Seguro que a estas alturas te suena eso de
“relaxing cup of café con leche” que tanto ha dado qué hablar. La responsable
de este despropósito lingüístico tiene nombre y apellidos, Ana Botella, es
además la alcaldesa de Madrid, y antes se la conocía por ser la mujer de ese
señor bajito y con bigote que fue presidente de nuestro país y que tenía un
dominio de los idiomas muy parecido al
de su señora.
Esta frase fue escuchada en la presentación
de la candidatura a los juegos olímpicos de 2020. Ante, me imagino, los
estupefactos miembros de la asamblea del COI, Ana Botella intentaba vender
Madrid como la mejor opción haciendo gala de sus más bien escasas dotes para la
oratoria. Finalmente Japón se llevó el gato al agua, y Madrid fue eliminada por
tercera vez consecutiva.
Para el recuerdo quedará esta nueva decepción y sobre todo el ridículo
de Ana Botella y su exagerado discurso
que, aunque memorable por sobreactuado, no pasará a la historia por los motivos
correctos.
Esto me ha hecho recordar esos grandes
discursos de la historia de la humanidad.
La palabra es una herramienta poderosa,
ciertamente, pero como decía Voltaire, una palabra mal colocada estropea el más
bello pensamiento. Así que hay que tener cuidado con ellas, saber elegirlas,
medirlas, sopesarlas y mimarlas, porque puede que sin pretenderlo nos pase lo
mismo que a la señora Botella; una palabra fuera de sitio que eche por tierra
la mejor intención de nuestro discurso.
No les pasó lo mismo a los siguientes
personajes históricos. Sus palabras trascendieron y transformaron el mundo.
Encontrar un discurso a favor de la no
violencia más inspirador y contundente que el que dio Gandhi cuando fue acusado
de sedición en 1922 es prácticamente imposible. El 23 de marzo de 1922 fue condenado a seis años de cárcel por denunciar
la terrible situación humanitaria de millones de indios bajo el dominio del
Imperio Británico. En su alegato, Gandhi sometió al juez a una disyuntiva de
hierro: o le imponía la pena más dura o renunciaba. La India libre que tanto
ansiaba llegó en 1947. Sólo un año después, a los 78 años, un fanático lo
asesinó de tres disparos en el pecho en un jardín de Nueva Delhi.
De su extenso discurso rescato este párrafo:
Y ha sido un precioso privilegio para mí
poder escribir lo que escribí en los diversos artículos presentados como pruebas
en mi contra. En realidad, creo que he prestado un servicio a la India y a
Inglaterra al demostrar que la desobediencia es la forma de abandonar el estado
antinatural en el que ambas naciones viven. En mi modesta opinión, la
desobediencia al mal es un deber tanto como lo es la obediencia al bien. No
obstante, en el pasado, la desobediencia ha sido expresada, con deliberación,
en forma de violencia contra el perpetrador del mal. Mi cometido es el de
demostrar a mis compatriotas que la desobediencia violenta sólo multiplica el
mal y, puesto que el mal sólo puede sobrevivir gracias a la violencia, negarse
a apoyar el mal requiere el abandono incondicional de la violencia.
En la tarde del 7 de diciembre de 1941, el
presidente Roosevelt y su ayudante Harry Hopkins recibieron la llamada del
Secretario de Guerra Henry Stimson comunicándole el ataque a Pearl Harbor.
Después de reunirse con sus asesores militares el presidente redactó la
solicitud al Congreso para la declaración de guerra al Japón.
Después de corregir el borrador del
comunicado, reemplazando algunas frases y palabras, como la famosa "a date
which will live in infamy" en vez de la original "a date which will
live in world history", el 8 de diciembre a las 12:30 pm, Roosevelt se
dirigió al Congreso y a la nación, por radio, solicitando la declaración de
guerra.
Su discurso empezaba así:
Ayer, 7 de Diciembre de 1941, una fecha que
pervivirá en la infamia, los Estados Unidos de América fueron sorpresiva y
deliberadamente atacados por fuerzas navales y aéreas del Japón.
La respuesta del Congreso fue casi unánime,
excepto por la abstención de la representante de Montana la pacifista Jeanette
Rankin. A las 4 de la tarde Roosevelt firmó la declaración de guerra.
“I Have a Dream” fueron las palabras
pronunciadas por Martin Luther King el
28 de agosto de 1963 desde las escalinatas del Monumento a Lincoln. Fue uno de
los momentos culminantes de la lucha por los derechos civiles. Pero aunque el discurso
caló hondo no se hizo famoso hasta el asesinato del líder en 1968. Hace unas
semanas se cumplieron 50 años y aún hoy la fuerza de esas palabras sigue reverberando
en muchos corazones.
Dos párrafos son clave para entender la
magnificencia de aquel discurso:
Hace cien años, un gran estadounidense,
cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación.
Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza
para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita
injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de
cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años
después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la
segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro
vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad
material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la
sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a
pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño
profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y
vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades
son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de
Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños
de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de
Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la
opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día
en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los
rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo
gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los
negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir
sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos
y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán
cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán
nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada,
y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe
con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la
desesperanza una piedra de esperanza.
Debido a un chivatazo de la CIA, Nelson
Mandela fue arrestado en el año 1962 por inducir a la gente a hacer huelga y a
salir del país sin permiso, siendo condenado por estos cargos a 5 años de
prisión. Dos años más tarde el gobierno presentó cargos adicionales incluyendo
el sabotaje o la conspiración para hacer caer al gobierno, siendo condenado a
cadena perpetua. Antes de conocer su sentencia dijo unas palabras, entre las
que destacaron las siguientes: "He combatido la dominación blanca, y he
combatido la dominación negra. He buscado el ideal de una sociedad libre y
democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y en igualdad
de oportunidades. Es un ideal por el que espero poder vivir para verlo
realizado. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy preparado para
morir”.
El más famoso discurso del presidente fue pronunciado
en la Dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados en la ciudad de
Gettysburg (Pensilvania) el 19 de noviembre de 1863, cuatro meses y medio
después de la Batalla de Gettysburg durante la Guerra Civil Estadounidense.
Originariamente este discurso de Lincoln
era secundario respecto a los otros discursos del día, pero ha sido considerado
con posterioridad como uno de los más grandes discursos en la historia de la
humanidad. En el mismo se invocan los
principios de igualdad de los hombres consagrado en la Declaración de
Independencia, Lincoln redefinió la Guerra Civil como un nuevo nacimiento de la
libertad para los Estados Unidos y sus ciudadanos.
"Hace ocho décadas y siete años,
nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en
la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas
iguales.
Ahora estamos empeñados en una gran guerra
civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así
consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de
batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como
último lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta
nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal
cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no
podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los
valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí lo han consagrado ya muy
por encima de nuestro pobre poder de añadir o restarle algo. El mundo apenas
advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí decimos, pero nunca podrá
olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, los
que debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí
lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los
que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que,
de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la
causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que
resolvamos aquí, firmemente, que estos muertos no habrán dado su vida en vano.
Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que
el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la
Tierra. "