco lagunero jeje. Pobre Catalina atrapada en una casa con el único divertimento de asustar a los incautos visitantes de su casa fantasma.
Besitos :)
Muy interesante el tema, ya clasico en los rincones de España sobre todo cuando son viejos caserones, viejos palacetes y mucha historia dentro de los muros...me ha interasdo y mucho, un abrazo.
Yo soy un poco escéptica con estos temas pero...nunca se sabe. Creo en los fantasmas pero en los de la mente.
Muchos besos, Malena.
Seguro que esos escalofrios son por el frio lagunero...:)) o a lo mejor no. Verdad que la casa impresiona, pero puede ser porque es sombría y vieja.
Besos, Ana.
Pues si, historias como estas abundan mucho en nuestro país.
Gracias, Prometeo.
Besos.
Caramba. La casa impresiona un poco, si, pero eso no es lo mas impactante. Me sorprende que hayan testigos de tal fantasma. Yo también he estado en la Casa Lercaro y sé que se siente que hay algo fuera de lugar. Como cuando te da la sensación de que el vaso está a cinco o seis centímetros del lugar donde lo dejaste. Es una sensación incómoda. Me gusta. Lo único que no sabía era que en esa casa había un fantasma ^^ Bueno, está interesante. Gracias por haberlo puesto y permitir que me enterara. Besos.
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