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28 de diciembre de 2009

Las navidades gamberras de Roberto Mangosi


Es posible que te hayas topado con alguno de los trabajos de este ilustrador italiano navegando en Internet, pero si no has tenido esa suerte te presento una pequeña parte de su trabajo dedicado, como no, a la Navidad.


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Cuenta el evangelio según San Mateo que unos Magos de Oriente preguntaban en Jerusalén dónde había nacido el futuro rey de Israel para poder adorarlo. El rey Herodes, temeroso de que alguien pudiera reemplazarlo en el puesto de gobernante del país, les pidió a los Reyes Magos que cuando encontraran al Mesías volvieran para decirle dónde se encontraba.

Los magos recibieron un aviso de Dios de que no volvieran a Jerusalén. Herodes, enfurecido, ordenó a sus soldados que mataran a todos los niños menores de dos años de la ciudad de Belén y alrededores.

Y es en memoria de estas muertes sin sentido, que los cristianos celebran el día de los Santos Inocentes el 28 de diciembre. Este mismo día es tomado en España, Latinoamérica y en diferentes países mediterráneos como la jornada tradicional para efectuar bromas a seres que como aquellos niños inocentes, sin saber ni entender, tuvieron que aceptar su destino.

En los países anglosajones se celebra el 1 de abril con el nombre de Fool's Day. Antiguamente, los pasteleros hacían tortas saladas y se clavaban monedas en el suelo.

En la actualidad, lo más usual es recortar un monigote de papel y pegarlo en la espalda de un transeúnte, que lo lleva sin enterarse. Algunos también tiran petardos o hacen bromas de mal gusto y en la TV o los periódicos aparecen noticias falsas.

26 de diciembre de 2009



San Nicolás de Bari fue un santo del siglo IV que se caracterizó por su predilección por los niños y pobres, y realizó innumerables milagros a favor de sus fieles en vida y después de muerto.
Se le conoce por una infinidad de nombres: Santa Claus, Papá Noel, San Nicolás, Baboo Natale, Knecht Ruprecht, Père Noël, Father Cristmas, Kolya, Niklas, Pezel-Nichol, Semiklaus, Svaty Mikulas, Sinterklass, o Señor Invierno en centro.Europa...Una multitud de nombres para un mismo personaje que reparte regalos a los más pequeños la madrugada del día de Navidad.

Se sabe que nació en Licia (Asia Menor) a finales del siglo III y era una de las figuras más veneradas de la Edad Media tanto en Oriente como en Occidente aunque fue en Italia, especialmente en Bari donde se conservan sus reliquias desde el año 1087 que fueron recuperadas por marinos italianos quitadas a los musulmanes.
Proveniente de una familia adinerada, cuando fallecieron sus padres decidió encauzar su vida en la religión y centrarse en los más pequeños entre los que repartió su fortuna personal. Habría que remontarse a la época del Imperio Romano cuando en las fiestas religiosas de época comenzó la tradición del reparto de regalos entre los más pequeños.

Vestido de rojo, gorro y botas altas

La figura de San Nicolás arraigó en Holanda en el siglo XIII y era representado con barba blanca, vestiduras eclesiásticas, un saco de regalos para los niños y montado en un burro. En 1624 "los emigrantes holandeses fundaron Nueva Holanda en el continente americano -Nueva York al pasar a dominio inglés-", trajeron un personaje con el nombre de Sinterklaas, nombre que más adelante derivaría en Santa Claus por la pronunciación anglosajona y siendo un personaje muy popular en el continente americano.

Tiempo más tarde fue Santa Claus el que saltó a Europa haciéndose muy popular en el continente. La imagen de bonachón que se presenta actualmente ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Se sabe que en un poema escrito por Clement C. Moore en 1823, cambió el trineo con un caballo blanco por otro tirado por renos, llevado por un hombre alegre, regordete y de baja estatura que hacía su aparición en la vigilia de Navidad.


