A plena luz del día el aspecto de esta casa no te hace presentir los oscuros acontecimientos que encierran sus paredes… o quizá lo que ocurre es que has pasado por alto esa lúgubre sensación que parece adherida a la propiedad, un sentimiento gris que se extiende con frío por tus venas, que te susurra secretos, que te acompaña desde el mismo momento en que las puertas de la solitaria mansión se abren. ¿Piensas que aquí encontrarás la paz y la tranquilidad que estas ansiando? Posiblemente sí… si esta no fuese una mansión encantada. Eso tú no lo sabes, ¡claro!, sin embargo estas pasando por alto todas las alertas, los presentimientos, las sensaciones, y te están hablando pero no lo oyes.
¿Qué quiere decirte la casa?, ¿o no es la casa la que quiere hablarte? Pero… si la casa lleva doce años deshabitada, ¿quién susurra en el piso superior?, ¿quién azota las puertas?, ¿quién remueve los cimientos con esos terribles ruidos?, ¿qué hay en ese extraño y olvidado desván secreto?
Qué hay… o mejor dicho ¿quién te observa desde el tenebroso final de la escalera?
Al final de la escalera (1979) está considerada como una de las películas de terror más efectivas jamás hechas. Posiblemente se deba a que concentra todos los elementos del género: una mansión cuya única visión ya despierta nuestros temores, una sesión espiritista, sueños premonitorios, un niño fantasma, un porstelgeist juguetón, incluso un tétrico pozo convertido en improvisada tumba, secretos, intereses, llamas infernales, música descacharrante y hasta un asesinato que debe ser resuelto…
Al parecer la película se basa en unos hipotéticos sucesos reales que tuvieron lugar en Denver, Colorado, en una mansión conocida por el nombre de Chessman Park.
Como curiosidad te diré que algunas escenas de “Tesis” y “Los otros” de Alejando Amenábar están basados en esta película ya que es una de las pelís de terror favoritas del director.
Hay un largo camino ante ti, apenas un desdibujado sendero que discurre entre la niebla. Pero no importa, avanzas como un duende a través de pedregosos obstáculos para llegar a ella, a la aislada mansión de Thornfield House, lugar que esperas será tu hogar por algún tiempo, el que requiera tu trabajo como institutriz. No lo esperas pero tu corazón se siente inquieto, ¡cuántas expectativas! Entonces la niebla se disipa y la adivinas a los lejos. Hay una belleza formal, incontestable, una atmósfera sosegada que envuelve la casa y que sólo pretende reflejar tus deseos. ¿Allí encontrarás la felicidad?, ¿una pizca al menos?, ¿o tendrás que seguir poniendo a prueba tu innata resistencia?
El ama de llaves te recibe y por primera vez, en silencio y sobrecogida, recorres la extraña mansión. Entonces algo te paraliza… ¿Y esa risa?, ¿esa terrible, trágica y sobrenatural risa de donde viene y por qué parece repleta de locura? Nadie le da importancia, nadie sabe nada, todo son secretos. Los gritos se vuelven anónimos, el misterio un hermético cofre resguardado bajo siete llaves, todo ha de ser ignorado, todo ha de ser pasado por alto, pero algo, alguien vive en la mansión. Alguien que furtivamente se escapa, alguien que rasguña en tu puerta como un animal hambriento, un animal que es capaz de morder, de apuñalar, de invocar al fuego, de incendiar la propiedad, alguien que es capaz de reducirla a ruinas, alguien que hará, ¡sí!, que te desmayes de terror.
Thornfield Hall no existe… salvo en la imaginación.
Si has leído Jane Eyre de Charlotte Brontë sabrás que este es el hogar del acaudalado y frío Edward Rochester. Además es uno de los escenarios principales de la novela, el lugar donde gran parte de la acción se desarrolla.
La autora lo representó como un lugar casi gótico, sombrío, una mansión aislada, de tamaño no especificado, con numerosas habitaciones vacías. Estancias lóbregas que amplifican la sensación de agobio, depresión y malestar. Por el contrario, los terrenos circundantes a Thornfield son sublimes y saludables, y sirven como telón de fondo de muchas de las escenas más felices de la historia.
Ha sido un error acompañar a tus amigos hasta ese pueblo perdido en medio de ¿dónde? ¿Ambrose se llama el sitio? Pero ya es tarde, estás atrapado, apresado en aquel infesto lugar. Por supuesto el coche no arranca y ni llegan ni salen autobuses a aquel sitio maldito. Y ¿sabes?, sólo hay una cosa que se pueda hacer en Ambrose: visitar el famoso museo, la principal atracción de la ciudad, la Casa de Cera de Trudy.
En fin, un consejo, que no te espante su aspecto o espántate si quieres… aunque es mucho peor su olor. ¿A que huele? Puag, mejor será que no lo sepas. Ah, y cuidado con el suelo, está pegajoso, parece que allí no se limpia desde cuándo. Sin embargo, ¿qué importa? Pronto descubrirás que eso no es lo más importante… ¿Esa escultura de cera te acaba de mirar?, ¿te ha suplicado con los ojos en un mudo grito o lo acabas de imaginar?, ¿y por qué parece tan real? Oh, oh…
Horrorizado descubrirás la verdadera razón de esa inquietante semejanza pero para entonces ya no habrá escapatoria, huye si no quieres derretirte de horror, sal por patas cuanto antes o acabarás convertido en la última estatua del tenebroso museo.
