Hace
50 años, el mar de Aral tenía una superficie de 66.000 km2 y 1000 kilómetros
cúbicos de agua; era el cuarto lago más grande del planeta. Hoy apenas queda el recuerdo de lo que un día fue
este gran lago.
Cuando
las autoridades soviéticas decidieron construir a principios de los años 60 unos
45 embalses y 80 presas (la mayoría tan deficientes que perdían más agua de la
que transportaban) no imaginaban que
provocarían la casi desertización del mar de Aral.
Las
presas que se construyeron para cultivar algodón desviando los cursos de agua
que alimentaban el lago, hacia los ríos
Amu Darya y Sir Darya, dejaron al lago alimentado únicamente por una octava
parte del caudal original, cifra que la elevada evaporación redujo aún más.
Como
resultado se alteró el clima y los desiertos se impusieron. El lago servía como
amortiguador del clima extremo de la zona, por lo que disminución hizo más duros
los inviernos y los veranos.
Las
tormentas de arena arrasan la zona con la enorme cantidad de polvo que produjo
la desecación; un polvo en el que flotan esporas tóxicas de ántrax procedentes
de la antigua base secreta de investigación biológica de Vozrozhdeniye
abandonada tras la caída del muro de Berlín. También disminuyó el nivel
freático que descendió de 53 a 36 metros. La pesca comercial, tras desaparecer
28 de las treinta especies de peces que habitaban aquellas aguas y quedar muchos
pueblos pesqueros a 60 km. de la orilla del lago, desapareció.
Tras
el 11 de septiembre EEUU se comprometió a limpiar el ántrax para evitar que
fuera utilizado por terroristas pero poco pudo hacer ya estaba mezclado y
extendido por el viento sin ningún control. Hoy la tasa de mortalidad es altísima,
la bronquitis ha aumentado un 3.000%, la artritis un 6.000%, y tiene la mayor
tasa de cáncer de esófago del mundo.
La
región del mar de Aral vivió muchos años de progreso, crecimiento económico y
demográfico mientras se dilapidaban sus recursos y envenenaban la salud de sus
habitantes, abocándolos a un período de tiempo mucho mayor de pobreza y
enfermedades. En esos primeros años cualquier voz que se hubiera alzado para
denunciar lo que se estaba haciendo y lo que podía ocurrir habría sido acallada
por la fuerza de los hechos. Una vez ocurrido el daño, ni los que idearon
aquellos planes, ni los que ahora gobiernan ni la cooperación internacional son
capaces de solucionar semejante catástrofe.
Las
autoridades locales de Shiyan, China, llevan varios años demoliendo las
montañas cercanas para expandir la ciudad y seguir creciendo hacia el norte.
Varios
investigadores del país advierten de los riesgos económicos y ambientales que
puede tener esta política de expansión megalómana a medio plazo. "Durante
la pasada década", apuntan, "en ciudades como Chongqing, Shiyan,
Yichang, Lanzhou y Yan’an se han creado decenas de kilómetros de tierra a base
de aplanar colinas de entre 100 y 150 metros de altura para rellenar los
valles". Según los expertos, estos proyectos están provocando ya la
contaminación del aire y el agua, la erosión del terreno y las inundaciones. Y
por si fuera poco, añaden, "destruirán los bosques y las tierras de
cultivo y pondrán en peligro la vida de animales y plantas".
El
proyecto más grande comenzó en 2012 en la ciudad de Yan’an, en la provincia de
Shaanxi, y tiene como objetivo doblar la extensión de la ciudad allanando una zona
de 78,5 km2. Las autoridades locales consideran que la obra les dará grandes
beneficios económicos y bajará la presión en otras zonas de cultivo. Pero el
cielo se oscurece los días de viento porque los equipos de demolición no
empapan el terreno que tiran abajo. Las máquinas arrasan los bosques y colinas
que encuentran a su paso, lo que tendrá consecuencias en el clima de la zona,
pues muchas de estas irregularidades orográficas, y los bosques, sirven para
retener la humedad y regular las lluvias.
Las
consecuencias se están notando también en otras regiones. En la ciudad de Shiyan
el aplanamiento de montañas ya ha causado corrimientos de tierras e
inundaciones, además de alterar el curso de los ríos. Al eliminar la
vegetación, se produce una erosión mayor del terreno y las aguas locales
terminan llenas de sedimentos o contaminadas. Solo en el proyecto de movimiento
de Lanzhou, donde se han tenido que parar las obras, se calcula que la erosión
crecerá un 10% y la concentración de polvo en el aire aumentará un 49%.
Muchos
de estos proyectos ignoran las leyes ambientales porque los gobiernos locales
tienden a priorizar la consecución de dinero sobre la protección de la
naturaleza.
