Desde la Antigüedad
Para encontrar el origen del pintalabios hay que remontarse a la antigua Mesopotamia. Allí, alrededor del 5.000 a.C., las mujeres se aplicaban una mezcla de piedras semi-preciosas trituradas para embellecer labios y ojos.
Estos antiguos egipcios extraían los pigmentos de sustancias que tenían serios efectos sobre la salud; por ejemplo utilizaban el fucus-algin para obtener un tinte rojo-amoratado, una solución de 0.01% de yodo, y algo de bromo mannite, que provocaba enfermedades e incluso la muerte.
Los hombres egipcios también se maquillaban, aunque éstos preferían los tintes negros azulados y el bermellón. En la tumba de Tutankhamón se encontraron vasijas con este tipo de pigmentos.
Cleopatra elaboraba su propio pintalabios triturando escarabajos de carmín, que poseían un pigmento rojo profundo, y hormigas para la base. Los pintalabios con efectos brillantes se hacían usando una sustancia iridiscente encontrada en las escamas de los peces, llamada esencia de perlas.
En el Valle del Indo, en el 3.000 a.C, también era usual pintarse los labios de rojo. Para ello empleaban elementos tales como la arcilla roja, henna, algas, oxido de hierro (herrumbre) y yodo.
La Reina Puabi (Shub-ad) de Ur, de Sumeria, se aplicaba una mezcla de piedras rojas trituradas y plomo blanco.
Durante siglos, una crema roja hecha con sustancias vegetales, y coloreada con sulfuro rojo de mercurio, provocó numerosas intoxicaciones, ya que era venenosa.
En la Antigua Grecia sólo las prostitutas se pintaban los labios, mientras que las mujeres respetables se dejaban la cara limpia. Esta diferenciación de género social era tan estricta, que se estableció una ley para evitar que los hombres confundiesen a las damas con prostitutas. Era obligatorio que las cortesanas se pintaran los labios, maquillaran, y merodearan sólo a ciertas horas del día.
Con el tiempo esta costumbre desapareció y las mujeres pudientes comenzaron a pintarse los labios, mientras que las de clase baja prefirieron no hacerlo.
Los hombres romanos se pintaban los labios de acuerdo a su estatus social, mientras que las mujeres adineradas poseían su propio séquito de esclavos para asegurarse de ir perfectamente maquilladas. Los productos que elaboraban para pintar los labios todavía llevaban metales perjudiciales, como plomo o mercurio.
La clase baja, en cambio, consiguió evitar las intoxicaciones, ya que coloreaban sus labios con el sedimento que producía el vino.
Durante la Edad de Oro del Islam, el conocido médico, cirujano y especialista en cosméticos andaluz Abu al-Qasim al-Zahrawi (Abulcasis), desarrolló las primeras barras de labios sólidas, que se perfumaban y prensaban en moldes especiales. Este método se puede leer en la enciclopedia medicinal Al-Tasrif.
El color del pecado
En la edad media el pintalabios fue vetado por la iglesia. Se le consideraba “la encarnación de Satán”, reservándose su uso a las prostitutas, ya que sólo ellas, al tratarse de seres amorales, se atrevían a desafiar la belleza natural que Dios les había otorgado sin miedo al castigo divino.
En el siglo XVI, los pintalabios empezaron a ganar popularidad gracias a que la reina Isabel I impuso la moda de los rostros pálidos y los labios intensamente rojos. Tal era su pasión por el maquillaje que incluso en su lecho de muerte llevó los labios generosamente pintados.
En ese entonces, los lápices labiales se obtenían mezclando cochinilla, clara de huevo, goma arábiga, savia de higuera, cera de abejas y pigmentos rojos de distintas plantas (rosas y geranios).
Durante el Renacimiento se daba mucha importancia a la belleza. Las mujeres de esta época creían que pintarse los labios poseía propiedades mágicas.
En 1770 se propuso una ley al parlamento británico en la que se debía señalar como brujas a las mujeres que se pintasen los labios, y se pedía la anulación de un matrimonio si la mujer se maquillaba antes del día de su boda.
En el siglo XIX el pintalabios no fue bien recibido por la alta sociedad de la época. Cuando la reina Victoria ascendió al trono declaró que el maquillaje era símbolo de la vulgaridad propia de las clases bajas, del espectáculo y de la prostitución.
Para tener un color saludable en los labios, las mujeres de la alta sociedad optaban por besar papel crepé rojo, morderse los labios, aplicarse bálsamos rojizos o vino de Oporto, o bien realizar ejercicios vocales en los que repetían por orden palabras como “peas, prunes, prisms” (guisantes, ciruelas, prismas) para realizar muecas. Otras simplemente importaban furtivamente los cosméticos de Francia.
En la década de 1850 aparecieron algunas publicaciones advirtiendo de la peligrosidad de ciertos cosméticos basados en el plomo y bermellón.
