El caso es que hace unos días recordé que había
metido La isla mínima en un pendrive así que me dispuse a pasar los siguientes 100
minutos de mi vida en un asfixiante y sórdido pueblo del sur de España de los
años 80, años difíciles de la transición, acompañada de dos tipos de lo más silenciosos
que tenían la complicada misión de encontrar y atrapar a un asesino especialmente
perturbado y con un modus operandi ciertamente vomitivo.
Puede que no fuera una buena
elección debido a mi estado de salud. Sólo sé que de pronto el final me pilló
como mirando para otro lado, como un visto y no visto. 90 minutos de una acción
muy amodorrada y plaff, como un bofetón que te pilla desprevenido.
Me gustó la película. Pero no la
calificaría de obra maestra. Me enorgullece que sea española y que sea una
producción con una factura técnica tan cuidada, pero mi sensación es que es un
bonito regalo envuelto en papel brillante que contiene un sacacorchos en su
interior. Digo esto como podría decir un abrelatas, o un pelador de ajos. Porque
a lo que quiero referirme es a algo que no corresponde a la expectativa que
crea su envoltorio.
Porque su fotografía es de diez, con
esos planos aéreos que dibujan caprichosas formas en las marismas. Son de
sobresaliente sus escenarios misteriosos que llegas a percibir como un elemento
de igual importancia que los propios personajes. Paisajes y cielos, que dictan
la forma de ser y el sentimiento de los que viven y trabajan esa tierra
anegada, varados en los usos de la dictadura, aletargados en los surcos de una
rutina que se siente pesada, como si el tiempo pasara más lento y más
sofocante. Los ambientes, la atmósfera que envuelve todo desde el inicio hasta
la conclusión, y que hacen más fácil sumergirte en la historia y creértela,
rozan lo magistral.
Son los años 80, últimos días del
verano, días de feria, días próximos a la cosecha, días de huelga. Dos chicas desaparecen
una noche, engullidas por un coche blanco que las recoge en una oscura
carretera. Dos hombres diferentes, dos ideologías enfrentadas, izquierda y
derecha, llegan al pueblo para investigar. Desde el principio vemos que hay
algo turbio, no sólo en el caso de la desaparición/secuestro, sino en casi todos
los personajes de la película.
Y aquí es donde, a mi manera de ver,
mas cojea la película. Se pasa al sugerir, al crear expectativas, hay muchas
historias secundarias que nunca llegan a desarrollarse o que quedan sin atar, y
te dejan con la sensación de que hay cosas mal cerradas que crean confusión.
No quiero ser quisquillosa,
pero… me dejó la sensación de que nos
preparan para algo grande, y al final el golpe de efecto no es para tanto, y
más si sueles ver o leer novela negra.
A mí me dejó con algunas
interrogantes sobre su desarrollo, los personajes, y el final.
Creo que el guión no se despliega de
una forma que cautiva, el desenlace se
resuelve débilmente y sin chispa, sin suficiente ímpetu para impactar, de una
forma precipitada que choca con la linealidad precedente.
De la misma forma a su banda sonora,
monótona, le falta algo; un pico de intensidad y emoción que te haga levantarte
del asiento en los momentos clave para despertarnos un poco de ese sopor.
Aún así buena, mejor que muchas pero
no una película redonda. Si tuviera que puntuarla le pondría un notable bajo, un 7.
Mención especial a los dos actores
principales, Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, dos actores muy solventes.
La película está dirigida por
Alberto Rodríguez (Grupo 7), y escrita por Rafael Cobos (Grupo 7). Ha logrado
17 nominaciones en los premios Goya, incluyendo Mejor película.
3 comentarios:
Desde luego, tiene muy buen cartel, no la he visto, y aunque sea por las nominaciones a los Goya, supongo que merecerá verla. Buena crítica. Abrazos
La tengo pendiente. La factura se ve impecable, los actores me gustan, y la historia me intriga, pero hay algo que no me termina de llegar, supongo que intuyo la sensación de agobio que me provocará esta pelí. De todas formas tengo que verla.
Un beso
:D
Pues la voy a ver ahora y después te cuento.
Abrazos, Raquel.
Carol
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