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12 de octubre de 2008

Publicidad Radioactiva

Hace unos meses Cuatro emitió un programa especial sobre el desastre nuclear de Chernóbil en el que se habló, entre otras cosas, sobre el descubrimiento de la radioactividad y su impacto en la sociedad de aquella época que desconocía los efectos que la exposición a la radiación tenía sobre la salud.

Gracias al blog “Fogonazos” (por cierto, muy interesante) he encontrado unas postales de la época en la que se anuncian productos radioactivos y que conocí gracias al documental de Iker Jiménez “La noche del fin del mundo”. Son éstos:




La marca de cosméticos Tho-Radia prometía iluminar la cara de las damas gracias a un extenso abanico de productos: cremas, lápices, coloretes, dentífricos y hasta jabones radioactivos.





La comercialización de jarras para radiar el agua fue una de las prácticas más comunes durante los años 20 y 30. Entre todos los sistemas, el Revigator fue el que alcanzó mayor popularidad: “Rellena la jarra de agua cada noche” - decían los anunciantes - “Bebe tranquilamente cada vez que tengas sed hasta completar una media de seis vasos al día”. “Los millones de rayos penetran en el agua para formar ese saludable elemento que es la RADIO-ACTIVIDAD. Al día siguiente, toda la familia dispone de seis litros de auténtica y saludable agua radioactiva”.


La pasta de dientes Doramad fue producida durante la Segunda Guerra Mundial por la casa Auergesellschaft de Berlín. Como reclamo publicitario, sus fabricantes aseguraban a los usuarios una sonrisa “radiante”. En el dorso del tubo dentífrico se podía leer lo siguiente: “la radioactividad incrementa las defensas de los dientes y las encías”.


El famoso Radithor, comercializado entre 1918 y 1928, contenía una pequeña cantidad de agua destilada a la que se añadía una porción de radio. Se anunciaba como una “fuente de luz permanente” capaz de curar el cáncer, las enfermedades mentales y hasta la impotencia.
El conocido empresario Eben Byers se convirtió en el más firme defensor de Radithor y se tomó tres botellas al día durante dos años. En 1930, tuvo que dejarlo tras comprobar que su mandíbula se caía literalmente a trozos por el efecto del radio sobre los huesos. Su muerte, en 1932, fue el primer aviso de que lo que estaban consumiendo miles de ciudadanos era una bomba de relojería.

El aparato que veis en la imagen es un “Radiendocrinator”, fabricado por los supuestos Laboratorios Endrocrinos Americanos, y recomendado para mejorar la salud de los varones. Según sus creadores, el artilugio debía colocarse sobre las glándulas endocrinas para producir sus beneficios. Recomendaban llevarlo en el bolsillo o colocarlo bajo el escroto durante la noche.



Los supositorios Vita Radium , producidos por una compañía de Denver, garantizaban a los hombres “desanimados y débiles” una rápida recuperación gracias a los efectos del radio sobre las glándulas. “Pruébalos y verás los resultados”, decía la publicidad. Eso sí, todos los pedidos eran enviados con un discreto envoltorio para garantizar la confidencialidad.




La lista de productos “radiactivos” es muy larga y variopinta; chocolate, cigarrillos, sales de baño, hojillas de afeitar, preservativos, revitalizante para animales, tabletas para el dolor de cabeza, cerveza… Eran algunos de lo productos que en aquellos años, tras el descubrimiento del Radio a manos del matrimonio Curie, hicieron uso comercial de dicha palabra. En 1900 el Radio era más valioso que el oro y el platino. Como tal, el término "Radio" fue incorporado en las marcas de cualquier producto incluso cuando estos productos en realidad no contuvieron la sustancia.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy interesante lo que he leído. Lo curioso es que algunos estaban convencidos de que era lo mejor para su salud cuando no sabían exactamente los efectos abversos que la radiación tenía para ellos.
Un saludo de Ana

Miguel Schweiz dijo...

Precisamente hace poco tiempo escribí sobre las Curie en mi otro blog y la muerte de ambas por la radioactividad.

leyéndote me imagino la cantidad de productos, y medicamentos sobre todo, que al igual que en esa época se desconocen los efectos tan nocivos.

Excelente artículo Raquel, besitos

Raquel dijo...

No funciona el link. A ver:

http://www.orau.org/PTP/collection/brandnames/brandnames.htm

Lo peor es que estamos tomando sustancias que no sabemos qué son o qué efectos tienen sobre nuestro organismo. Sin ir más lejos, los alimentos a los que se les añaden excipientes para potenciar el sabor, aditivos, colorantes, nitratos; sustancias nocivas que consumimos sin saber en realidad qué efectos a largo plazo tienen sobre nuestra salud.

Un beso a los dos.

:)

Anónimo dijo...

Estupendo artículo,nada mejor que ver el pasado para comprender como funciona el presente o el futuro, al fin y al cabo las personas somos las mismas , con distintas necesidades,tanto las de 1.900 como las de 2009, y para eso esta nada mas y nada menos que la industria publicitaria para estudiar nuestras necesidades y vendernos lo que nos haga falta, aunque sea una moto sin ruedas.

Saludos. Alberto Muñoz

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