El
químico sueco Carl Scheele inventó en la primera mitad del siglo XIX un tinte
que se utilizó indiscriminadamente para teñir ropas, forros de muebles,
juguetes, cuadros, y especialmente se usó en un papel pintado muy de moda en la
época victoriana, el verde “Scheele” o arsenito ácido de cobre (CuHAsO3),
sintetizado por primera vez en 1775. Este tinte contenía un peligroso elemento
de la tabla periódica, el número 33, arsénico,
y fue el responsable de la muerte de miles de personas, incluyendo al
mismísimo Napoleón en su exilio en Santa Elena.
Hasta
entonces el verde se extraía de la malaquita pero este nuevo pigmento era mucho
más llamativo y brillante y encandiló a pintores y artistas de la época.
El verde esmeralda o verde París fue un intento
posterior de mejorar la mezcla consiguiendo un verde más duradero sin tanta
tendencia a oscurecerse. En la época victoriana este verde causaba furor y su
uso, en los papeles pintados que decoraban muchas estancias, estaba muy
extendido.
La
humedad de Gran Bretaña propiciaba la aparición de un peligroso hongo, haciendo
que el arsénico del papel se vaporizaba de manera imperceptible. En la década
de 1860, podía leerse en el The Times de Londres: “No era infrecuente que los
niños que dormían en un cuarto empapelado de ese modo murieran envenenados con
arsénico.”
Ya
en 1822 el químico alemán Justus von Lieibig había avisado sobre los peligros y
publicó un informe sobre su composición y síntesis, que anteriormente había
sido un secreto industrial celosamente guardado por el fabricante.
En
1879 la reina Victoria, debido a la repentina enfermedad de un dignatario
visitante al pernoctar en un salón verde esmeralda, ordenó arrancar todo el
papel verde y los tapices de las paredes del palacio de Buckingham.
Pero
tanta era la locura por este verde y tantas las muertes que causaba, que en los
periódicos de la época se empezaron a caricaturizar imágenes de esqueletos
luciendo trajes verde esmeralda ante el peligro que representaba para mujeres y
hombres estar cerca de una prenda o cualquier cosa de este color, pues hasta el
movimiento más suave podía enviar una "nube de polvo venenoso".
La
amenaza de los vestidos fue tan grande que el químico Henry Letheby desarrolló
una sencilla prueba para que las damas pudieran identificarlo en su ropa. Si al
verter una gota de amoniaco sobre la tela esta se volvía azul.
Finalmente,
el uso de este pigmento fue abandonado cuando se comprobó el peligro que
representaba de morir prematuramente. Pero incluso con evidencia científica de
su naturaleza altamente tóxica, la producción del verde esmeralda no fue
prohibida hasta la década de 1960.