"La casa de cera" (2005) es el remake de la película de 1953 que lleva el mismo nombre. Esta nueva versión destaca sobre todo por sus inolvidables actuaciones, especialmente por una Paris Hilton muy inspirada. El departamento de producción construyó completamente el pueblo de Ambrose en un campo detrás de los estudios de la Warner Bros. de Australia. El diseño del pueblo fue copiado de una localidad de Etiopía construida por italianos. Durante el rodaje, algunos decorados se quemaron, incidente por el que fueron fuertemente demandados. Una gran negligencia fue no tener bomberos preparados habiendo madera cercana al fuego pues el incendio destruyó algunos decorados de los estudios de la Warner Bros. Movie World.
Y allí, surgiendo como una aparición surge ante tus impresionados ojos la esplendorosa mansión que va a ser tu hogar, Manderley. Las nubes se han abierto, por fin ha dejado de llover, y aunque el aire conserva aún la densidad opresora de la tormenta un tibio sol parece reverberar en todas las ventanas. La casa entera brilla como un diamante. Y sin embargo no puedes deshacerte de esa sensación punzante. ¿Miedo? Estás tan asustada… que todos lo notan, todos aquellos sirvientes que te miran con curiosidad, y también, es lo que a ti te parece, con un mudo reproche. Tu misma te avergüenzas de tu simpleza, de tus ropas sosas, de tu peinado lacio, de tu torpeza social. ¿Cómo vas a competir con el recuerdo de ella, de Rebecca? Y el mar, siempre el mar, el mar ciñendo la casa, el mar golpeando con fuerza la playa cercana, incesantemente, siempre incesantemente. Nunca habrías creído llegar a aborrecer aquel sonido. Y ella, esa sombra negra cerniéndose sobre ti, acechándote, vigilándote con sus fríos y despóticos ojos. Esa mujer, esa sombra cuidando el recuerdo de otra sombra, esa mujer que se empeña en recordarte que no eres ella, que nunca serás ella…
Rebecca fue la primera película de Alfred Hitchcock en su etapa americana. Un proyecto que le trajo más de un dolor de cabeza con el productor David O. Selznick, quien deseaba hacer una adaptación lo más fiel posible al la novela de Daphne du Maurier en oposición a lo que opinaba Hitchcock quien deseaba hacer una versión más libre. “Ayer soñé que volvía a Manderley”, es una de las frases más populares de la literatura y el cine. Manderley es el lugar donde habitan las pesadillas de la segunda señora de Winter. Un caserón enorme, opresivo y desangelado, donde la presencia de Rebecca, presidida por un enorme cuadro de la difunta dueña de la casa, lo llena todo.
Para construir los escenarios de la casa se tomó como inspiración la mansión de "Xanadú", de "Ciudadano Kane”.
Por fuera parece un viejo edificio más, pero tu intuyes que bajo la cascada fachada ennegrecida por el paso del tiempo hay algo más. Lo respiras. Flota en el aire. Una nota putrefacta, un matiz acre que se cuela por los conductos de tu nariz para ir a clavarse en algún punto de tu cerebro. Llueve, y la lluvia parece diluir tu aprensión. Nadie te dijo que la vida de una reportera fuera tan dura. Ojala pudieras ver la vida a través del visor de la cámara de tu compañero, seguramente no te sentirías tan asustada por las noticias que llegan a tus oídos, tan expuesta allí de pie. Unos gritos en la noche han despertado a todo el edificio. Querías un poco de emoción para tu reportaje, pero ahora, ahora que estás ahí, acompañando a aquellos bomberos a la puerta de aquel edificio, no te sientes tan segura. Y entonces, antes de que puedas darte cuenta, o siquiera reaccionar, todo se desencadena. El horror, la sangre, la ira, donde ya no hay escapatoria. Ahora la noche, atrapada en aquel edificio puesto en cuarentena, te parece un pozo negro al que caes sin poder asirte a nada. ¿Saldrás con vida? te preguntas agónicamente, mientras corres hacía la nada, hacia la profundidad abisal que, no te habías dado cuenta antes, parece estar repleta de monstruos.
Rec fue un éxito en el momento de su estreno allá en 2007. El rodaje de la película se hizo bajo un manto de secretismo, ni siquiera los actores conocían el final de la historia. Para recrear la atmósfera y dotarla de mayor realismo se grabaron las escenas usando cámaras digitales y móviles de última generación. Además los actores debían improvisar todo el tiempo. Rec consiguió colarse en el top 100 de las películas mas taquilleras fuera de Estados Unidos, recaudando más de 33 millones de dólares.
Si quieres darte una vueltita por este peculiar edificio puedes hacerlo si vives en Barcelona, donde fue grabada enteramente la película, sólo tendrías que acercarte a la Rambla de la Catalunya No.34 para verlo con tus propios ojos.