Como
si el tiempo hubiera pasado a toda velocidad, así han pasado 14 años contigo,
pero qué bonito este tiempo a tu lado, qué suerte la mía de haberte tenido, de
haberte cuidado y querido tanto, y que suerte haberme sentido tan querida por
ti. Te fuiste y siento un gran vacío en mi pecho. Eras lo más bonito y tierno
de mi vida, eras mi refugio, eras más que una mascota, eras mi niño peludo, mi
bebé gordito y mimado, eras el chiquitín de la familia, asustadizo, gruñón con
otros perros y algunos humanos, pero todo corazón, alegría, vitalidad, una
fuente de cariño inagotable.
Siempre
me gustaste, desde el primer vistazo cuando nos conocimos, y viniste a casa metido
en una cajita de cartón. Me gustaba acunarte, cogerte en brazos y sostener esas
patitas muy cortitas y gorditas, y que tu cabecita se apoyara en mi hombro. Me
gustaba enredar entre mis dedos los ricitos de tu tupé, y mirar esos ojos tan
profundos y bonitos, esos ojos tan llenitos de amor incondicional, y hablarte,
y ver en tu expresión ese afecto, esa seguridad que sentías en mis brazos. Yo
te protegía y tú te escondías detrás de mí, y juntos caminábamos por el barrio
o por donde fuera, uno al lado del otro. Siento que no gasté todo el amor que
tenía para darte y que me han faltado días, meses, años, porque no quería que
te fueras tan pronto. Es tan duro no verte al volver a casa… Te echo tanto de
menos. Me siento muy triste sin ti. Siempre me quisiste, y siempre te querré,
ojalá hubiéramos tenido más tiempo. Gracias por darme tanto, tanto amor me
diste que sé que me durará toda la vida.
Te
quiero mucho Pancho.