Ilustración Thomas Nast

Más adelante un dibujante llamado Thomas Nast dibujó la imagen del personaje vestido de rojo, gorro y botas altas creándole el entorno del polo norte. Pero no fue hasta 1931 cuando la marca Coca Cola le dio su actual aspecto.

Santa Claus = Coca Cola

En el siglo XX, la empresa Coca-Cola encargó al pintor Habdon Sundblom que remodelara la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo más humano y creíble. Esta versión data de 1931.
En este punto, sin embargo hay que aclarar que es solo una leyenda urbana la creencia de que el color rojo y blanco de Santa Claus tenga su origen en los anuncios que la marca Coca-Cola empezó a hacer a partir de 1931, aunque sí es cierto que contribuyeron a la popularización de estos colores y del mito mismo.

Hay muchas ilustraciones y descripciones casi fidedignas anteriores al anuncio como la de Thomas Nast (1869) o St. Nicholas Magazine (1926), entre otras; eso sin considerar además las antiguas representaciones religiosas del obispo San Nicolás de Mira ó San Nicolás de Bari, en las que es común el color rojo y blanco de la vestimenta religiosa, si bien es cierto que desde mediados de 1800 hasta principios de 1900 no hubo una asignación concreta al color de Santa Claus, siendo el verde uno de los más usados.
Por lo tanto, se considera que la campaña masiva de Coca-Cola fue una de las principales razones por las cuales Santa Claus terminó vestído de color rojo y blanco, pero estos publicistas no fueron los primeros en representarlo con estos colores.







22 de diciembre de 2009

Alma


A pocos días de celebrar la navidad me he topado con este curioso y siniestro corto de animación escrito y dirigido por el catalán Rodrigo Blaas que le va ni que pintado a estas ¿entrañables? fiestas. A mi no me ha dejado indiferente, y es que cuando era niña –y también ahora– le tenía cierto reparo a las muñecas…


19 de diciembre de 2009


No es extraño ver en plena época navideña ramas de muérdago adornando puertas y ventanas, o colgando en el techo. Aunque en España no existe tanta tradición, en otros lugares de Europa y América, esta planta es considerada como 'símbolo' de la buena suerte, sobre todo en unas fechas festivas tan especiales.
Una de las características más peculiares del muérdago es su capacidad para enraizar sobre el tejido vivo de otras plantas y no sobre la tierra. Sus bayas, primero verdes y blancas, al madurar contienen una sustancia gelatinosa con la que se pegan a los troncos, para luego germinar y echar raíces.
Crece preferentemente en las ramas de encinas, pinos, manzanos y robles, en lo que a simple vista parece una madeja de tallos en forma de pelota, y se alimenta de la savia de éstos, de ahí su carácter parasitario.

Tradición histórica

Desde tiempos ancestrales, el muérdago ha sido considerado una planta sagrada, asociada a la fertilidad (debido a su permanente color verde), y que, además, trae muy buena suerte.
La tradición navideña dice que aquella mujer que recibe un beso bajo el muérdago en Nochebuena encontrará el amor que busca o conservará el que ya tiene. Si se trata de una pareja, será obsequiada con el don de la fertilidad.
Los antiguos druidas la utilizaban para preparar diversas pociones mágicas. Estos magos celebraban en las fiestas del solsticio de invierno una especial ceremonia para recoger el muérdago. La utilizaban para protegerse de los rayos, de la maldad, de las enfermedades, para ayudar a las mujeres a la concepción y hasta para hacerse invisibles. Además, su nombre es de origen celta y significa "curalotodo".
La mitología afirma que esta planta nace cuando cae un rayo sobre el árbol, convirtiéndose así en símbolo de unión entre la tierra y el cielo.
Actualmente es conocida, como la "la planta de la suerte".

