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9 de marzo de 2013

Ausente por un tiempo


Reconozco que hace tiempo que no me atrae tanto seguir mis huellas, marcadas en las vetas de los polvorientos tablones del suelo, que conducen hasta aquí. Hace mucho que no me paso a recoger, a poner orden y pasar un trapo a los rincones. La verdad es que en este momento de mi vida, con muchas cosas que cambian y permanecen, para mi desgracia, como no quiero, no tengo ganas de subir con el plumero. Y he pensado que a este Desván mío le hace falta ese polvo y unas cuantas telarañas. Así es como tienen que ser los desvanes, lugares desordenados, caóticos, un poquito sombríos, misteriosos, iluminados a medias, abarrotados de trastos…
Necesita ese polvo, y yo airearme un poco, poner luz en mis ideas, recuperar las ganas de seguir contando cosas, a vosotros y a mí misma. Estaría mal que al menos no colgara un cartel en la puerta poniendo “ausente por un tiempo”, por respeto a quienes leen y me visitan. Tengo que irme, es lo que me pide el cuerpo. Volveré, quizás cuando este invierno interminable termine.
Gracias por vuestras palabras, las valoro mucho. Gracias por ser fieles aunque no nos visitemos a menudo, por venir sin que os lo tenga que recordar ni pedir, sin esperar nada a cambio, gracias por vuestro cariño. Aunque este sea un medio gélido se siente el calor de las palabras, y en estas semanas pasadas me ha reconfortado leerlas.
Hasta pronto.

1 de marzo de 2013

Adiós, amigo

Hablar de ti no es fácil en este momento. Pensar en ti me hace sentir triste, vacía, como si me faltara algo muy vital, muy necesario para poder respirar. Tu fuiste lo más bonito que tuve, el regalo más preciado que nadie me hizo jamás. Me diste cariño, me diste amor incondicional, jamás dejaste de quererme, de buscarme con la mirada, de necesitarme. Llegaste a mi vida para enseñarme el significado de la amistad, de la lealtad ciega. Sé que sentiste mi amor reciproco,  y que hasta el final lo sentiste cerca de ti, más fuerte que al principio. Ojalá hubiera podido estar en ese último viaje, pero no pudo ser. No tuve la opción. Quizás me hubieran fallado las fuerzas, quizás no hubiera podido resistir la certeza de saber que sería la última vez que nos viéramos. Nunca dejará de dolerme ese adiós que no pude darte. Pero quizás fue mejor así.  Inesperadamente llegaste a mí, e inesperadamente te fuiste, aunque hiciera mucho tiempo que ya no eras el mismo, aunque hiciera mucho tiempo que te marchabas poco a poco. Sé que siempre formarás parte de mí, que siempre estarás aquí, porque formaste parte de mi familia, porque eras mi familia. No verte es duro, aunque en el fondo sepa que estás mejor ahora. Sin embargo me puede la tristeza, y no sé cómo superarla, como dejar de llorar al sentir tu ausencia. Hay un hueco demasiado grande en casa, y sobre todo en mi corazón. Siempre te querré, querido Buba, mi perro más bueno, mi perrito más guapo. Tenerte a mi lado ha sido una suerte para mí. Sé que ahora tengo que aprender a vivir sin ti, y sé que no será fácil. Gracias por todo el amor que me diste, por ese amor puro e incondicional.



El sábado 23 de febrero fue uno de los días más tristes de mi vida. Mi perro dejó de existir. Se marchó sin que pudiera darle un último abrazo. La mitad de mi vida la he pasado junto a él. Él está en todos mis recuerdos. Si echo la vista atrás me es difícil no verle. Era un perro especial, a todo el mundo le llamaba la atención la nobleza de su mirada, eran como dos ventanas abiertas, siempre brillantes, rebosantes de amor. Era bueno con todo el mundo, nos quería a todos por igual, nos acompañaba a todos por igual, incluso en su vejez cuando ya no podía moverse. Fue duro verle envejecer así. Era un perro muy vital, con una energía increíble, pero sus patitas traseras dejaron de funcionarle, y de ahí derivaron otros problemas. Recuerdo especialmente el día que llegó a casa, fue el día del padre de 1997. Yo y mis cuatro hermanos habíamos preparado una fiesta para nuestro padre pero fue él quien nos trajo el mejor regalo del mundo, a nuestro Brown; a nuestro marroncito peludo; esa bolita dulce y buena, ese compañero alegre y risueño que llenó nuestras vidas. Nunca había tenido un perro antes, les tenía miedo, pero él fue especial, él me hizo amar a los perros. Por eso siento como si me hubiesen arrancado algo. Siento su vacío, me faltan sus ojitos mirándome. Me falta su cariño. Nunca pensé que podría echarle tanto de menos pero esta semana ha sido la más dura que he pasado en mucho tiempo. Me asaltan muchos recuerdos y me puede la pena de no haber estado con él en ese instante final. Sé que él se llevó todo nuestro amor, que lo sintió, pero me siento triste, muy triste. Él ha sido muy importante para mi, tanto que, aunque me sienta incapaz de escribir, tengo que hacerle este pequeño homenaje desde aquí.
Estabas destinado para mí, y le doy gracias al destino por haberte puesto en mi vida.
Adiós amigo, ojala exista un cielo donde nos podamos volver a ver.


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