Cuando una película comienza de forma tan desconcertante como ésta el espectador espera que en los minutos posteriores la incógnita se resuelva. Pero eso no sucede en “Siete almas”. Ese desconcierto inicial perdura durante buena parte de la cinta. Así, a lo largo de casi una hora van sucediéndose escenas que, al contrario de lo que se podría esperar, incrementan esa primera sensación de confusión. Esto puede tener dos consecuencias; que te aburras porque tu atención decaiga, o que tanta intriga despierte tu interés.
Personalmente a mi me costó mucho conectar con lo que estaba viendo, especialmente por la lentitud, y por el tono bajo y lineal. Tampoco ayudó mucho a mejorar mi impresión la fotografía; fría y deprimente. A esto hay que añadir la intensidad emocional de la película, buscada con intención y algo excesiva.
Si conseguí verla hasta el final fue porque me habían hablado muy bien de “Siete almas” y quería tener mi propia opinión sobre la película.
En los tiempos que corren, en esta sociedad tan incrédula, seguramente habrá gente que no se crea nada de lo que vea en la cinta. Es difícil valorar una película como ésta, tal vez haya que tener una sensibilidad especial para captar todas sus sutilezas.
Lo que es innegable es que Will Smith hace una interpretación sorprendente y conmovedora.
Quisiera hablar más sobre “Siete almas”, de hecho me ha costado más de lo que esperaba escribir estas líneas que comencé a redactar el pasado domingo, y que termino hoy con algo de dolor aún. Me caí en la escalera de casa y tengo el cuerpo dolorido y lleno de moretones, y el dedo meñique de mi mano izquierda algo morado e hinchado todavía. Estamos hechos de carne mala, como dice mi padre; estaría bien poder caer siempre de pie como los gatos, pero somos frágiles y nos rompemos fácilmente. No puedo escribir a la velocidad que me gustaría y se me quedan en el tintero muchas cosas. Sólo añadir que, aunque me decepcionó un poco, en líneas generales me parece una buena película.