Las leyendas sobre el muérdago son innumerables; una francesa nos relata que en su origen esta planta era un árbol pero habiendo sido utilizada para construir la cruz donde Jesucristo sufrió su martirio y muerte, Dios la condenó a no obtener jamás un lugar en la tierra y a tener que depositar sus raíces sobre otros árboles.
La leyenda del beso debajo del muérdago nos llega de mano del dios de la paz, Balder, este fue herido y muerto por una flecha de muérdago, esto entristeció mucho al resto de los dioses, que conmovidos por los llantos de la amada de Balder, le restituyeron la vida para que continuase eternamente con su amor. Por ello, en tributo a esta pasión sin fin, Balder ordenó que cada vez que una pareja enamorada pasase por debajo de una rama de muérdago, se besasen para perpetuar su amor.

El rito de cortar el muérdago

Por supuesto, esta especie se puede comprar ya cortada, en mercadillos navideños. A menudo forma parte de pequeños ramos con otras plantas verdes, y casi siempre con bayas. En la antigüedad, el rito de cortar el muérdago era respetuoso y complejo.
El más valioso, el mejor, era el que crecía en los robles. La tradición decía que había que pedir permiso a la planta antes de cortarla y que, quien no lo hiciera con la debida reverencia, sufriría todo tipo de males. Además, era obligado hacerlo cuando la luna tenía seis días, de un solo corte y evitando que cayera al suelo.

Propiedades medicinales

El muérdago tiene beneficiosas cualidades antiespasmódicas y tranquilizantes, por eso se ha considerado muy útil contra la epilepsia, los vértigos y las convulsiones. También alivia el lumbago o la ciática.
Como muchas plantas, puede ser tóxico en grandes cantidades. Su uso debe ser externo, normalmente se aplica con compresas. Debido a sus propiedades homeostáticas, detiene las hemorragias si se pone sobre la zona afectada.


16 de diciembre de 2009

Bellamy Wright

Nadie hubiera podido imaginar que aquella chica desgarbada sin encantos aparentes era la reina del Red House, uno de los clubs de jazz más influyentes al oeste de Nueva Orleans.

Se llamaba Bellamy Wright pero nadie la llamaba así. No tenía familia. No conoció a su padre y su madre murió cuando ella tenía siete años. Durante un tiempo recorrió distintos orfanatos hasta que Ethel, su abuela materna, la encontró. Ethel la acogió en la pequeña casa familiar de un dormitorio, ilusionada de tenerla al fin consigo. A pesar de la pobreza en la que vivían, Bellamy fue muy feliz. Una felicidad que se esfumó cuando su tío Ed se mudó con ellas.

Su tío, alcohólico y drogadicto, le propinaba palizas diarias sin que su abuela, que estaba casi ciega y tenía dificultades para moverse, pudiera hacer nada para defenderla. Bellamy, amedrentada por el carácter inestable e iracundo de su tío, soportó los malos tratos sin rechistar; hasta que la situación se volvió insoportable. Un día, de madrugada, con un esguince en un pie y dos costillas rotas, Bellamy huyó.

No fue muy lejos. Durante meses deambuló por las sucias calles del suburbio de Laplace sobreviviendo gracias a la caridad o a lo que conseguía robar. Por fortuna Big Wilson se cruzó en su camino.
Los años en orfanatos y las palizas constantes habían hecho de Bellamy Wright una criatura retraída y asustadiza. Su constitución, delgada y de baja estatura, a pesar de sus doce años cumplidos, su timidez enfermiza, impresionaron vivamente a Big. Como un animal maltratado Bellamy huía de todo contacto. Sus ojos negros e inmensos irradiaban desconfianza pero también inteligencia. Había un halo en tornó a ella que atraía las miradas a pesar de su fealdad.

A Bellamy no le gustaba Big. Su cara agujereada le causaba un profundo rechazo, al igual que su complexión titánica. A Big tampoco le gustaba Bellamy. La consideraba inferior, le asustaba su silencio, sus ojos enormes e insoldables. No comprendía a aquel ser apocado pero se sentía identificado con ella. Él también había salido de la calle, y como ella estaba solo en el mundo.

