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27 de junio de 2009

Michael


El pasado 25 de junio moría un mito. Su corazón dejaba de latir a los cincuenta años saturado de soledad y medicamentos. Lo cierto es que he sentido mucho su muerte, no sólo porque crecí escuchando sus canciones que formaron parte de la banda sonora de mi infancia, sino porque en el fondo tengo la sensación de que nunca fue feliz. A pesar de todos sus logros se sentía profundamente solo. Su fragilidad era evidente. Para mí siempre será Michael Jackson, el ídolo de infancia, pero hoy es algo más. Hoy, Michael Jackson es leyenda.

"Si no tienes ese recuerdo de amor de la infancia estás condenado a buscar por todo el mundo algo para llenar ese vacío. Pero no importa cuánto dinero ganes o lo famoso que te vuelvas, siempre seguirás sintiéndote vacío"

"Cuando estoy sobre el escenario me siento en casa." "Es allí donde vivo. Es allí donde nací. Es donde me siento seguro”.

"No trates de escribir la música, deja que esta se escriba sola"

"Es bueno que la gente piense que soy una persona y no una personalidad. Porque cuando uno crece ante los ojos del público, como yo lo hice, se tiende a ser automáticamente diferente"




25 de junio de 2009

Pequeño desafio


Miguel Schweiz, creador del blog Donde se posa el sol me ha retado de esta manera: Se trata de abrir el libro que tengas mas a mano, o simplemente el que más te guste, y copiar el quinto párrafo de la página 161 en tu blog; ah, y tienes que pasar el reto a otras cinco personas. Bueno, si os apetece hacerlo es una interesante forma de promocionar nuestras lecturas, ¿no os parece?

El libro que he elegido es “Lo que el viento se llevó








Os paso el reto, ¿aceptáis?

22 de junio de 2009

Corazón de tinta


Basada en el primer libro de la trilogía de Cornelia Funke.
Mortimer "Mo" Folchart (Brendan Fraser) y su hija Meggie de 12 años de edad (Eliza Hope Bennett), comparten la pasión por la literatura. Tienen también un talento único para hacer que los personajes de los libros cobren vida con sólo leer en voz alta. Pero existe un peligro: por cada personaje de un libro que traen a la vida, una persona real debe desaparecer entre las páginas.
En una de sus visitas a una librería de libros de segunda mano, Mo escucha voces que no había escuchado durante mucho tiempo y cuando localiza el libro de dónde provienen, un escalofrío le recorre el cuerpo por toda la columna vertebral. Es Corazón de tinta, un libro cubierto de ilustraciones de castillos medievales y de extrañas criaturas. Un libro que ha estado buscando desde que Meggie tenía tres años, cuando Resa (Sienna Guillory), su madre, desapareció en ese mundo místico.
Sin embargo, el plan de Mo de utilizar el libro para encontrar y rescatar a Resa se ve ensombrecido cuando Capricornio (Andy Serkis), el malvado villano de Corazón de tinta, secuestra a Meggie y le exige a Mo que haga que cobren vida otros personajes de la ficción. Determinado a rescatar a su hija y a enviar a los personajes de la ficción de nuevo al lugar al que pertenecen, Mo organiza un grupo de aliados sin igual, tanto reales, como imaginarios, y se embarca en un viaje osado y peligroso para poner las cosas en orden.


Para dar una opinión lo más objetiva posible me fijo, en primer lugar, hacía que publico va destinado lo que quiero comentar. No porque sea algo especialmente relevante pero sí es verdad que en ocasiones puede explicar muchas cosas.



Esta película de fantasía, con ligeras y no tan ligeras referencias a Harry Potter, va destinada a un público infantil juvenil aprovechando que estamos en época estival, comienzan las vacaciones de verano y nos apetece ver cosas ligeras que nos hagan pasar un rato lo más entretenido posible.



Y vista así, como una película infantil/juvenil de fantasía, “Corazón de tinta” cumple su principal cometido, y a pesar de sus casi dos horas de duración mantiene el tipo decentemente. A los niños les gustará aunque la olvidaran nada más verla, y a los fan de la saga de Cornelia Funke les defraudará, pero también es verdad que pocas adaptaciones cinematográficas de libros han llegado a convencer del todo.



A la hora de hacer un comentario también tengo en cuenta el género del que se trata, en esta ocasión fantasía. Últimamente, y gracias a los éxitos de las sagas de “El señor de los anillos” y “Harry Potter”, ha habido una explosión de películas fantásticas que han gozado de mayor o menor fortuna en la pantalla grande. Podríamos decir que a pesar de la saturación de pelís de este género que han fracasado estrepitosamente en los últimos tiempos, y han sido muchas, “Corazón de tinta” se salva por los pelos, aunque es cierto que en líneas generales su trama queda algo pobre.



