Buscar este blog

31 de diciembre de 2010


La historia oficial dice que fue un monje francés, Dom Perignon, de la abadía benedictina de Hautvillers, quien inventó en 1670 la famosa bebida espumosa. Además de descubrirla también introdujo una serie de cambios, tales como la selección de la uva, el corcho cónico sujeto con una grapa metálica y las botellas de vidrio más grueso. A pesar de los esfuerzos del monje, el origen de las burbujas continuó siendo un misterio hasta que Louis Pasteur estudió la fermentación en el siglo XIX.
Pero otra versión asegura que no fueron los franceses quienes descubrieron el champán sino los ingleses...

Volvemos a la fermentación, al problema de las burbujas, y de cómo controlarlas para elaborar una bebida alcohólica. Al parecer los ingleses desarrollaron su gusto por los vinos gaseosos en el siglo XVI, importando barriles de vino desde Champagne y añadiendo azúcar y melaza para comenzar la fermentación. Se dice que fueron ellos quienes inventaron las sólidas botellas de cristal para almacenarlo y los corchos para tapar las mismas.

Como demuestran los archivos de la Royal Society, lo que ahora se conoce como méthode champenoise -procedimiento tradicional para hacer un vino espumoso- es el método tradicional usado para obtener champán en Francia, y fue descrito por primera vez en Inglaterra en 1662. Los franceses aportaron finura y habilidad para comercializarlo, pero no fue hasta 1876 cuando perfeccionaron la variedad seca o brut.


Por todo ello parece claro que el monje benedictino Dom Pérignon (1638-1715) no inventó el champán. De hecho, se pasó la mayor parte del tiempo tratando de eliminar las burbujas. Su famosa exclamación “¡Ven rápido, estoy bebiendo estrellas!” fue creada para un anuncio publicitario a finales del siglo XIX. El verdadero legado de Pérignon en lo que al champán se refiere fue su habilidad a la hora de mezclar diferentes variedades de uva provenientes de distintos viñedos así como el uso del alambre característico del corcho.


Más…

Un agujero legal permite a los norteamericanos denominar a sus vinos gaseosos champán. El Tratado de Madrid (1891) dispuso que sólo la región de Champagne podía utilizar tal nombre, regla confirmada en el Tratado de Versalles (1919) tras la Primera Guerra Mundial. Pero los americanos firmaron independientemente un tratado de paz con Alemania, y cuando la Ley Seca se abolió, los mercaderes de vinos se aprovecharon de esa laguna vendiendo su propio “champagne” ante el comprensible cabreo de los franceses.

La copa de champán no está, como se suele creer, diseñada a partir de un molde del pecho de María Antonieta. Fue fabricada por primera vez en 1663 en Inglaterra, mucho antes de que naciera la famosa francesa.

Mo‘t et Chandon, una casa fundada en 1743, tiene más de 25 kilómetros de galerías por debajo de Epernay. Una pequeña porción está abierta a las visitas. Sobre la misma calle, la bodega Mercier, tan famosa como tradicional, construyó un tren para hacer visitar sus instalaciones y muestra un foudre (un tonel grande) de tamaño fuera de serie, construido para la exposición universal de 1889. Este gigantesco barril puede contener más de 200.000 litros de champagne: más que suficiente para los festejos de Año Nuevo.

El champagne Brut Imperial, creado como homenaje a la amistad y preferencia de Napoleón con la casa Möet, es la botella más conocida y vendida del mundo en su categoría.

Aunque lo ideal es consumir la botella de champagne una vez abierta, cuando sobre una cantidad apreciable, se puede recurrir al viejo truco de introducir una cucharilla de plata en posición invertida deslizándose por el cuello de la botella para mantener las burbujas.

Hay aproximadamente 49 millones de burbujas en una botella de 750 ml.

El corcho sale de la botella a una velocidad aproximada de 65 km/hora, pero ha llegado a salir a 160 km/ hora.