Bellamy comprendió que podía considerarse afortunada, pues nadie haría nada parecido por ella. Lo que le ofrecía Big no era el paraíso, iba a tener que trabajar como una esclava en las cocinas del Red House, pero no le asustaba el trabajo, y se alegraba enormemente de que aquel gigante no la encontrara atractiva. Sabía que podía estar segura a su lado.

Y así fue como Big Wilson le procuró un cobijo, comida y sus primeros zapatos.

Como Bellamy nunca había tenido zapatos no conseguía hacerse a ellos; le apretaban, le incomodaban y siempre que podía se descalzaba porque así se sentía más libre. Así que todo el mundo empezó a llamarla “Sin zapatos” porque era más fácil de recordar que su nombre original. En las cocinas del Red House conoció a Annie Mae, la cocinera, que rápidamente se convirtió en una madre de adopción y fue la primera que se dio cuenta de su don.

Bellamy tenía una prodigiosa voz. Cuando ella cantaba no existía nada más. Nada importaba, porque aquella voz lo llenaba todo. Cuando Bellamy cantaba era el ser más hermoso de la tierra. Un día Big la escuchó y vio la oportunidad de negocio que se le presentaba.

La chiquilla no era gran cosa, nadie que la hubiera visto hubiera dado un centavo por ella, pero aquella poderosa voz compensaba con creces su aspecto insignificante.
Sobre el escenario, a contra luz, Bellamy se transformaba. Si bajo las tablas era una muchacha timorata, inexperta, y poco agraciada, sobre el escenario nadie podía igualar su elegancia, su sensibilidad, su pasión.

Y así fue como a los quince años Bellamy encontró su vocación.

Cada noche en el Red House ella cantaba y soñaba con convertirse en una artista de renombre. De noche Bellamy era la reina, de día seguía siendo la misma limpia cenizas, sin amor, sin familia y sin educación. Sólo en el escenario se sentía querida e importante, y aunque en un principio eso le bastaba, con el paso del tiempo no fue suficiente. Sentía que se derramaba, que le faltaba algo; algo que ni siquiera su música conseguía llenar del todo.

Un día alguien dispuesto a ayudarle a salir del ghetto la oyó. Nadie le había regalado los oídos nunca, y aquellos elogios le hicieron perder la cabeza.

Aquel hombre le ofrecía todo, y Big Wilson presenció con impotencia como la alejaba de él.

Él estaba habituado a vivir sin afecto, y pensaba que ella también podría acostumbrarse. Aunque había llegado a apreciarla nunca se lo dijo. Big sentía que bastaba con sus atenciones; tenía comida y un techo. La había sacado de la pobreza aunque nunca le diera grandes cosas. Pero no era suficiente, se había olvidado de lo más importante, de los abrazos, del amor, de la comprensión, de la amistad.

Y aquella era la última noche para los dos. Bellamy iba a cantar en el Red House por última vez y nadie quería perdérselo.

La oscura y calurosa sala estaba repleta. El humo de los cigarros ascendía al techo. El murmullo ensordecedor de cientos de personas flameaba en el ambiente como una ola. Una ola que cesó cuando ella salió al escenario. A contra luz, siempre a contra luz. Una trompeta rompió el silencio al que se le unieron un piano y un saxofón. Entonces su voz surgió, poderosa, espesa, elevando la temperatura ambiente. Nadie hubiera dado un centavo por aquella chica fea y apocada, pero cuando Bellamy cantaba nadie podía dejar de mirarla, de maravillarse con su increíble voz.

Desde un rincón en penumbras Big la escuchó con lágrimas en los ojos. No tenía derecho, se dijo, a privarla de la vida de comodidad que iba a encontrar en Nueva York. No podía hacerlo aunque se rompiera en mil pedazos. Ella tenía derecho a ser amada por una vez, a sentir el amor que él le había negado y que tanto había rechazado temeroso de sus propios sentimientos. Había perdido la oportunidad.

De un trago apuró su vaso de whisky. Aquella noche necesitaba olvidar.

