Cuenta la leyenda que desde antiguo hubo en El Hierro un árbol que manaba agua. Los bimbaches, antiguos pobladores de la isla, lo llamaban Garoé (‘río, laguna’) y era uno de sus bienes más preciados al no haber en la Isla más fuente que sus hojas, al punto de ser considerado una deidad. Cuando llegaron los conquistadores, los bimbaches decidieron mantener en secreto el escondite de su Árbol Sagrado con la esperanza de que los extranjeros abandonasen el lugar al no hallar en él ni ríos ni manantiales. Así que cubrieron las copas de Garoé y acordaron castigar con la muerte a quien revelara el secreto lugar.
Sin embargo, el secreto sólo se guardó durante un tiempo: una joven isleña llamada Agarfa se enamoró de un joven expedicionario andaluz y acabó mostrándole el lugar donde se hallaba el Garoé. Los conquistadores no tardaron en apoderarse del árbol, acabando así con la libertad de los bimbaches, quienes condenaron a muerte a la traidora.
Tincos, enamorado de Agarfa, se sintió doblemente traicionado, y llevado por aquel funesto sentimiento se ofreció voluntario para tan fatal empresa. Y partió en su busca. Sabía donde encontrarla, pues desde hacia días la seguía, oculto, obsesionado por semejante desprecio. Y la encontró, durmiendo en el campamento donde también dormía su amado castellano. Sin hacer el más mínimo ruido se la llevó con él. Los poderosos brazos de Tincos, henchidos de rabia y despecho, arrastraron a la bella aborigen por la oscuridad de la noche sin apenas esfuerzo. Cuenta la leyenda que el sentimiento que siempre profesó por ella era comparable a la indiferencia que esta le mostraba. Por esto su dolor era mayor, más por la entrega de su amor al castellano, que por la ingenua traición de la muchacha a su pueblo. Y al alba, ensombrecida su mirada, inundada por las lágrimas, dio muerte al ser que tanto había amado.
Existe una endecha (o romance de origen medieval) sobre Agarfa en lengua aborigen que fue compuesto por los descendientes de los bimbaches. Uno de los versos dice así:
-"Mimerahaná, ziná zinuhá, ahemen aten haran hua, zu Agarfú finere nuzá."
La respuesta más razonable al enigma del Garoé es que se tratase de uno o varios tilos, concretamente un espécimen de “Ocotea foetens” , una especie fanerógama de árboles de hasta 40 m de altura de la familia Lauraceae, cuyo follaje provocaba la condensación de la niebla y un goteo de agua, conocido actualmente como lluvia horizontal.
Ocotea foetens es una especie característica de los bosques de laurisilva, endémica de los archipiélagos macaronésicos.
En el año 1.604 un huracán azotó la isla de Hero, llamada ya entonces Hierro; sus fuertes vientos abatieron y arrancaron de cuajo a Garoé, que durante siglos se había mantenido impertérrito ante toda clase de adversidades climatológicas.
En 1957 se colocó un til en el emplazamiento original del Garoé, que ha ido creciendo con el paso del tiempo y actualmente se encuentra rodeado por musgo. Las nubes siguen chocando con las cumbres herreñas y en los días de niebla espesa se puede observar el fenómeno de la lluvia horizontal. Como ocurre con todas las leyendas, el Garoé ha quedado en la conciencia herreña como un árbol sagrado capaz de proveer de agua a la isla y como símbolo de salvación ante el peligro.
Lugar donde se encontraba el árbol sagrado.