Hace poco me encontré con una
historia sobre la planta de bambú que me gustaría compartir con vosotros,
queridos lectores del desván secreto, y que tiene que ver con la peculiaridad
de su crecimiento. Y es que la semilla de bambú tarda nada menos que siete años
en germinar; durante siete años el agricultor inexperto puede llegar a creer
que las semillas no eran fértiles, por eso para plantar bambú la primera cualidad
que hay que poseer es la de la paciencia.
Tras siete años de aparente
inactividad y en sólo seis semanas la planta crecerá treinta metros. Sí, has
leído bien, ¡30 metros de alto!
Lo que pasó en realidad es que
la planta necesitó esos siete años para desarrollar un complejo sistema de
raíces que le permitirán sostener todo ese crecimiento acelerado. Sin duda una
gran lección de paciencia y perseverancia que nos da la naturaleza.
“Muchas veces queremos encontrar resultados
rápidos y a veces abandonamos justo cuando estábamos a punto de “conquistar la
meta”. Nos olvidamos que conviene ser perseverantes, y esperar el momento
adecuado.
Es necesario comprender que a
veces estamos atrapados en situaciones o etapas en nuestra vida en que
pareciese que no sucede nada, pero no decaigamos, recordemos el ciclo de
crecimiento del bambú japonés, y no nos rindamos al no ver los resultados esperados.
En esos momentos algo está creciendo y madurando en nuestro interior, esperando
el momento oportuno para materializarse.
Si todavía no consigues lo que
anhelas, no te desesperes, ten paciencia, todo tiene su razón de ser, quizá
estés echando raíces.”
Aprovechando esta historia tan
inspiradora quiero hablaros también de un lugar mágico, del bosque de bambú de Arashiyama,
un bosque que susurra música.
En la ciudad de Kamukura, al
noroeste de Kioto, y aproximadamente a 50 kilómetros al suroeste de Japón, se
encuentra esta ciudad rodeada de montañas. Uno de los atractivos más
importantes del país, además de la multitud de templos, restaurantes, playas,
el Buda gigante y jardín botánico es
este impresionante Bosque de Bambú.
El bosque de bambú de Arashiyama
cuenta con más de 50 variedades de bambú, con algunos ejemplares que superan
los 30 metros de altura, atravesado por numerosos senderos, transitables a pie
o en bicicleta. Cabe destacar de este singular bosque, la espectacularidad
visual que ofrece, potenciándose por la luz que cambia y ofrece diferentes
efectos y colores según la hora del día. Incluso por la noche merece la pena
visitar este lugar, con su paseo completamente iluminado.
Los mejores momentos
del día para visitarlo son la mañana, cuando el sol aún no se ha elevado mucho,
y también por la noche pues el camino se ilumina y otorga al bosque una extraña
apariencia de irrealidad. En cuanto al mejor momento del año, el bosque siempre
resulta impactante, pero alcanza su esplendor en otoño, en el momento en el que
las hojas adquieren su plenitud.
Otra cualidad a destacar de
este bello bosque es el sonido del viento oscilando estos tallos gigantes de
bambú de lado a lado, produciendo un sonido que ha sido votado por los
japoneses como uno de “los 100 sonidos que hay que salvar de Japón”.
Además entre los bosques de
bambú pueden visitarse también algunos templos como el de Tebryu ji donde
también pueden visitarse sus jardines, declarados patrimonio de la humanidad
por Unesco en 1994. Existe un estrecho vínculo entre el pueblo japonés y la
naturaleza, y son muchos los principios del diseño en los jardines japoneses.
Cada elemento del jardín tiene un símbolo; cada roca, cada especie o cada curso
de agua.
El bambú es una especie muy
invasora, por lo que los cuidadores de este lugar se ven obligados cada año a
controlar la expansión del bosque para evitar que ponga en peligro la flora y
los ecosistemas de los alrededores.
Fuentes: Green- feel.blogspot.com.es
Imágenes: Google