13 de diciembre de 2009


Una tradición unida a la llegada de la navidad es la decoración del Árbol de Navidad. Lo ponemos cada año, lo adornamos con luces, cintas, bolas, muñecos… pero seguro que pocos saben por qué lo hacemos realmente, qué simbología y qué significado tiene el árbol. No es un elemento que se utilice aleatoriamente sino que tiene su razón de ser dentro de la tradición cristiana.

Cuando los primeros cristianos llegaron al norte de Europa observaron que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del sol y de la fertilidad adornando un árbol perenne en la fecha próxima a la Navidad cristiana. Según la creencia de aquellos pueblos el árbol simbolizaba al árbol del Universo, llamado Yggdrasil. En su copa se hallaba Asgard (la morada de los dioses), el Valhalla (palacio de Odín) y en las raíces más profunda estaba Helheim (el rey de los muertos).

Cuando, años después, se produjo la evangelización de esos pueblos los cristianos tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, uniéndolo así íntimamente a nuestra Navidad pero con un significado diferentes. Fue San Bonifacio, evangelizador de Alemania, quién cortó un árbol que representaba al Yggdrasil y lo sustituyó por un pino. Al ser también de origen perenne simbolizaba la naturaleza eterna de Dios y el amor hacia él. Como adornos eligió manzanas y velas. Las manzanas simbolizando el pecado original y la tentacion, y las velas representando a Jesucristo como luz del mundo. Como es evidente, con el paso del tiempo las manzanas y las velas se sustituyeron por otro tipo de decoración, pero la luz se mantiene a través de las pequeñas bombillas de colores, y la forma redondeada de los adornos nos hace recordar la manzana original. Aún así el color de cada esfera también tiene un significado:

- azul: oraciones de reconciliación

- plata: las de agradecimiento

- oro: alabanza

- rojo: las de petición

La estrella en la punta del pino representa la fe que debe guiar la vida del cristiano. Y recordando a la estrella de Belén.
Más tarde se agregó la tradición de poner regalos bajo el árbol para que los niños lo encontrasen. El árbol de Navidad recuerda al árbol de Paraíso cuyos frutos comieron Adán y Eva y de donde vino el pecado original. Por ello recuerda que Jesucristo llegó para ser el Mesías y salvar a todos los humanos del pecado original, para la reconciliación.
La naturaleza perenne del árbol (suele ser una conífera) representa también la Vida o la vida eterna. Su forma triangular representa a la Santísima Trinidad.

12 de diciembre de 2009

Daniel Merriweather



El primer álbum discográfico de este australiano de 27 años aficionado al R&B, titulado Love and War, fue lanzado oficialmente en junio de 2009, alcanzando el segundo puesto entre los discos mas vendidos en Gran Bretaña. El álbum fue precedido por el exitoso sencillo "Change" y "Red", ambos alcanzando los primeros puestos de los más sonados.
Entre sus mayores influencias musicales se encuentran artistas como Stevie Wonder, Prince, Jeff Buckley y Herbie Hancock.





10 de diciembre de 2009

Cuenta la leyenda que a comienzos del siglo XIX vivía en Londres un grabador llamado Boerner que, aunque era un reconocido hombre de ingenio, disfrutaba de su soledad lejos de todo el mundo, sobre todo en las fiestas navideñas.
Esta actitud no siempre era comprendida por sus familiares y amigos, que insistían en invitarle en Navidad y Año Nuevo. Incapaz de librarse de tan solicitas peticiones, Boerner tuvo entonces una idea de la que jamás imaginaría sus consecuencias. Y así fue como el primero de enero de 1812, sus parientes y amigos recibieron una sorprendente carta. Dentro había una tarjeta en la que estaba dibujado el propio Boerner en actitud de salir de su casa pero con la capa atrapada en la puerta, que se había cerrado a su espalda. Debajo del grabado había escrito lo siguiente:

Esta es la razón por la que no puedo visitarte este Año Nuevo.