18 de junio de 2009

La lucha suprema


Las campanas de la torre sonaban débiles desde su atalaya de piedra. El pueblo lejano, apagado bajo la luz grisácea de la mañana, exhalaba un silencio sepulcral, casi amenazador.
Mis manos crispadas sobre las rejas de la húmeda celda, apretadas contra el oxido carcomido, adquirían un tono azulado. Pero no sentía el dolor ni el frío, mis sentidos estaban paralizados. Aunque quería evitarlo mis ojos devoraban el paisaje desolado con la impaciencia y la agitación del sueño. Intuía en la garganta el final de mi sufrimiento, avanzando inexorable desde las sombras del valle, resonando como aquellos cascos distantes sobre los sembrados.
Amparado en las sombras tenues de la estrecha celda, cara a cara con el silencioso monje, terminé el relato de mi horrible crimen.

La deseaba, no trato de exculparme, pero el deseo reprimido largo tiempo me había enloquecido. La había amado en silencio obligándome a aceptar que nunca sería mía. Había luchado contra mis emociones sin éxito. Ella estaba en mis pensamientos día y noche y cada fibra de mi piel gemía de impotencia, de ansias por tenerla, por sentirla.
Aquella noche, agonizante, entendí que sólo había un remedio para mi mal, y salí en su busca.

Seguí el camino que me había conducido tres años atrás a aquel exilio, expulsado de la escuela a la que me habían destinado en cuanto terminé mis estudios de maestro por desobediencia grave. Crucé el puente y bordeé la laguna reviviendo las impresiones que aquel lugar había causado en mi ánimo. Dudé un instante, sintiendo que se apoderaba de mí la debilidad, y una vez más su rostro apareció en la niebla de mi memoria para disipar toda vacilación. Continué, abatido ante la perspectiva de ser rechazado otra vez. Pero la huella de sus ojos fríos en mis retinas había reavivado mi ansiedad y me sentí enfermo, febril, y más dispuesto que nunca a enfrentarla.

Ella sólo era una niña, demasiado mayor para que pudiera verla como tal. Una niña de ojos perversos que sabía como utilizar la influencia que ejercía en mí. Había querido evitarla, inmunizarme a su presencia pero ella sabía como hallarme, como hacerse notar.
Desalentado, comprobé que su influencia crecía. Un día dejó de ir a la escuela. Yo estaba desesperado. Empecé a dedicar mis días a seguirla. Ella me intuía casi siempre y muchas veces se volvía para mirarme, sonriéndome con altanería. Sonreía mientras yo me rompía en pedazos.
Descuidé mis obligaciones. No me importaba. No me importaba nada. Yo sabía que si pudiera dejar de verla me curaría. Escribí a un amigo de infancia suplicándole que me alojara en su casa durante un tiempo. Pasé dos años fuera y creí haberme recuperado. Pero no fue así.

Encontré una excusa para volver pero lo que hallé a mi regreso me derribó sin contemplaciones. La niña maliciosa de antaño se había hecho mujer, y me miraba con indiferencia acunando entre sus brazos a un bebé regordete. Iba de la mano de un hombre mayor, y aunque supe que me había reconocido apenas desvió la vista.
Acusé el golpe en el alma. Seguía amándola pero aquel desprecio había abierto viejas heridas.

Después de cruzar el puente seguí el camino hasta la colina, y esperé. Cuando salió de la casa en busca de agua fresca del pozo la asalté. La llevé en vilo hasta la laguna sin hacer caso a sus lloros. Mi corazón palpitaba sin control. Cuando la solté se volvió para mirarme y me maldijo.

Se quedó mirándome a los ojos, y sentí como el agua de la laguna reverberaba en sus pupilas retadoras. Me desafió. En sus labios aquellas palabras me llenaron de vergüenza. La deseaba, a la fuerza si hiciera falta. No me importaba de qué forma. Di un paso al frente y ella retrocedió asustada por primera vez. Su miedo me dio alas, me sentí poderoso, capaz de todo. Avancé mientras su resistencia cedía derivada por el temor. La sujeté de un brazo y ella gritó. Me complació sentir su pánico. Forcejeamos, y consiguió zafarse de mis manos. Aterrada, trastabilló sobre los guijarros de la orilla y cayó de espaldas golpeándose la cabeza contra una roca. Se quedó inmóvil sobre las aguas negras. No hice nada por sacarla de allí, me quedé mirando como la corriente se la llevaba suavemente, mecida como una niña dormida hasta que finalmente se hundió, llevándose consigo la luz de mi vida. La luna se veló y todo quedó en penumbras.