La presión en una botella de champán es de 90 libras por pulgada cuadrada, unas tres veces mayor que en un neumático de coche.

Su consumo se asocia a celebraciones y es habitual descorchar una botella de gran formato durante la entrega de trofeos en las carreras de coches o motos. También ha sido tradicional estrellar una botella de champán contra el casco del barco en su botadura.

30 de diciembre de 2010


Los italianos aseguran que el mazapán llego a Venecia desde Chipre en el siglo XVI... Aunque también hay datos que confirman que los árabes lo introdujeron en la Península Ibérica en el siglo VIII; otra leyenda lo sitúa durante el asedio que sufrió la ciudad imperial de Toledo en el siglo XII por parte de los almohades. Cuentan que fue entonces, y para combatir la hambruna, que las monjas del convento de San Clemente molieron a partes iguales almendras y azúcar.
Isabel la Católica, gran apasionada del mazapán, hablaba de él como un "medicamento" por su gran poder energético. Pronto se le dieron formas. La más popular fue la de anguila, un pez, por aquel entonces, exclusivo de los más ricos.
Otra versión dice que su origen es griego, concretamente del panis martius (pan de marzo) hecho a base de miel y almendras, pero la primera referencia histórica que existe está en la famosa obra Las Mil y una Noches.


28 de diciembre de 2010


A estas alturas de las fiestas navideñas lo más seguro es que estéis de turrón hasta la coronilla, pero ¿sabéis quien lo inventó?

Hacia el año 1714, Barcelona estaba aislada por mar y tierra por las tropas de Felipe V.
Ante la situación de escasez de alimentos, las autoridades de la ciudad organizaron un concurso entre los proveedores de alimentos para premiar al que presentara uno que permaneciese inalterable y en condiciones de ser ingerido.
Al poco tiempo, un confitero catalán llamado Turrons ganó el concurso con un producto hecho con una masa de almendras y miel cubierto por obleas. Así nació el primer turrón al que se le dio el nombre de su creador y que en la actualidad se consume en innumerables variedades.
Otra versión cuenta que los inventores del turrón no fueron los catalanes sino los alicantinos. La versión alicantina, que afirma que heredaron de los árabes el arte de hacer turrón, está respaldada por el libro del siglo XVI, "Los lacayos ladrones" de Lope de Rueda, en el que ya se mencionan los populares turrones de Alicante.
Pero sea cual sea su origen, lo que se puede afirmar con toda certeza es el que el turrón es un descendiente directo de otros dulces típicamente españoles como alfajores de Andalucía y alajú de Cuenca, ambos mezclas de nueces, miel y especies aromáticas.

Otras curiosidades

Aunque engorda mucho, la calidad de su grasa, con un alto contenido en ácidos grasos monoinsaturados (16%) y poliinsaturados (5%) y muy poco de saturados (2%), convierte al turrón en un dulce muy interesante en lo que respecta al control de los niveles de colesterol frente al consumo de otros tipos de dulces o pasteles.

Existe turrón en España, en Italia, en Francia y en Turquía. En Italia, el torrone es un dulce típico que se produce con almendras, nueces, clara de huevo y miel de acacia.
En Francia, se elabora el nougat a base de almendras u otros frutos secos, miel y clara de huevo y en Turquía se consume un producto muy similar, la llamada miel turca.

Alicante y Valencia son las dos provincias españolas en donde más se produce el turrón. El turrón de Jijona (en Alicante) tiene una textura pastosa y es conocido como “turrón blando”. Es una masa que lleva miel, azúcar, clara de huevo y almendras marcona. Es típico del menú navideño español.

Argentina, México y Puerto Rico son los países donde más se consume turrón.

Los griegos prepararon los primeros turrones usando productos de su región, para ellos utilizaron miel y almendras y en algunos casos frutos secos. Los griegos no los usaban para celebrar la navidad sino como un energizante para los jugadores olímpicos.


17 de diciembre de 2010

Ya está aquí...