La misiva hizo tanta gracia que el ingenioso Boerner fue disculpado.


No obstante, la reconocida como primera tarjeta navideña no se conoció hasta años más tarde. La propuso el londinense sir Henry Cole en el año 1848. Este caballero, propulsor del arte y la cultura, encargó al pintor John Callcot Harley –autor del “Espiritu de la religión”, que se encuentra en la cámara de los Lores– que grabara en una tarjeta motivos navideños. El artista dibujó tres escenas rodeadas con un marco de hiedra. La del centro presentaba a una numerosa familia de clase media reunida junto a una mesa sobre la que había abundantes alimentos.


Alegando que incitaba a la gula, algunos sectores influyentes criticaron la tarjeta. Una crónica de la época llegó a decir lo siguiente:

“No hay más que contemplar los rostros llenos de satisfacción de aquella familia y los ojos brillantes en los que se refleja la embriaguez de la bebida”

Inmediatamente se encargaron nuevas tarjetas, reemplazando las imágenes de Harsley por otras que mostraban a la Virgen y a Jesús, la mayoría de artistas famosos como Rafael, Fray Angélico o Botticelli.
En 1893 la costumbre recibió la confirmación real cuando la Reina Victoria encargó 1.000 tarjetas a una imprenta británica.
La costumbre de enviarlas en fechas señaladas se ha extendido hasta nuestros días.


Una pequeña muestra de postales navideñas de otros tiempos:






Si quieres ver más Pincha aquí


4 de diciembre de 2009


Entre el 4 y el 9 de diciembre de 1952 una densa niebla cubrió los cielos de Londres y una masa de materias tóxicas permaneció sobre el ancho valle del Támesis durante cinco días. Esto ocasionó una catástrofe de magnitud sin precedentes. Los hospitales no daban abasto para recibir y tratar a los intoxicados. Los casos más comunes eran la dificultad para respirar y la cianosis, caracterizada por la coloración azul de la piel, que se produce por escasez de oxígeno en la sangre. El aire envenenado causó 4000 muertes en Londres y sus alrededores y la mayoría de las víctimas fueron niños y ancianos.
Dos cables fechados en Londres el día 8 daban cuenta de la situación en los siguientes términos:

"La peor niebla en la historia de Londres paralizó los servicios vitales de la ciudad y la vida normal de la capital hoy, dando perfecta protección a los ladrones y otros maleantes.
Hombres portando antorchas y reflectores dirigen los camiones y ambulancia a través de las calles.
Once de los más valiosos ejemplares vacunos de Gran Bretaña perecieron sin que pudiera hacerse nada por salvarlos de la asfixia causada por la niebla que cubre toda la capital. Otros 40 ejemplares de la exposición ganadera de Smithfield se encuentran tan afectados que existen pocas esperanzas de que puedan salvarse.
Los veterinarios han tratado de aliviarlos cubriéndoles los belfos con paños empañados con agua y whisky o con cocimientos de eucaliptos para facilitarles la respiración. También se les ha aplicado penicilina".


Curiosamente la noticia no hablaba de las víctimas humanas provocadas por la catástrofe, pero lo cierto es que en un comienzo no se sabía con certeza que era lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, a raíz de este primer episodio acontecido en Londres, el Parlamento Británico aprobó la Clean Air Act en 1956 que se convirtió en la primera ley europea que combatió este fenómeno.
Pero el mismo año de aprobación de la ley, la capital inglesa fue nuevamente azotada por una espesa niebla mortal y en cuatro días perecieron 1.000 personas. Un incidente similar se produjo en diciembre de 1962, muriendo más de 700 personas. Por entonces y de acuerdo a lo legislado en 1956 ya estaba en marcha un programa especial de defensa contra tales contingencias, por el cual se advertía a los enfermos de los pulmones y el corazón que se quedasen en casa.
Pero quizá el primer caso de niebla asesina del que se tiene constancia se produjo en 1880, causando la muerte a 2.200 londinenses. La causa fue la combinación del humo del carbón de las calefacciones y de la industria, para formar una nube toxica de dióxido de azufre y partículas de combustión llevadas por el aire. También hay documentada una niebla asesina en 1948 en la pequeña localidad de Denora (Pennsylvania, Estados Unidos), que acabo con la vida de 50 personas.