Los cascos de los caballos se detuvieron frente a las dependencias del viejo fraile. Tres hombres irrumpieron en la celda, para arrestarme. No opuse resistencia.
Después de tres años de agonía mi corazón se había liberado. Había vencido a la enfermedad.


12 de junio de 2009

Memorias de un tiempo pasado


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El género detectivesco siempre gozó de un gran prestigio en televisión. Detectives y aficionados varios copaban la pequeña pantalla allá a finales de los ochenta y principios de los noventa. Yo era una niña entonces pero guardo gratos recuerdos de estas series que forman ya, irremediablemente, parte importante de mi infancia.

El primer recuerdo me lleva a Angela Lansbury en “Se ha escrito un crimen”. Jessica Fletcher, émula de la Miss Marple de Ágatha Christy, era una escritora de novelas de misterio, antigua profesora de inglés, que en cada capitulo se veía involucrada de una forma o de otra en un terrible asesinato. Asesinato, que convenientemente permitía a nuestra protagonista demostrar sus dotes detectivescas y dejar en evidencia a las autoridades (in)competentes.

La serie seguía siempre el mismo patrón y los crímenes se resolvían satisfactoriamente sin dejar cabos sueltos. Buena parte de los episodios se ambientaban en Cabot Cove, un pueblecito pesquero que era el lugar donde vivía la señora Fletcher, y que recorría cada mañana en su bicicleta. Allí también vivían sus amigos el Dr. Seth Hazelet y el comisario Amos Tupper, que de vez en cuando le echaban una mano y rebatían con furor sus teorías. Lo que más recuerdo, casi lo único de hecho, es su cabecera, que me fascinaba; y es que la señora Fletcher era idéntica a mi abuela y a mi me hacía mucha gracia ver a una señora como mi abuela montando en bici y resolviendo asesinatos por hobby.

“Murder, she wrote” -en España “Se ha escrito un crimen”- se emitió durante doce temporadas, desde el año 1984 hasta 1996 con un total de 264 capítulos. A lo largo de los años, la serie tuvo multitud de nominaciones a los premios Emmy. Angela Lansbury fue nominada durante doce años seguidos sin que lograra llevarse el premio. Gracias a esta serie Lansbury se hizo muy popular en todo el mundo, mucho más de lo que había sido en su larga carrera cinematográfica. A finales de los '80 aprovechando su popularidad también se comercializaron libros que seguían la estructura y el espíritu de la serie de televisión siendo la protagonista, por supuesto, Jessica Fletcher
Un vez cancelada la serie en 1996, en los años siguientes se hicieron varios telefilms inspirados en la serie, también protagonizados por Angela Lansbury y que venían a ser capítulos alargados y con algo más de presupuesto, que buscaban satisfacer a los numerosos fans de esta serie en todo el mundo.



Todos se creían más listos que Colombo. Los asesinos, sofisticados y casi siempre de la alta sociedad, creían poder burlar el ingenio del teniente Colombo. Pero sus coartadas, elaboradas al milímetro, no lograban mantenerse mucho tiempo. Colombo los sometía, siempre ingenuamente, a un acoso psicológico sin igual.

Hay que reconocer que el teniente era un “palizas” y muchos de los culpables acababan confesando solamente para librarse de él.
Peter Falk dio vida a este singular y carismático detective. Con su gabardina roída, su aspecto desaliñado, un puro colgado de los labios y su voz cascada, Colombo se hizo muy popular. La serie fue todo un éxito, emitiéndose regularmente en EEUU desde 1971 hasta 1978, y esporádicamente entre 1989 y 2003.
La primera particularidad de esta serie es que se sabe siempre quién es el asesino porque al inicio de cada episodio empieza con el crimen (lo que en inglés se conoce popularmente como howcatchem, es decir, la llamada historia de detectives invertida). Y se sabe también que el teniente Colombo descubrirá a dicho criminal, gracias a un detalle menor.
Otras curiosidades sobre Colombo es su coche. Un Peugeot 403 ruinoso que forma parte de su look. A veces le acompaña su perro, al que llama Perro, y siempre habla de su mujer, a la que nunca llegamos a ver.



