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1 de febrero de 2010


Aquí, en Tenerife, no ha parado de llover en todo el día; un aguacero como hace tiempo que no caía y que trae dolorosos recuerdos de otras tormentas, como la del 31 de Marzo de 2002. Normalmente no me gusta la lluvia, me deprime, pero cuando cae como hoy, con tanta furia, me da pavor. Lo peor de las tormentas para mí, sin embargo, no es el agua que se abre paso por las paredes y tejados, son los rayos, los truenos; ese estruendo que rasga el cielo y que cae con violencia sobre todo. He perdido la cuenta de cuántos rayos han podido caer hoy, pero han sido muchos. Algunos han caído relativamente cerca. Para paliar mi miedo instintivo a los truenos me he puesto a investigar qué son y por qué se producen y esto es lo que he encontrado. Al menos, entretenida en esto, me he olvidado de los que caían cerca de mi ventana.

En medio de una tormenta se producen descargas eléctricas llamadas rayos que tienen dos efectos apreciables por nosotros. Uno visible, que conocemos como relámpago y que viaja a la velocidad de la luz, 300 000 km/s (energía electromagnética); y otro sonoro, que conocemos como trueno y que se desplaza a la velocidad sónica de 340 m/s. (energía mecánica).

Las cargas negativas y positivas se concentran en diferentes partes de la nube originando diferencias de potencial que, cuando alcanzan el campo de potencial crítico cercano al medio millón de voltios, se liberan en los espectaculares destellos que denominamos relámpagos.

El rayo que cae al suelo produce la fulgurita (del latín fulgur, relámpago), nombre que se le da en mineralogía a las rocas cuya superficie ha sido fundida por rayos y también a los agujeros característicos que se forman en las rocas a causa del mismo agente. Cuando golpean rayos sobre las superficies desnudas de las rocas, el aumento repentino de temperatura puede producir cierto grado de fusión, especialmente cuando las rocas son secas y la electricidad no circula con facilidad.

Diariamente en el mundo se producen unas 44.000 tormentas y se generan más de 8.000.000 de rayos según el sistema de detección mundial de meteorología. Se calcula que aproximadamente sólo el 60% de los rayos producen truenos. Esto se debe a que, a menudo, las ondas de varios rayos consecutivos se mezclan para formar uno, o se anulan mutuamente.

Otras curiosidades sobre el Rayo:

Esta magnífica energía contenida en un rayo es lo que hizo que prácticamente todas las culturas, comenzando por Zeus, Thor (trueno), Musulmanes, Hindues, Navajos o Araucanos, le atribuyeran al rayo y el trueno un origen divino, ya sea como castigo o señal.

Muchos científicos como Newton y Franklin desarrollaron investigaciones al respecto y, sobre todo este último, diseñaron sistemas que atraían estas cargas eléctricas hacia la tierra (pararrayos), de manera de evitar que se acumulara en grandes proporciones y evitar sus efectos indeseables.

El rayo: ¿creador de la vida?

El rayo, a niveles no tan masivos como en una tormenta eléctrica, pudo haber jugado un papel fundamental en la creación de la vida en la Tierra. Harold Urey, Premio Nobel de Química en 1934, propuso que la tierra estaba formada inicialmente por amonio, hidrógeno, metano y vapor de agua. Stanley Miller, uno de sus alumnos, creó experimentalmente en 1950 un ambiente conformado sólo con los elementos mencionados. Pero le agregó una chispa eléctrica para iluminarlo y descubrió que, habiéndose previamente cerciorado de que ninguna estructura viva había en el ambiente por él diseñado, después de una semana encontró que se habían formado aminoácidos, los componentes de las proteínas.


5 comentarios:

Ligia dijo...

Bueno, al menos has aprovechado el tiempo. La verdad es que ha estado "feo". Yo estuve sacando agua del garage, entre otros entretenimientos...
Parece que hoy irá pasando la tormenta. Abrazos

Anónimo dijo...

Raquel, buen asunto para tratar: El de los cabreos de la Madre Naturaleza (y menos mal que tienes al Padre Teide dormido)

Pero démosle la vuelta a la moneda.

Bien resguardado, a mí no sólo no me impresionan los rayos sino que me gustan. Sin embargo, una vez sufrí una tormenta yendo campo a través a toda prisa porque se hacía de noche y porque nos dirigíamos a una estación donde su tren no esperaba.

Aquello fue para vivirlo, Raquel, menos mal que no iba solo que éramos cuatro, que de vez en cuando nos parábamos para darnos abrazos.

Sin embargo con la lluvia, Raquel, ahí sí que me diste en lo más profundo, mi niña mimada de la naturaleza que no sólo no me deprime sino que me alegra y me inspira. Ya, ya lo sé, como decía aquel torero… que hay gente pa tó.

¿Pero te paraste a pensar como gotean y huelen los árboles después de la lluvia?

Un cariñoso saludo.

Zhivago

Ana Bohemia dijo...

¡Rayos y centellas vaya nochecita la de ayer!
Los rayos son un espectaculo increíble pero para verlos a poder ser desde muy lejos.
Un beso
;)

Prometeo dijo...

Buen tema y muy bien tratado. Me encantan las tormentas. La mejor y mas bella fue cerca de Molina de Aragon, en el poblado iberico. Ver los rayos saliendo de las nubes y llegando a la tierra al tiepo que se dividian en multiples ramas y avanzaban hacia mi, en lo alto de la loma...impresionante y da miedo.
Un abarzo.

Raquel dijo...

Que faena lo del garaje, espero que no haya sido muy grave la cosa.
Menos mal que tras la tormenta llega la calma.
Un abrazo.


Pues menos mal que tenías a gente a tu alrededor en ese momento. No me gustan nada las tormentas, ni siquiera para verlas resguardada en mi casita; sólo el ruido me inquieta.
La lluvia puede ser bonita, no digo que no, es romántica en ocasiones, pero si vieras como caía en lunes aqui no pensarías que es alegre, ni mucho menos.
La suerte que tengo es que vivo junto a una huerta y la ventana de mi cuarto esta junto a un árbol; me gusta como huele la hierba mojada, el cielo y la tierra. En eso tengo suerte.
Un saludo, Zhivago.


Una noche para recordar, y un día de perros. Increible como llovió y cómo se desbordó todo.
Los rayos tienen un punto magnético, como las tormentas. Pero a mi desde luego no me gustan un pelo. Menos mal que al final, y para lo que podía haber pasado, no pasó nada, sólo daños materiales, afortunadamente.
Un beso, Anita.


Lo que cuentas da miedo, Prometeo. Si yo me viera un rayo avanzar hasta mi se me pararía el corazón. Reconozco el poder que tienen las tormentas, son hechiceras, atraen, pero inquietan lo suyo.
Un abrazo.

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