1 de diciembre de 2009

La luz en el ocaso



Nada existe más largo que los días ingratos
cuando caen los copos de los años nevosos;
el hastío, que es fruto de la triste desgana,
toma las proporciones de una cosa inmortal.


Charles Baudelaire.

Aquella mañana primaveral de finales de mayo Darío Castro se levantó de un humor extraño. No desayunó, y se encerró en su despacho del que no salió hasta bien entrada la tarde.
Había oscurecido cuando —totalmente convencido de la decisión que había tomado— realizó la llamada de teléfono más importante de su vida.
Su secretario Eduardo no tardó en llegar, a pesar de la hora intempestiva. Darío lo recibió en la biblioteca, donde había esparcido ante sí cartas, libros y viejas fotografías.
—Es el momento —le anunció.
—¿No hay marcha atrás?
—No.
El secretario, con la mirada ensombrecida, se acercó hasta él.
—Les he citado para mañana a las diez, como me pidió —dijo en voz baja, luchando contra la tristeza que empezaba a enredarse en su garganta.
El viejo no dijo nada y siguió revisando el montón de cartas amarillentas que tenía sobre la mesa con su habitual semblante serio.
A las diez de la mañana llegaron puntuales dos de los tres invitados que estaban citados. Eduardo los hizo pasar al despacho.
Mucho más tarde apareció el tercero.
—Ha llegado —anunció el secretario, interrumpiéndolos— Está en el jardín. No quiere entrar.
—Tan testarudo como siempre —se lamentó Darío—. Bueno… si Mahoma no va a la montaña, la montaña ha de ir a Mahoma. —exclamó poniéndose en pie.
—Pero… usted no... Le explicaré la situación
—¡Nada de eso! —Le cortó el viejo dando un vigoroso golpe en la mesa—. Aún puedo valerme por mi mismo, me vendrá bien caminar un poco.
Con dificultad se dirigió hasta la puerta corredera y salió al luminoso jardín. Hacía demasiado calor aquel día, y el esfuerzo lo dejó agotado.
Él tercer y joven invitado miraba absorto los rosales blancos. Darío lo observó en silencio.
Carraspeó para hacerse notar.
— Te presentaste al fin…
Desviando la vista de las rosas, el joven se volvió para mirarle con frialdad.
—No tuve alternativa —dijo impasible—, me dijeron que era grave, que te morías. Pero veo que exageraron la cosa.
—Y así es, me muero.
La cara del joven se contrajo en una mueca de incredulidad.
—Algún día. Hoy no lo creo. Te veo muy bien.
—Me muero. No me lleves la contraria.
—Como siempre no se te puede decir nada —dijo molesto—. Te mueres. ¿Y qué tiene que ver eso conmigo?
—Es lo que quiero averiguar —contestó el viejo pensativo, y desvió la vista hacía las rosas blancas, que resplandecían como estrellas fugaces bajo el cálido sol de mayo.