...el típico catarro prenavideño. Como todos los años ataca principalmente mi pobre garganta, mi nariz, y mis ojos; y tiene la puntería de aparecer siempre en estas fechas. Disculpadme, pues, este post de relleno. Ha sido realizado bajo la influencia de potentes antigripales.  
Todo empezó hace unos días, cuando expuesta a las traicioneras corrientes de aire de mi casa, un virus pequeño y enclenque encontró en mis amígdalas un lugar calentito y confortable para instalarse. Le gustó tanto que echó raíces, se multiplicó y engordó proporcionalmente a la felicidad que  allí encontró. La vida le sonreía. Pero mientras él era cada vez más feliz yo me sentía cada vez más débil. Su  felicidad consumía la mía.
Los días pasaban y la cosa empeoraba. El dolor de garganta, la cabeza como un sonajero, el lagrimeo continúo, hacían complicado la mutua convivencia. Había llegado el momento, era o él o yo, y de esa lucha sólo uno de los dos podría salir victorioso. Atajado el mal con ibuprofeno el virus no tuvo más remedio que empezar la mudanza. Y en eso andamos. Él va recogiendo los bártulos, y yo recuperando el terreno perdido. La cosa es que él me ha dado la idea de hacer este post que, aunque no lo parezca todavía, va dedicado a la navidad, pero de una forma especial, con el humor de nuestros queridos viñetistas.

La navidad suele anunciarse con brillantes luces; las que dan el pistoletazo de salida  a las fiestas y que suelen indicar…




...esto mismo. Intermitente e incansablemente. ¡Compre, compre, compre! ¡Gaste, gaste, gaste! 




Por si fuera poco cada año la cosa se adelanta  lenta e inexorablemente.






Y aún así siempre suele pillarnos en el momento  más inoportuno.





Ese momento en que nuestro bolsillo se encuentra notablemente más delgado. Aunque siempre nos sobra algo para comprar ilusión.   




Ilusión, o decepción…





Y aunque haya chascos, también hay espíritu navideño…




No importa que sea gordo o delgado, que las cosas no sean como recordamos, que el mundo haya cambiado tanto…







Porque lo importante, lo que de verdad importa, vale muy  poco. Tan poco que a veces no le damos la importancia que merece.




Para todos los inquilinos del desván, ¡Felices Fiestas!

14 de diciembre de 2010


Como consecuencia de la sequía que asolaba el departamento mexicano de Las Castañas, en 1833, el Alcalde mayor del pueblo decretó:

Art.1: Si en ocho días desde la fecha, no llueve abundantemente, nadie irá a misa ni rezará.

Art.2: Si la sequía dura ocho días más, serán quemadas las iglesias, conventos, capillas...

Art.3: Si tampoco llueve en otros ocho días, serán degollados los clérigos, frailes, monjas, beatas y santurrones.

Además añadía: "Y por el presente se conceden facultades para cometer toda clase de pecados, para que el Supremo Hacedor entienda con quién tiene que vérselas". La noticia fue publicada en el diario La Libertad.

Afortunadamente, llovió a los tres días de la proclama.

11 de diciembre de 2010

Luces de mi ciudad

Si hay algo que me hace reconciliarme con la navidad son las luces que adornan nuestras calles por estas fechas. Esas luces brillantes, como estrellas de colores, me devuelven la ilusión de la infancia, porque al mirarlas me siento como la niña que una vez fui.
Este año las luces de mi ciudad han cambiado un poco de forma. Se han convertido en esferas de varios tamaños que parecen flotar en el aire. También hay adornos más clásicos, pero todos repletos de bombillitas de bajo consumo, que según dicen son mucho más ecológicos. Aún así, son igual de brillantes que las luces de siempre.
La primera foto es el adorno, el único adorno, que ilumina mi calle. La ciudad esta repleta de ellos, casi en cada calle hay luces y más luces, pero a las afueras, donde vivo, los barrios no lucen tan brillantes, no se han gastado tanto dinero en iluminarlos. En todo mi barrio habrá cuatro de estas bombillitas, todas iguales. No hay mucha variedad que digamos. Pero según nos acercamos al centro la cosa cambia. Una explosión de color adorna cada rincón.
Perdonad la pésima calidad de las imágenes pero las hice con el móvil, y aunque de día hace unas fotos más que decentes de noche es imposible sacar una sólo que sea vea bien. Estas son las que he podido rescatar, las que dentro de lo que cabe se ven más nítidas.