Una barra revolucionaria
Al finalizar el siglo XIX, Guerlain, una compañía de cosméticos francesa, comenzó a producir barra de labios. El primer pintalabios comercial fue desarrollado en 1883 por perfumistas de París. La barra se cubría con un papel sedoso y se fabricaba con sebo de ciervo, aceite de ricino y cera de abeja. Hasta la fecha, los pintalabios se hacían de forma casera en casa.
A principios del siglo XX, se utilizó el pintalabios como símbolo de rebelión e independencia por parte de las mujeres. En el punto álgido del movimiento por el sufragio femenino, líderes como Elizabeth Cady Stanton y Charlotte Perkins Gilman instaron a las mujeres a emplear pintura de labios rojo carmesí en sus concentraciones. Tanto en Estados Unidos como Reino Unido, las mujeres se aplicaban pintalabios en público para escandalizar a los hombres.
Muchas sufragistas estadounidenses llevaban lápiz de labios rojo en su afán de escapar de las actitudes victorianas de la época. Miss Arden participó en este movimiento, llegando incluso a marchar con las sufragistas por la Quinta Avenida frente a la Puerta Roja de su propio Salón de Belleza. Escuchando su intuición como empresaria, ofreció a estas mujeres el lápiz de labios Elizabeth Arden. Con la promulgación de la 19 Enmienda en 1920, a las mujeres estadounidenses se les concedió finalmente el derecho al voto. Desde entonces, el lápiz de labios rojo sigue siendo un símbolo de poder.
En 1915 Maurice Levy comercializó el pintalabios en cilindros de metal. Este nuevo formato más cómodo, la barra se deslizaba a la parte superior gracias a una pequeña palanca, permitió que tuviesen mejor aceptación entre las féminas.
Durante la década de 1920, pintarse los labios era un modo de revelarse ante las normas sociales estipuladas.
Del cine a la calle
Las barras de color rojo oscuro fueron muy populares en la década de 1920, en parte porque eran los preferidos por las actrices del cine en blanco y negro, ya que hacía destacar sus bocas frente a las cámaras.
Las chicas de los años 20 optaban por pintarse los labios formando un “arco de cupido”, inspirándose en la actriz Clara Bow. Por aquella época, aplicarse pintalabios en público durante la comida era correcto, pero nunca durante la cena.
Max Factor puso color a las actrices de Hollywood de aquella época, como Jean Harlow, Claudette Colbert, Bette Davis, Norma Shearer, Joan Crawford y Judy Garland.
Aunque en la Segunda Guerra Mundial escaseaban algunos elementos para su fabricación (petróleo y aceite de ricino), el pintalabios siguió en auge gracias a la industria del cine, que mostraba a sus actrices con los labios pintados como un complemento de su belleza.
Durante la década de 1950, el lápiz de labios se convirtió en algo común, los cilindros de metal fueron sustituidos por tubos de plástico; un objeto que se vendía como rosquillas. Las actrices icónicas crearon sus propios looks, como por ejemplo Marilyn Monroe o Audrey Hepburn. Los tonos blanco, beige o metálico se convirtieron en tendencia.
En tiempos de guerra
La sociedad de los 40 se cuestionaba si era "patriótico" dedicar tanta atención a "la imagen" mientras la mayoría de los hombres luchaba en el frente. Pero los soldados preferían ver a mujeres bellas antes de salir a combate.
A las mujeres marines se les ofrecían pintalabios junto con el uniforme, además de consejos sobre cómo aplicarse el maquillaje, y lecciones de elegancia y etiqueta.
Tras la guerra, el ministerio estadounidense de Economía determinó que las mujeres que trabajaran para la industria armamentística lucirían carmín para incrementar la productividad.
La guerra permitió que las mujeres pudiesen trabajar como ingenieras o científicas, y al finalizar la década de 1940, Hazel Bishop, ingeniera de New York, creó el primer lápiz de labios de larga duración, denominado “Sin Mancha”.
Más…
En Japón, las geishas obtenían su pintalabios aplastando pétalos de cártamo.
Durante el reinado de Luis XIV, las mujeres usaban limones para enrojecer sus labios.
En 1889 se publica el libro: “La belleza y la forma de mantenerla” donde se dan consejos de belleza utilizando el pintalabios como elemento fundamental.
En la década de 1890 el carmín comenzó a mezclarse con aceite y cera, siendo mejor aceptado por las mujeres al considerarse que tenía un toque más natural.
Las actrices Lillie Langtry y Sarah Bernhardt fueron pioneras en ir maquilladas en público. Sarah lo llamaba “bolígrafo del amor”.
En la década de 1920 Elizabeth Arden y Estee Lauder empezaron a vender pintalabios en sus salones.
En 1923 fue patentado el primer pintalabios que se abría girando la base, ideado por James Bruce Mason Jr. en Nashville, Tennessee.