Recordaba aquella biblioteca, los libros apilados sin orden en los estantes a rebosar, el escritorio de caoba siempre desordenado, el cuadro marino que presidía la habitación, la alfombra gastada, las cortinas blancas. Nada había cambiado, sólo la figura sentada al otro lado del escritorio lo había hecho.
—Hace doce años me juré no volver a pisar esta casa. No me siento bien rompiendo mis promesas.
—Siempre fuiste muy orgulloso, pero en eso tienes a quien salir.
—No la menciones.
—No lo he hecho.
—No lo hagas. Su nombre se ensucia en tus labios.
—Sé que no me porté bien, y me merezco tu desprecio, pero…
—Pero te mueres y quieres limpiar tu consciencia.
—No —dijo mirándole fijamente—, sólo quiero pedirte perdón.
El joven resopló con sarcasmo. Tenía un peso en el estómago que le impedía respirar.
—No te mueres, viejo, la mala hierba no muere. —Se levantó llevado por un arrebato y añadió—: Si esto es lo que tenías que decirme, ya está todo dicho. ¡Te mueres! —gritó mirándole con intensidad—. Podré superarlo.
Darío le observó impasible. El joven alcanzó la puerta en dos zancadas.
—Necesito tu perdón.
Esas palabras, pronunciadas con una desesperación casi agónica, tuvieron un efecto paralizante en el joven.
—¡Qué pena —exclamó— que no pueda complacerte en eso!
—Cabezota y arrogante; en algo teníamos que parecernos. Soy consciente de lo que te pido. Sólo quiero que me escuches.
El joven se limitó a mirarle.
—Llevo muchos años enfermo, Jaime, demasiados. No he actuado bien. He sido egoísta, y un mal padre para ti, más preocupado de vivir la vida que de educarte. He sido un marido mujeriego, un amigo interesado, un jugador tramposo. He vivido la vida plenamente. Nunca me he privado de nada. Nunca me he arrepentido de lo que he hecho, de los que he dejado por el camino aún sabiendo que les hería. Pero la vida termina enfrentándonos contra nosotros mismos. Y créeme, he luchado despiadadamente.
Jaime le contempló, sombrío.
—Morir no es tan fácil —continuó—. Por mucho que uno lo desee o lo necesite, no es fácil. ¿Por qué… para qué aguardar pacientemente a que llegue mientras me debilito? Cuando uno es tan viejo como yo, y está tan enfermo, es inevitable pensar en ello. Cuando se tiene tanto tiempo libre, y se está tan solo, esta maquina infernal empieza a recordar. Llega un momento en que los recuerdos es lo único que te queda. Pero la mía ya no funciona como antes. Los recuerdos no son tan precisos como lo fueron ayer; cada vez hay más niebla. Tengo miedo de que llegue el momento en el que sólo haya niebla. Es muy difícil vivir cuando uno ya no lo desea.
Los ojos de Darío buscaron los de Jaime.
—Lo que tengo irá a más, se extenderá, me arrasara. No dejará nada. No quiero que la enfermedad y el dolor me conviertan en otra persona. Quiero vivir esto, ser consciente de ese transito con todas mis facultades intactas; y por eso, he decidido que no voy a esperar más.
Jaime tenía el rostro traspasado por el rencor.
—¡No quiero saber nada!
—Jaime…
—No. Ya está bien. Estoy harto de tus artimañas. —Gritó con desdén—. ¿Decides que quieres suicidarte? Vale. Tal vez sea lo mejor. De todas formas siempre optaste por la vía rápida. Pero no me pidas que acepte tu perdón porque no pienso darte el mío. Soporta tus culpas en esta y en la otra vida. Pero no me hagas a mí cargar con ellas.
Y dando un portazo se marchó.



Habían pasado unas horas, y sus pasos le llevaron de vuelta a la casa.
Oscurecía. Las flores del jardín palidecían bajo la luz fría del atardecer.
En el quicio de la puerta le esperaba Eduardo, que sin pronunciar palabra, como si hubiera leído en sus ojos lo que sentía, le llevó hasta la habitación del segundo piso.
—¿Cómo…? —susurró.
Su voz, temblorosa, parecía a punto de romperse.
—Una asociación le ha prestado la ayuda necesaria. Será a las ocho y media.
Pasó al interior. Las ventanas sin cortinas dejaban pasar la última luz del día. No se respiraba allí pena o tristeza. A su alrededor, cobijado por las personas que se habían acercado para despedirse, se sentía una paz que apaciguó su ánimo. Darío le miró a los ojos sin reproches, y sonrió. Acercándose a la cama, Jaime le sujetó una mano con fuerza.
—¿Estás preparado? —dijo.
—Ahora sí.

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