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27 de octubre de 2011

Para tu eterno descanso...

 
Siempre me han impresionado los cementerios. Cuando era niña entrar en alguno de estos camposantos producía un raro efecto en mí; una mezcla de temor reverencial y fascinación.
Me impresionaba el  silencio profundo y sordo que surgía de la tierra, y de cada rincón de aquel laberinto de nichos; un silencio que era como una sombra pesada y  persistente  acompañándote durante todo el recorrido.
Las esculturas y las inscripciones de las lápidas en las que buscaba vestigios de vidas y tiempos pasados, avivaban mi imaginación y me hacían soñar. La atmósfera de aquellos lugares, refugio de gatos vagabundos, con sus árboles delgados y tristes, y el olor dulzón de las flores,  era el abono de mis pesadillas.
Veía aquellos lugares como el límite; una frontera entre la vida y la no existencia, una última morada para la eternidad. Y aquella idea me sobrecogía.
Hoy la impresión que me causan los cementerios ha cambiado un poco, pero siguen pareciéndome lugares increíbles, llenos, en la mayoría de casos, de arte e historia.
He aquí un pequeño recorrido por algunos de los cementerios más famosos e interesantes del planeta. Cinco cementerios que seguro  te fascinarán.



Cementerio de Montmartre, París.

El cementerio de Montmartre, localizado en el bohemio barrio del mismo nombre, cuenta con más de 20.000 tumbas entre las que se encuentran muchas célebres como la de François Truffaut, Émile Zola o Alejandro Dumas.
El cementerio de Montmartre o Cementerio del Norte se encuentra ubicado al oeste del Butte, cerca de la plaza Clichy. Construido sobre una vieja mina de yeso, mantiene sus puertas abiertas desde el 1 de enero de 1825.
En los años de la Revolución Francesa este lugar era usado para depositar los cuerpos de las victimas de las revueltas. Después del cierre de todos los cementerios que presentaban peligros sanitarios a principios del siglo XIX varios nuevos cementerios sustituyeron a los antiguos fuera de los recintos de la capital: Montmartre en el norte, el Cimetière du Père Lachaise en el este, Cimetière de Passy en el oeste y el Cimetière du Montparnasse en el sur. 
Es, detrás del cementerio de Père Lachaise y el de Montparnasse, el más visitado de la ciudad. Aunque hoy es un sitio apacible y agradable, en sus inicios no gozaba de tal fama: el recinto se usaba como fosa común y las inhumaciones se hacían en condiciones deplorables, algo que acabó en 1825.



Cementerio protestante, Roma.

Se le conoce como "cementerio de los poetas de Roma"; allí descansan los restos de numerosos literatos ingleses.
A la sombra de la Pirámide Cestia, construida en torno al año 12 a. C. como imponente sepulcro para el pretor romano Cayo Cestio, yacen los restos de cuatro mil almas, en su mayoría extranjeras, protestantes, ateos y judíos, a quienes los cementerios católicos por su condición de "diferentes" no quisieron dar descanso eterno.
"Pensar que uno puede ser enterrado en un lugar tan dulce, hace que uno se enamore de la muerte", escribió Shelley tras visitar el camposanto poco antes de que se ahogara en las costas del mar Tirreno frente a la región de Toscana. Y respetando sus deseos, las cenizas del poeta inglés (1792-1822) fueron enterradas allí.
"Nada en él se deshará, pues el mar cambia todo en un bien maravilloso", se lee en la tumba de Shelley, una frase que su amigo Lord Byron hizo grabar de un pasaje de "La tempestad" de Shakespeare.
John Keats fue otro de los ilustres escritores que fue enterrado en este cementerio cuando en 1821 murió a causa de la tuberculosis.  A su tumba sólo se llega con la ayuda de un mapa, ya que sobre su lápida, dedicada a un "joven poeta inglés", según dejó escrito, quería que no apareciese su nombre y que su epitafio fuese, como se lee: "Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua".
A su lado yace su amigo Joseph Severn, quien le invitó a Roma para que pasase sus últimos años de vida, y quien, como se lee en su tumba, permaneció ante su lecho hasta su último respiro.
El cementerio protestante de Roma es un extraordinario museo a cielo abierto gracias a la belleza de esculturas como la de la tumba de Emelyn Story, para quien su marido, el escultor estadounidense William Story, alzó un ángel que llora sobre la lápida cubriéndose el rostro con el brazo.



