Todos sabemos que
Hollywood tiene un lado oscuro y sórdido. Quizás porque es una industria mastodóntica
y competitiva, que no respeta talentos, ni siente apegos por nadie. Quien se
queda en el camino es olvidado y reemplazado. No importa si en el pasado esos
actores o actrices les hicieron ganar mucho dinero, o si a cambio entregaron su infancia e
inocencia; si tropiezan, otro toma el relevo.
Hoy leía en una
web un artículo sobre el actor Heath
Ledger que me ha hecho reflexionar sobre lo que llamamos los juguetes rotos. Cuando Heath murió encontraron en su sangre un cóctel mortal de medicamentos, muchos de ellos para tratar la depresión y la
ansiedad, otros para tratar el dolor crónico. Tenía 28 años. Demasiado joven
para estar tan hecho polvo mental y físicamente.
Pero hay otros
que han caído en ese infierno de adiciones a una edad incluso más temprana.
Drew Barrymore se hizo adicta a las drogas a los 9 y con 13 tuvo que ingresar
en una clínica de rehabilitación. Su propia madre la llevaba a bailar y hacer contactos a Studio 54 donde muchos adultos le
ofrecían alcohol y estupefacientes. Drew consiguió salir de esa trampa y a los
14 años se separó legalmente de sus padres. Otra que también lo hizo, harta de
la explotación y la ambición desmedida de su madre, fue Brooke Shields, que a los 11 meses ya era modelo y a los 12 años protagonizaba
“La pequeña”, una película en la que encarnaba a una prostituta y en la que
abundaban escenas de desnudos.
En los 80 Corey
Haim y Corey Feldman se convirtieron en estrellas mediáticas. Los dos empezaron
muy jóvenes y el ritmo de trabajo, las adicciones y las malas compañías les pasaron factura en
forma de traumas. Cuando Corey Haim murió en 2010 debido a una neumonía su
compañero y amigo Corey Feldman dijo que lo que realmente había matado a Haim
había sido la pedofilia. Los dos habían sido víctimas de abusos por parte de
personalidades muy importantes del ambiente de Hollywood, productores y algún
que otro actor, que les habían hecho creer que de esa forma promocionarían más
rápido en sus carreras. Lo cierto es que
su fama se hundió en los 90 y rápidamente se convirtieron en juguetes rotos que
arrastrarían toda la vida adicciones y
problemas psicológicos.
Las acusaciones
de pederastia no son nuevas en Hollywood. Hace poco Elijah Wood denunció que
hay muchos pedófilos protegidos por altos cargos pero poco después “tuvo” que desdecirse.
Si echamos la vista atrás encontramos los casos de Fatty Arburckle, Roman
Polanski, Woody Allen o Bryan Singer; actores y directores acusados de realizar
presuntamente estas prácticas.
Cuanto más joven
se empiece en Hollywood más probabilidad de perder la cabeza o caer en manos de
gente sin escrúpulos. La fama no le trajo nada bueno a Macaulay Culkin, que
pasó de ser un niño prodigio a un joven perdido y adicto a todo tipo de drogas;
ni a Haley Joel Osment el niño de El
sexto sentido, cuya fama fue flor de un día; ni a Lindsay Lohan, actualmente
más famosa por sus escándalos que por sus películas; ni a Edward Furlong. Tampoco a Brad Renfro y
River Phoenix que murieron por sobredosis; ni a Jake Lloyd que fue elegido a
los 8 años para interpretar a Anakin Skywalker de la saga Star Wars, algo que
le provocó una huella imborrable por las burlas a las que le sometían sus
compañeros de colegio cuando regresó a su vida normal, tanto así, que hoy en
día ha tenido que ser internado en un centro para tratar la esquizofrenia que
padece. Ni a Linda Blair, la niña de “El exorcista” que también cayó en el
mundo de las adiciones lo que le provocó problemas psicológicos. Afortunadamente
consiguió encauzar su vida y dedicarse a los caballos, su pasión de toda la
vida.
Se dice que
Hollywood es cruel e implacable y lo lleva demostrando desde 1911 cuando se
fundó el primer estudio en Los Ángeles. Detrás de los focos y la fama, del
dinero y los privilegios, hay miles y miles de sueños rotos.