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20 de octubre de 2010


Durante la Primera Guerra Mundial el radio era utilizado para pintar las esferas luminosas de relojes e instrumentos militares. Se utilizaban cristales de sulfuro de zinc mezclados con sales de radio. Las partículas que emitía el radio chocaban con las moléculas de dichos cristales produciendo una luz que permitía ver en la oscuridad.
El radio se extraía de un mineral llamado “carnotita”. Gracias a esto surgió la patente de pintura luminosa “Undark”
La US Radium Corporation
fue la fábrica encargada de la elaboración y distribución del peligroso pigmento. Para lo cual se contrataron a cientos de mujeres que realizarían las labores de pintado.
Las chicas debían aplicar el Undark a los números y agujas de relojes y contadores con un pincel muy fino. Después de unos pocos trazos el pincel tendía a perder su forma, por lo que los supervisores animaron a las mujeres a utilizar sus labios y lengua para mantener la punta de los pinceles de pelo de camello limpia y afilada. La pintura brillante era totalmente insípida, y los supervisores les aseguraron que el único efecto secundario físico que sufrirían sería una ligera coloración rosa en las mejillas. La preocupación se redujo aún más por el hecho de que, en aquella época, el radio se comercializaba como un elixir médico para el tratamiento de todo tipo de dolencias.


Sin embargo, los propietarios de la fábrica conocían los riesgos reales y, naturalmente, tomaron muchas precauciones para protegerse. Sabían que el ingrediente clave del Undark era un millón de veces más activo que el uranio, por lo que los químicos de la compañía usaban pantallas de plomo, máscaras, y pinzas cuando trabajaban con la pintura. Pero dentro de la fábrica, donde casi todas las superficies brillaban con radioluminiscencia, estos peligros se desconocían. Algunas de las mujeres, ignorando los riesgos, se divertían pintado sus uñas y dientes con la pintura. Aquel era un juego divertido que tenía como objetivo sorprender a sus novios cuando las luces se apagaran.

Poco a poco las mujeres fueron enfermando: Anemias, neoplasias, necrosis y lo que más tarde se bautizó como ‘Mandíbula de Radio‘. En 1925 un dentista de Nueva York atribuyó las patologías encontradas en el 80% de las mujeres de la fábrica a la toxicidad del fósforo. Mientras varios informes, pagados por los propietarios del negocio, intoxicaron a la opinión pública achacando los síntomas a enfermedades de transmisión sexual como la sífilis, en un intento de manchar la reputación de las trabajadoras.
No fue hasta que una de ellas, Grace Fryer, demandó a la empresa cuando se consiguió movilizar a la opinión pública en lo que se considera la primera demanda por daños ocasionados en condiciones laborales abusivas; sentando jurisprudencia y los precedentes legales para redactar los primeros reglamentos modernos de seguridad y salud en el trabajo.
A Grace Fryer le costó dos años y 9 dientes encontrar al abogado Raymond Berry; único letrado que aceptó preparar la demanda contra la United States Radium Corporation. Con el apoyo de cinco chicas más de la fábrica y la complicidad de unos medios muy sensibilizados con la historia, llevaron el litigio a los tribunales en 1928.
Cuando se inició el juicio ninguna de las cinco chicas pudo prestar juramento de pie. Pero aún no habían terminado las maquinaciones de la empresa. De algún modo, convencieron al juez para que fuera retrasando la causa con los pretextos más peregrinos, con la esperanza de que las demandantes murieran antes de que se pudiera dictar sentencia.


La empresa fue condenada finalmente a pagar 100.000 dólares -de los 250.000 pedidos por el ministerio fiscal- y una pensión mensual y vitalicia de 600 a cada una de las ‘chicas radiactivas’; aunque muchas de ellas no llegaron a cobrar una sola mensualidad. Varios meses después la fábrica cerró abrumada por las dificultades en el modelo de negocio de un producto peligroso y las críticas públicas a una gestión delictiva y denigrante para con sus trabajadores. Nadie quería trabajar ya para la United States Radium Corporation.
La última trabajadora murió de cáncer en 1930. Pero no fue en vano, con ellas se despertó el movimiento sindical por la defensa de los derechos civiles del trabajador, ratificado en 1948. Y se modificaron, además, todos los procedimientos para la manipulación de los pigmentos y sustancias radiactivas.