La Necrópolis Monumental de Staglieno, en Génova.

El cementerio monumental de Staglieno es la mayor necrópolis de Génova. Se encuentra en la Val Bisagno, en el territorio del municipio IV- Génova Media Val Bisagno, en el barrio de Staglieno. Se le considera un verdadero museo a cielo abierto debido a la magnitud de sus monumentos.
Las obras del cementerio, proyecto original del arquitecto Carlo Barabino, terminado por su colaborador y alumno Giovanni Battista, se inició en 1844, abriéndose finalmente al público en 1851. Tras varias ampliaciones realizadas en el tiempo, hoy comprende un área de alrededor de 18.000 metros cuadrados e incluye también un cementerio inglés, uno protestante y uno hebreo.
En el centro de la necrópolis se encuentra la estatua de la “Fe”, de nueve metros de altura, obra del escultor Santo Varni. Cerca de esta estatua y al final de una gran escalinata, se destaca el “Pantheon” (copia del Panteón de Roma) con sus bellísimas columnas de estilo dórico.

Este cementerio llegó a adquirir tanta fama en su inauguración que sus espacios eran reservados a personalidades y gente de recursos, familias de grandes fortunas que contrataban escultores de reputación. Pese a eso, existe el caso de personas humildes que consiguieron ahorrar para tener su hueco en Staglieno, como fue el caso de Caterina Campodonico.
Staglieno es famoso por sus esculturas de gran belleza y valor artístico. En las figuras se representan con gran realismo escenas dramáticas y espirituales que tienen que ver con el dolor causado por la pérdida de un ser querido o con el encuentro con la muerte. Un ejemplo de esto son las esculturas de Giovanni Bennetti, un célebre escultor que construía rostros agonizantes que representaban el último aliento. O la escultura de Santo Saccomano. Saccomano esculpió mujeres desnudas jugando con rosarios y jóvenes que se tiraban en éxtasis sobre las lápidas de los difuntos.

El cementerio ha sido y es, por su belleza, la meta de artistas y literatos de todas partes. Ernest Hemingway lo definió como “una de las maravillas del mundo”. Pero la mejor descripción de la estructura y de lo imponente del complejo arquitectónico la da Mark Twain en su libro “Los Inocentes en el Extranjero” (“The Innocents Abroad”, del 1867).


Cementerio de vampiros de Celákovice, República Checa.

Praga es una ciudad muy turística, pero no es el único sitio interesante de la República Checa.En la zona centro hay una bella ciudad llamada Celákovice, que tiene el honor de albergar, según algunos arqueólogos, un cementerio de vampiros.
Celákovice era una bella ciudad amurallada medieval. Reconstruida en el siglo XVI a la manera renacentista, y muy transformada a principios del siglo XX, ha sido centro de atención por sus restos arqueológicos del paleolítico y de la época medieval.
En esta época y en esta zona de Europa, la creencia en los vampiros estaba muy extendida, al igual que el temor de la gente hacia estos seres, y en 1997, el arqueólogo Jaroslav Paçek anunció que había descubierto en esta localidad el primer cementerio dedicado exclusivamente a vampiros, o al menos, a los acusados de serlo.
Catorce tumbas de personas enterradas allí acusadas de vampirismo por sus semejantes, y en cuyas tumbas se advierten prácticas y ritos para evitar que estos vampiros volvieran a la vida tras su ejecución.
Otro arqueólogo, Michal Lutovsky, autor del libro “Las sepulturas de los antepasados”, afirma que es normal que en los grandes cementerios del centro de Europa haya alguna tumba en la que se hayan practicado este tipo de enterramientos, pero no un cementerio “exclusivo”, como es el caso.
Las medidas para evitar que los no muertos regresasen a la vida que han arrojado las excavaciones arqueológicas dan una idea del temor que la gente tenía a estar cerca de un vampiro. En las tumbas, los muertos tenían el cráneo roto con un clavo de hierro, el corazón traspasado por un palo y en la boca clavado un cuchillo (para evitar que en el último momento abriera la boca y mordiera a su víctima).