10 de diciembre de 2010


La Flor de Pascua se descubrió en México en 1834, su nombre científico es Euphorbia pulcherrima, el nombre pulcherrima significa "la más bella". Su uso se extendió a partir de la tradición anglosajona, cuando se impuso la costumbre navideña de adornar las casas con árboles y plantas. Esa afición por las plantas como motivo de adorno había alcanzado sólo a las iglesias. Con la introducción del árbol de Navidad en los hogares, siguió el resto de ornamentación vegetal, con la Flor de Pascua, el acebo y el muérdago, plantas todas ellas asociadas a la buena suerte.

Esta planta es conocida también con el nombre de Flor o Estrella de Navidad, ya que su floración es de noviembre a enero. Sus hojas presentan un color verde oscuro, con bordes dentados; y tiene además otras hojas coloreadas con aspecto de pétalos que pueden ser de color rojo, blanco, amarillento o rosado. Ha sido esta belleza y variedad cromática tan rara en invierno, la que ha hecho esta planta tan apreciada para adornar la navidad y para atraer la buena suerte; porque como dice el refrán, "En tu casa el rojo y el verde no han de faltar, si la suerte no quieres espantar". Recuérdese también a este propósito, la idea de que en Navidad (y también en Nochevieja) hay que llevar alguna prenda íntima de color rojo para granjearse la mejor suerte.

7 de diciembre de 2010

Hope


Aún no es fácil encontrar mucha información sobre Hope en Internet. Su debut en el mercado tuvo lugar hace muy poco tiempo, el pasado octubre, cuando junto a Jason Mraz lanzó el single “Love, Love, Love”. Su voz angelical, sus melodías armónicas y sus letras llenas de amor y esperanza son su mejor carta de presentación.