Los
Saltos de Guairá (en portugués Salto de Sete Quedas, en español Salto de las
siete cascadas) o Salto Guaíra era la mayor cascada de agua del río Paraná
hasta su desaparición en 1982 con la construcción de la represa hidroeléctrica
de Itaipú.
Con
un volumen estimado de 49.000.000 de litros por segundo, estas cataratas eran
las mayores del mundo. Las cataratas se formaban en un punto donde el río
Paraná era forzado por un angosto cañón, aguas abajo de la baja sierra de
Iguatemy que es un ramal oriental de la Sierra de Maracayú; el río se angostaba
de un ancho de unos 381 m a apenas 61 m. El salto más grande tenía una altura
de 40 metros. Este conjunto constaba de un total de 18 cataratas. Además, había
cientos de saltos menores.
Cuando
“tenía vida”, era un espectáculo que emitía un ruido ensordecedor. Una de las
atracciones, cuando aún existía, eran los puentes colgantes que daban una vista
privilegiada de los Saltos.
Sin
embargo, su potencia y su ubicación geográfica la hicieron presa de las manos
humanas. Fueron Brasil y Paraguay quienes, como socios del proyecto de la
represa, decidieron deshacerse del espectáculo natural que cada año atraía a
cientos de turistas.
La
presa genera el 95 por ciento de la energía eléctrica de Paraguay y el 24 por
ciento de Brasil. Además de ser una obra considerada dentro de las Maravillas
del Mundo Moderno. La presa también recibe visitas, más de 15 millones de
turistas la han visitado, quienes en realidad tienen como primer objetivo las Cataratas
de Iguazú.
La
presa de las Tres Gargantas está situada en el curso del río Yangtsé en China.
Es la planta hidroeléctrica más grande del mundo.
La
construcción de la presa comenzó el 15 de diciembre de 1994, y se estimó que se
prolongaría a lo largo de 17 años. El 9 de noviembre de 2001 se logró abrir el
curso del río y en 2003 comenzó a operar el primer grupo de generadores. A
partir de 2004 se instalaron un total de 4 grupos de generadores por año hasta
completar la obra.
El
6 de junio de 2006 fue demolido el último muro de contención de la presa, con
explosivos suficientes para derribar 400 edificios de 10 plantas. Tardó 12
segundos en caer. Se terminó el 30 de octubre de 2010. Casi 2 millones de
personas fueron realojadas principalmente en nuevos barrios construidos en la
ciudad de Chongqing. La inundación de las tierras provocó, también, grandes
pérdidas de reliquias ubicadas en las cercanías del río. Elementos de la era
Paleolítica. Las consecuencias medioambientales en el lugar han sido
devastadoras. Un ejemplo es la reciente extinción del baiji o delfín chino, una
especie endémica del río Yangtzé, que llevaba en peligro crítico de extinción
desde hacía décadas.
En
2011 los datos obtenidos por vía satélite reflejaron los excesos de la tala
masiva. Durante el mes de julio de ese año fueron arrasados 225 km², alcanzando
una cifra de 2654,44 km². Brasil, Brasil, el quinto país más grande del mundo
con 8.514.877 km², cubre con selvas y bosques más de la mitad de su extensión,
principalmente situados en la cuenca amazónica. De entre estas vastas
extensiones vegetales sólo algo menos de dos millones de kilómetros cuadrados
se encuentran protegidas por Ley, permaneciendo el resto en propiedad privada
(con un 4,5% de propietarios terratenientes que poseen el 81% de las tierras) o
en situación irregular.
La
tala masiva alcanzó sus mayores cotas en Brasil durante 2004, año en que fueron
devastados 27.000 km² (una extensión muy próxima a la de toda Galicia o el
equivalente a más de cinco millones de campos de fútbol)
Aunque
Brasil manifiesta sus intenciones de liderar una causa verde mundial, desde su
posición de potencia emergente y rica en recursos naturales, la industria
agrícola sigue imponiendo la lógica del latifundio y el uso de pesticidas
frente a un modelo menos agresivo, más basado en la agricultura familiar, que
defienden los ecologistas y que precisaría en Brasil de una verdadera reforma
agraria.
Los
mayores índices de deforestación ocurrieron en los Estados de Mato Grosso (52%)
y Roraima (49%). Pero el estado de Pará encabeza la lista si se considera el
número de kilómetros deforestados (2.379km).
En
Mato Grosso, el perfil de la deforestación es de áreas de 100 a 300 hectáreas,
tomadas para la expansión del área agrícola y el cultivo de soja. En el estado
de Pará, el perfil es de áreas de más de mil hectáreas, deforestadas para
generar especulación de terrenos.