Buscar este blog

8 de septiembre de 2013




 
El 20 de diciembre de 1943, despegaba del campo de aviación RAF Kimbolton (Inglaterra) el bombardero B-17, llamado Ye Olde Pub, de la United States Air Force (USAF) con la misión de bombardear una fábrica de aviones en Bremen (Alemania). La tripulación de la aeronave estaba compuesta por Bertrand O.Coulombe, Alex Yelesanko, Richard A. Pechout, Lloyd H. Jennings, Hugh S. Eckenrode, Samuel W. Blackford, Spencer G. Lucas, Albert Sadok, Robert M. Andrews y al frente de todos ellos el joven teniente Charles L. Brown.
 
Consiguieron realizar la misión pero a un alto precio. El artillero de cola había muerto y 6 tripulantes más estaban heridos, el morro estaba dañado, dos motores fueron alcanzados y de los dos restantes sólo uno tenía suficiente potencia, el fuselaje estaba seriamente dañado por los impactos de las batería antiaéreas y los cazas alemanes, incluso el piloto Charlie Brown llegó a perder la consciencia momentáneamente. Cuando Charlie despertó consiguió estabilizar el avión y ordenó que se atendiese a los heridos.


Cuando pensaba que bastante tendrían con mantener la aeronave en el aire, llegó lo peor, un caza alemán apareció en la cola. Todos pensaron que ya había llegado su momento, pero el caza en lugar de disparar se puso en paralelo del bombardero. Charlie giró la cabeza y vio cómo el piloto alemán le hacia gestos con las manos. Así se mantuvo durante unos instantes, hasta que el teniente ordenó a uno de sus hombres subir a la torreta de la ametralladora… pero antes de poder cumplir la orden, el alemán miró a los ojos a Charlie le hizo un gesto con la mano y se marchó. A duras penas, y tras recorrer 250 millas, Ye Olde Pub consiguió aterrizar en Norfolk (Inglaterra). Charlie contó a sus superiores lo ocurrido pero éstos decidieron ocultar aquel acto de humanidad. Pero el teniente no lo olvidó… ¿Por qué no los había derribado?

En 1987, 44 años después de aquel suceso, Charie comenzó a buscar al hombre que les había perdonado la vida a pesar de no saber nada de él y, mucho menos, si todavía estaba vivo. Puso un anuncio en una publicación de pilotos de combate:

Estoy buscando el hombre que me salvó la vida el 20 de diciembre de 1943.

 
Desde Vancouver (Canadá), alguien se puso en contacto con él, era Franz Stigler. Después de cruzar varias cartas y llamadas de teléfono, en 1990 lograron reunirse.

“Vi su artillero tendido y sangrando profusamente... así, no podía disparar.” “Yo no tenía estómago para acabar con esos hombres tan valientes” dijo más tarde Stigler. “Volé junto a ellos durante mucho tiempo. Ellos estaban tratando de llegar a casa desesperadamente. Yo no podría haber disparado contra ellos. Hubiera sido como disparar a un hombre en paracaídas.”
 

Fue como encontrarse con un hermano que no veías desde hace 40 años

Tras varios abrazos y alguna que otra lágrima, Chrarlie le preguntó a Franz: ¿Por qué no nos derribaste?

Franz le explicó que cuando se puso en su cola y los tenía en el punto de mira para disparar, sólo vio una avión que a duras penas se mantenía en el aire, sin defensas y con la tripulación malherida, no había ningún honor en derribar aquella aeronave, era como abatir a un paracaidista. Franz había servido en África a las órdenes del teniente Gustav Roedel, un caballero del aire, que les inculcó la idea de que para sobrevivir moralmente a una guerra se debía combatir con honor y humanidad; de no ser así, no serían capaces de vivir consigo mismos el resto de sus días. Aquel código no escrito les salvó la vida. Trató de guiarlos para sacarlos de allí, pero tuvo que desistir cuando se acercaban a una torre de control alemana; si hubiesen descubierto a Franz habría supuesto la pena de muerte.



Durante varios años compartieron sus vidas y en 2008, con seis meses de diferencia, fallecieron de sendos ataques al corazón. Franz Stigler tenía 92 años y Charlie Brown 87.
 

4 comentarios:

Ligia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ligia dijo...

Perdona, Raquel, que puse el comentario anterior con el otro perfil y lo eliminé. Te decía que es una historia muy emotiva, que demuestra que aún en época de guerras siempre se encuentra gente de honor. Abrazos

Raquel dijo...

Es lo que me gustó de esta historia, al final, y como decía Franz, para sobrevivir moralmente a una guerra, sólo se puede actuar con honor. Una bonita historia, de verdad, sobre todo por la buena amistad que al final forjaron los dos.
Un abrazo Ligia.

Ana Bohemia dijo...

Una historia que nos reconcilia con la sociedad, que nos hace pensar que en las guerras no siempre se cometen actos de injusticias y atrocidad, sino que en parte algunos conservan cierto honor, cierta ética (aunque resulte difícil imaginarlo).
Ya había leído esta historia pero ha sido genial volver a verla, y al final se hicieron amigos... Buen final.
:)

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...