Durante la Gran Depresión de la década de 1930 las mujeres se pintaron los labios más que nunca. A principios de dicha década, Elizabeth Arden introdujo varios colores de pintalabios y se inspiró en otras compañías para crear diferentes tonalidades.
Un estudio realizado en 1937, reveló que cerca del 50% de las chicas se había peleado con sus padres por culpa del lápiz de labios. En esa época se veía como un símbolo de sexualidad adulta. Las chicas jóvenes creían que pintarse los labios era una señal de madurez, mientras que los adultos lo veían como una señal de subversión.
George Washington usaba pintalabios de vez en cuando... Y maquillaje, y peluca...
La Reina Isabel II encargó un pintalabios personalizado para que hiciera juego con su ropa durante su coronación en 1952. El tono elegido, un suave rojo-azul, se llamó 'El lápiz Balmoral', en homenaje a su país de origen (Escocia).
A Liz Taylor le gustaba tanto su rojo de labios que intentó evitar que las demás mujeres le robaran protagonismo dictando que solo ella podría llevarlo en el set de rodaje.
En la II Guerra Mundial, todos los cosméticos a excepción del pintalabios fueron racionados. Churchill decidió seguir produciendo este último porque creía que aportaba un efecto positivo en la moral de la sociedad. Sobra decir que las ventas durante esos años aumentaron de manera significativa.
A medida que miles de mujeres se unían al esfuerzo de guerra, Elizabeth Arden fue creando varios tonos de rojo, como el 'Rojo Montezuma' y el 'Rojo Victoria', a juego con los uniformes de las mujeres que prestaban servicio en el ejército. Ese gesto demostraba que estas podían ser femeninas y fuertes, convirtiéndose la exhibición de este enérgico tono en un signo de valentía y patriotismo.
A mediados de los 40, las revistas advertían a las chicas que maquillarse podía arruinar su popularidad y la oportunidad de tener una carrera de provecho; el carmín todavía se asociaba a la prostitución. Las publicaciones reflejaron que los hombres preferían el aspecto natural en la mujer antes que uno maquillado.
En los 60 la compañía de cosméticos Gala introdujo el lápiz de labios con un brillo muy suave. Más tarde, Max Factor creó un lápiz de labios denominado Strawberry Meringue (Merengue Fresa) que gozó de gran popularidad.
El color blanco fue popular en la década de 1960, poniéndose de moda gracias a grupos de rock como The Ronettes y The Shirelles.
Las mujeres que no se pintaban los labios eran consideradas lesbianas o se creía que padecían algún trastorno psicológico.
En los 70, el punk-rock puso de moda los labios violetas o negros para expresar su inconformidad.
Las feministas de los años setenta creían que el pintalabios era un utensilio creado por los hombres para marcarlas como un objeto sexual o mercancía, por lo que dejaron de usarlo.
En la década de los 90, los cosméticos facturaban más de 18.000 millones de dólares en Estados Unidos. Las empresas más grandes eran Revlon, Clinique, Max Factor, Cover Girl y Estee Lauder.
En el año 1995, Cosméticos MAC creó “Drag Queen Ru Paul“, el primer labial para hombres.
La toxicidad del lápiz labial no se circunscribe solamente a la antigüedad. Un estudio de 2007 encontró trazas de plomo en algunas barras de labios que superaban los límites establecidos por la ley.
Si tú barra de labios tiene un nivel de fijación muy alta puede deberse a un alto contenido en plomo. Para comprobarlo puedes hacer esta prueba: Pinta tu mano con el labial y pasa un anillo de oro por encima. Si el color del labial cambia a negro, es que contiene plomo.
Existe una “teoría del pintalabios”, descrita por Leonard Lauder, que describe los momentos más amargos en la economía mundial como los más adecuados para vender más lápices de labios. En vez de gastar en bienes de lujo como coches o elegantes abrigos, la gente prefiere comprar utensilios de lujo baratos, como pintalabios.
Se estima que una mujer puede llegar a consumir entre 1,8 a 2,7 Kilos de labial durante su vida al tocar sus labios con la lengua.
3 comentarios:
Un artículo estupendo, Raquel. Nos pintamos los labios de forma automática y no se nos ocurre pensar quién fue el que inventó la barra o cómo hacían antes para dar color a los labios. Lo del consumo me deja perpleja. Abrazos
Muy completa la entrada Raquel, y entretenida, llena de curiosidades que desconocía.
Para sentirse maquillada basta sólo con pintarte los labios, ¿verdad?
Una barra revolucionaria, sin duda, mira que ha dado de sí. El rojo siempre ha sido un color muy cuestionado. Me ha llamdo la atención lo de las egipcias y las escamas, que listas.
:)
Gracias a las dos por vuestros comentarios.
Llevar los labios pintados nos sube la autoestima, tiene mucho poder esta barra, y mucha historia.
Me alegro que os haya entretenido.
Publicar un comentario