Cortometraje "Glow", dedicado a las chicas del radio.



Fuentes:

6 comentarios:

Miguel Schweiz dijo...

Terrible Raquel. Lástima que nunca se aprende y se siguen realizando estas prácticas y maquinaciones.

Eso sigue pasando hasta en el campo, es tal la cantidad de veneno que daña a los trabajadores, sus pulmones, infartos, pero siempre encuentran cómo desviar hacia otros factores.

Excelente artículo.

Besos

Raquel dijo...

Cuando escuché esta historia me indignó la actitud que tuvieron los responsables de la fábrica con sus trabajadoras. Nunca les informaron del peligro que corrían y para colmo las expusieron el doble al animarlas a mojar el pincel con su boca. Las trataron como a ciudadanos de segunda; peor que a los perros. Las calumniaron, las ningunearon e intentaron hasta el final salir indemnes de todo. Fueron muy crueles con estas mujeres que sólo querían trabajar, ganar su propio dinero y ser útiles. En aquella época era difícil para las mujeres encontrar trabajo, así que me imagino que trabajar en aquella fábrica era un privilegio para ellas. La verdad es que es una historia triste, de esas injusticias que pase el tiempo que pase siguen doliendo.
Una pena que estas cosas, estos abusos, sigan haciéndose.
Un beso.

Prometeo dijo...

Terrible y no ha sido la unica, el asbesto ha sido otra y mas reciente y mas cercana a nosotros...es lo que tiene que se vea mas el negocio sin mas, sin ver algo mas alla, de la gente que trababjo contigo, de la etica...un articulo sobresaliente. un abrazo.

Nortiz dijo...

Qué barbaridad O.O
Lo que es capaz de hacer la gente por ganar dinero. Es que es increíble, jamás me hubiera imaginado que le hubieran dado ese uso al radio... Siempre, en química lo estudié como que era radiactico y desde luego, nunca me dijeron de pintarme las uñas con él.
¡Qué tristeee!
Muy buena entrada Raquel. Siempre está bien aprender este tipo de cosas y no dejarlas en el pasado para que no vuelva a ocurrir nada parecido. Y pobres mujeres que tuvieron que sufrir por culpa de esta... ¡gentuza!
Un abrazo :)

Ana Bohemia dijo...

Terrible suceso, que mal se comportaron con aquellas pobres mujeres, como les ocultaron los daños reales de lo peligroso que era el producto con el que trabajaban, que poca verguenza tuvieron al intentar empañar su reputación con acusaciones como que sus padecimientos eran por culpa de enfermedades de trasmisión sexual, que mal que hicieron al comprar médicos y sobornar jueces... Ay dios, que desprotegidas estaban las mujeres trabajadoras en aquella época, es triste pensar que para aquellos hombres las vidas de esas inocentes chicas no valían nada.
Buen articulo Raque, muy interesante.
Un beso
;)

Raquel dijo...

Terrible lo del amianto en España. Es indignante que el dinero esté por encima de las personas y su bienestar. Tremendo.
Un abrazo Prometeo.



Es que en esa época se desconocian los riesgos. El radio se usaba para muchas cosas, incluso había agua radiada, pasta de dientes, y otros objetos cotidianos. Hace unos años publiqué esta entrada en mi blog que esta relacionada con esto, por si quieres echarle un vistazo te dejo el link:

http://eldesvansecreto.blogspot.com/2008/10/publicidad-radioactiva.html

Estas pobres mujeres fueron engañadas, nunca les informaron de nada. Fueron muy crueles con ellas. La verdad es que esta historia me indignó cuando la leí.
Gracias Natalia.
Un abrazo.



Gracias Ana. Como dices es tremendo que quisieran difamarlas de esa manera cuando ellos eran los principales responsables de su estado. En aquella época era dicifil para la mujer trabajar, muy dificil. Los trabajos que hacían las mujeres eran los más delicados, mal pagados y en definitiva los que no querían hacer los hombres. Así que me imagino la oportunidad que para esas chicas supunía trabajar en esa fábrica. Eso es lo más triste. El engaño, y todo lo que vino despues.
Un beso Ana :)

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