Esta serie mezcla distintos géneros, el de detectives y el romántico. Laura Holt es una detective privado a la que sus jefes no toman en serio por el simple hecho de ser mujer. Cansada de que nunca le asignen casos importantes decide fundar su propia agencia y crear a un jefe fantasma llamado “Remington Steele”. Poco a poco consigue que su negocio marche pero para mantener el engaño necesita convencer a sus clientes de la existencia de dicho personaje. Es aquí cuando aparece Pierce Brosnan que interpreta a un ladrón de joyas. Pierce Brosnan toma la identidad de Remington Steele para huir de la policía, y es así como este se hace cargo de la parte visible del negocio mientras Laura Holt investiga y resuelve los casos. La serie se hizo muy conocida básicamente por la relación de los protagonistas que nunca acababa de materializarse. Tanto marearon la perdiz que cuando los dos personajes declararon su amor los teleespectadores perdieron el interés por la serie.
El personaje de Pierce Brosnan era muy atractivo para el público y gracias a esta serie se hizo muy conocido.



En la línea de “Remington Steele”, Luz de luna destacaba por la tensión sexual de sus protagonistas y por el ingenio y el humor de sus diálogos. La serie gira alrededor de los casos investigados por una agencia de detectives, Luna Azul, al frente de la cual están Madelyn "Maddie" Hayes (Cybill Shepherd) y David Addison (Bruce Willis). Se rumoreaba que en la vida real los dos protagonistas se llevaban a matar. Confieso que de las cuatro series de detectives que he puesto esta es la menos recuerdo pero como suele pasarme me acuerdo perfectamente de la música de la cabecera, que por cierto fue compuesto e interpretada por Lee Holdridge y Al Jarreau. Como curiosidad apuntar que, al igual que con Remington Steele y Laura Holt, cuando la relación amorosa de los dos protagonistas se confirmó la audiencia cayó en picado.


Me dejo muchas series de detectives en el tintero, pero estas cuatro creo que son las más representativas de finales de los ochenta, al menos las que yo más recuerdo.

11 de junio de 2009

Atrapa el instante





Esto es lo que más me cuesta. Muchas veces no sé cómo empezar a desenredar la madeja de palabras que danzan por mi mente; ya que demasiadas de esas veces el inicio condiciona todo lo demás arrastrándome lejos de donde me he propuesto llegar en un principio.
Otras veces, muy pocas últimamente, la mano va sola y se adelanta a mí, pero yo me dejo guiar por ella pues ese extraño arrebato me lleva siempre a buen puerto. Ese espontáneo y fresco delirio escritor me complace, porque no es algo planeado o calculado, simplemente surge.
Las cosas realmente importantes de la vida surgen. No se puede proyectar un amanecer por eso tiene más valor.
Hoy, de regreso a casa pensaba en estas palabras, en cómo podría atrapar el instante del calor de este día y de la brisa en el rostro. En mi cabeza las palabras sonaban maravillosas, pero ahora, frente a la pantalla, las palabras se esfuman y esos instantes preciosos del atardecer en el valle de la Orotava, del aire caliente del Puerto de la Cruz, del sonido de las olas contra la orilla de arena negra pierden parte de su valor. Estas palabras, moldeadas tan torpemente, no pueden alcanzar la belleza de esos instantes. Esos instantes que habitan, como una impresión de agua, tras mis párpados.
Aún ahora, si cierro los ojos, puedo verlos con su belleza descarnada. Sé que mañana los habré perdido, habrán muerto en la niebla de mi memoria. Pero ahora suenan como un eco. Puedo oír las olas que se mecen bajo un sol tibio, las gaviotas volando cerca de la costa, y la brisa silbando entre las palmeras.
Atrapada la esencia de esos instantes mágicos en mis retinas puedo considerarme afortunada. Mañana habrá otro atardecer, volverán a acariciar las olas la orilla pero ni el sol ni el mar serán el mismo, porque una pequeña parte de su esencia reside ya en mis recuerdos.


Fotos: SergioTF (Flickr)

Playa Benijo.

9 de junio de 2009

Arte callejero: Edgar Müeller

Edgar Müeller, alemán de 41 años, es un artista callejero fuera de lo común. Desde hace diez años recorre Europa pintando sus obras de arte en las calles. Su técnica es realmente increíble. Para realizar este efecto en tres dimensiones usa más de cuarenta pinturas acrílicas que dan este efecto de profundidad. Así, y visto desde el ángulo correcto, uno tiene la ilusión de bordear un gran precipicio o asomarse a una impresionante cascada:







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