3 de diciembre de 2010

El ojo de la cerradura

—Mírala, contoneándose como una modelo. ¡Cualquier día se le descoyunta la cadera! Lo hace para que la miren, que es lo que le gusta. Exhibirse por todo el barrio con sus tacones de aguja. Voy a presentar una queja, Ernesto. Esto no puede seguir así. ¡Qué poca vergüenza entrar al portal a las tantas de la madrugada con la murga de sus tacones resonando en toda la escalera! No tiene consideración con los vecinos, gente decente que tiene ya una edad y que no se pasa las noches de trulenque por ahí como esa…
—¿De quién hablas, Natalia?
—¡De quién va ser! De la vecinita, que fue quedarse viuda y destaparse por completo. Ni luto ni gaitas, Ernesto. A vivir la vida que son dos días. ¡Desvergonzada! Con lo mucho que la quería el buenazo de Julio. Era adoración lo que sentía por ella, y lo que la cuidaba, que cada día le compraba un ramo de flores.
—Un caballero ese Julio.
—De la cabeza a los pies. Un señor. Y ella una fresca. Mira que salir todos los días sin faltar ni uno, que parece que reparte el periódico. Antes se la veía en la azotea, tendiendo. Ya ni eso.
—Tenderá dentro.
—Se compró una secadora.
—Es más práctico.
—No cabía en el ascensor y tuvieron que subirla por la escalera. Machacaron toda la pared. Puse una reclamación, pero ahí se quedó, como todo lo de este bloque de vecinos. El soplagaitas de Luisfer no tiene los redaños necesarios para ser presidente de la comunidad. Todo le resbala. “Todo bien, doñita” y así se le va la vida. Todo bien cuando las cosas no pueden ir peor. Los jóvenes de hoy están agilipollados.
—Cambiará, lo mismo decían del padre y ya ves tú el cargo tan bueno que consiguió en el ayuntamiento.
—Un calzonazos, eso es lo que es. Todo el día detrás de la mujer. “Anita pa´rriba, Anita pa´bajo, Anita esto, Anita aquello. Y a la vecina la tiene en palmitas también. ¿Sabes lo que me dijo el otro día?
—¿Qué?
—Pues me dijo que quien no valora la vida no se la merece. ¿Qué te parece?
—Me parece estupendo.
—No digas sandeces, Ernesto. Y todo porque le comenté lo cambiada que veía a la vecina después de la muerte de Julio; toda arreglada, siempre maquillada, de punta en blanco, estrenando, peinada de peluquería, y sin parar la pata. Pues no tuvo la desfachatez de decirme que con cincuenta y cuatro años no se acaba la vida, y que aún era joven para salir y divertirse, que era lo mejor que hacía, que quedarse dentro de la casa era la muerte en vida.
—Hay quien adquiere la mala costumbre de ser feliz, ¿no?
—¿A qué te refieres?
—A que la vida hay que vivirla, Teresa, a eso me refiero.
—No empieces tu también.
—Escucha Teresa, pienso que…
—Piensas mucho y por eso todo te lo tomas a guasa, pero si te pararas a sentir por una vez…
—Acabaría enganchado al ojo de esa cerradura como tú, vigilando los pasos ajenos, siempre de mal humor por el uso que hacen los otros de su libertad, agriada por no ser suficientemente valiente para mirar su propia vida de frente. Con miedo…
—Ernesto…
—Sí, no me mires de esa forma. Miedo, esa es la palabra; estás acojonada. ¡Ya está bien Teresa! ¿Sabes lo que te pasa? Te pueden los celos, te gustaría ser tú la que sube la escalera taconeando a las tantas, tener el suficiente valor para decir: ¡a la porra con todo!, y a quien le escueza que se rasque. Pero no eres capaz, y te molesta que otros si puedan.
—No esperaba esto de ti.
—Yo tampoco de ti. ¿Cuántos años tienes, Teresa? Cincuenta y nueve, ¿verdad? Entonces ¿por qué te comportas como una vieja? ¿Por qué ya no te peinas como antes; por qué has dejado de maquillarte, de comprarte ropa bonita?
—Tengo problemas mucho más importantes.
—Excusas.
—Lo serán para ti. Y no me hables más, que no quiero seguir escuchándote.
—Sí, ahí sube la vecina por fin, se la oye en la escalera, mejor será que dejemos de hablar de nosotros mismos; no es nada interesante.
—¡Me da igual la vecina!
—¿De verdad? A ver… Sí, esta mirilla es de primera. Vaya, vaya… no sube sola. Le acompaña un hombre. Es joven, demasiado diría yo. Alto, bien vestido, muy elegante.
—Quítate de ahí, anda.
—No, esto es divertido, ya sé porque te gusta tanto. ¡Mira!, acaba de sacar una flor de alguna parte, como por arte de magia. Una rosa. Roja. Se han quedado como tontos mirándose a los ojos. Y…
—¡Hazme el favor!
—Le ha besado, Teresa. ¿Te acuerdas de eso? Se nos daba tan bien. Ya no me besas.
—¡Quítate de ahí! No quiero que nos oiga. Pero… ¡qué alto es!, tenías razón, y qué joven, si no tiene ni barba. Qué poca vergüenza, cuando hace seis meses que... ¿Qué pasa, Ernesto, a dónde vas?
—Aparta, Teresa, sólo será un segundo, no te perderás mucho. Déjame pasar.
—¿Pero a dónde vas?
—A alguna parte, a vivir en lugar de ver como otros lo hacen.
—¿Con las rodillas como las tienes?
—Sólo voy a decirte una cosa, Teresa, ¡a la porra con todo!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...