El cementerio judío de Praga.

En el viejo cementerio judío de Praga no hay lujosos panteones, ni monumentos de costosos mármoles, no hay flores, ni adornos, ni cruces, ni estatuas… allí solo encontraremos miles de lápidas amontonadas sin orden ni concierto, como si en un juego macabro hubiesen sido colocadas azarosamente por manos invisibles en lejanas noches oscuras y silenciosas.
Viendo el reducido espacio del cementerio, no nos salen las cuentas cuando nos dicen que allí hay enterrados más de cien mil judíos. En cambio, en el camposanto tan solo hay unas doce mil lápidas. Esto se debe a que el cementerio se les quedó pequeño y los judíos, sin la posibilidad de ampliarlo, tuvieron que recurrir a realizar los nuevos enterramientos sobre los ya existentes, añadiendo capas de tierra una y otra vez. En algunos lugares del cementerio se pueden contabilizar hasta once enterramientos unos sobre otros. Motivo también del aparente desorden de las lápidas.
Elevado sobre las calles laterales, el viejo cementerio judío expande su aura sobre todo el distrito de Josefor, donde las antiguas sinagogas del gueto permanecen ancladas como islas. En una de ellas, la sinagoga Pinkas, con su eterno aroma a sándalo petrificado y entre las sombras de sus candelabros de siete brazos, encontramos un pequeño y estremecedor museo en recuerdo a los judíos muertos durante el holocausto nazi.
En sus paredes están inscritos los nombres de las víctimas judías, sus datos personales, y los nombres de las comunidades a las cuales pertenecieron. En 1968, sin embargo, el Monumento fue cerrado debido a filtraciones de aguas subterráneas, que ponían en peligro la estructura del edificio. Durante los trabajos de aislamiento, se descubrieron espacios subterráneos, un antiguo pozo y un baño ritual. El régimen comunista demoró intencionalmente los trabajos de reparación y las inscripciones fueron removidas. No fue posible hasta 1990 completar las modificaciones del edificio. Finalmente entre 1992–1996, los 80000 nombres de los judíos checos y moravos víctimas del nazismo fueron escritos de nuevo en las paredes.



En el primer piso de la Sinagoga Pinkas se encuentra la exposición Dibujos de los niños de Terezín, 1942–1944. Entre los prisioneros en Terezín habían más de 10000 niños, menores de 15 años al ser apresados. De 8000 de ellos enviados al Este, unos 242 sobrevivieron a la guerra. El Museo Judío tiene más de 4000 dibujos originales de estos niños en su colección. Son un testimonio conmovedor de su cruel destino y prácticamente el único recuerdo da aquellos que no sobrevivieron.


Fuentes: Wikipedia, El siglo de Torreón.com.mx, La Vanguardia, Tejiendo el mundo.
Imágenes: Google, Tejiendo  el mundo.

2 comentarios:

Prometeo dijo...

Es una de mis fijaciones, visitar los cementerios de los sitios donde voy; sobre todo me encanto el modernista de Comillas y me ocnmovio el cemnterio protestante a las afueras de Tharsi...Un gran trabajo y me los anoto por si...
Un abrazo.

Ana Bohemia dijo...

La verdad es que uno de mis pasatiempos favoritos NO es precisamente visitar cementerios, será por ese silencio tan pesado, o por la visión de esas fotografias envejecidas por el sol y el tiempo y que parecen mirarte, o por esas flores muertas de las tumbas que no son visitadas con frecuencia... no sé, pero hay algo que me pone en tensión.
De los cementerios que has mencionado creo que me gustaría visitar el de Montmatre, aunque primero iría a Pére Lachaise, a visitar a Morrsion, jaja.
El cementerio de los vampiros da muy mal rollo... ¿de verdad les hacían eso? uyy...
Me han impresionado las esculturas de Bennetti, sobre todo las poses de esas mujeres, ¿la pena te hace ir por ahí desmayada de extásis? Es curioso, porque creo que actualmente muchas fotografias que nos venden moda ponen exactamente esas mismas poses, ¿eh?
Un beso
;)

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