Fueron coetáneos, tuvieron éxito en lo que hicieron, pero la rivalidad los distanció
Las
dos levantaron de la nada un imperio de la cosmética multimillonario. De origen
humilde ambas, se profesaron una profunda antipatía que llegó al extremo de
robarse fórmulas para productos y técnicas publicitarias.
Helena
Rubinstein, polaca de nacimiento, y Elizabeth Arden, canadiense, abrieron en
Nueva York sus respetivos salones de belleza; y aunque les separaban pocas manzanas, jamás
llegaron a conocerse personalmente. Aún así su rivalidad se convirtió en
legendaria.
En
una ocasión, tras comunicarle que Elizabeth había estado a punto de perder un
dedo al darle de comer a uno de sus caballos, Helena comentó con maldad: “¿Y
qué le pasó al animal?”.
Helena se consagró al
trabajo.
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Rubinstein llegó a decir: "El trabajo ha sido mi mejor tratamiento de belleza. Mantiene a raya las arrugas, permite mantener joven el corazón y el espíritu. Ayuda a una mujer a conservar la juventud, y por supuesto, la vitalidad"
Aunque
eran mujeres muy diferentes, madame Rubinstein no utilizaba nunca sus
productos, mientras que miss Arden no salía de casa sin maquillaje, las dos
tuvieron muchos puntos en común. Divorciadas de sus primeros maridos, quienes
preferían tontear con sus empleadas que tratar con ellas, se casaron con dos
príncipes de título dudoso. Sus personalidades eran fuertes, tiránicas, solían hacer
llorar a sus empleadas, eran adictas al trabajo y a los tintes capilares, les obsesionaba el dinero y sentían
pasión por las joyas.
Helena
Rubinstein murió en 1965, a los 94 años, en la oficina a la que jamás dejó de
acudir cada día. Tres semanas más tarde, Arden, que paseaba frente a uno de los
salones de Rubinstein, exclamó con evidente tristeza: “¡Pobre Helena!”, aunque
su expresión era de triunfo, como afirmó más tarde uno de sus acompañantes.
Miss
Arden no le sobreviviría mucho; 18 meses después fallecería a los 82 años víctima
de una trombosis. Fue sepultada con un vestido de chiffon color rosa diseñado
por Oscar de la Renta.
Vivieron
por y para la electricidad. Nikola Tesla (1856-1943), nacido en Croacia, era
hijo de un pope ortodoxo que pensaba enchufarlo al sacerdocio. Pero cuando a
los diecisiete años se enfermó de cólera, su padre le prometió que si
sobrevivía lo dejaría estudiar en el Politécnico de Graz, y gracias a esa
providencial decisión, y a su curación, Tesla ofreció al mundo la corriente alterna, la radio, las redes de
alta tensión, el radar, el fax, el aire acondicionado, la luz fluorescente y
los misiles teleguiados. Además fue el precursor de la robótica y según la oficina
estadounidense de patentes inventó la radio, aunque el Nobel lo obtuvo Marconi.
Fue el primer hombre
en recibir señales de radio
procedentes
del espacio
exterior. |
Thomas
Alva Edison (1841-1931) nació en Ohio; además de empresario fue un prolífico
inventor; patentó más de 1000 inventos, como el fonógrafo, la lámpara
incandescente, o la corriente continua.
Los
dos se vieron enfrentados en lo que se llamó “La guerra de las corrientes”.
Después
de la Exposición Mundial de París en 1881 los nuevos sistemas de iluminación
eléctricos se convirtieron en el logro tecnológico más importante del mundo. La
demanda de electricidad pronto promovió la construcción de centrales eléctricas
más grandes que llevaran la energía a mayores distancias. El sistema de Edison, que utilizaba la corriente
continua (CC), era poco adecuado para responder a estas nuevas demandas. Sin
embargo lo que ofrecía Tesla, corriente alterna, respondía a la perfección; a diferencia de la CC, el
voltaje de la CA se puede elevar con un transformador para ser transportado
largas distancias con pocas pérdidas en forma de calor. Esto provocó que
Edison se alarmara ya que amenazaba sus
intereses en un campo que él mismo había creado. Para combatir la teoría de Tesla Edison realizó una campaña
para fomentar ante el público el peligro que corrían al utilizar la corriente
alterna, por lo que Harold P. Brown, un empleado de Thomas Edison contratado
para investigar la electrocución, desarrolló la silla eléctrica; en ella
electrocutó a perros, gatos y hasta un elefante (la elefante Topsy).
Para
neutralizar esta iniciativa de desprestigio, Nikola Tesla se expuso a una CA
que atravesó su cuerpo sin causarle ningún daño. Ante esta prueba, Edison nada
pudo hacer y su crédito quedó momentáneamente erosionado.
Durante
la Feria Mundial de Chicago de 1893, Tesla tuvo su gran oportunidad. Cuando la
iluminación de la Feria le fue adjudicada y Tesla pudo exhibir sus generadores
y motores de CA.
Más
tarde, la Niagara Falls Power Company encargó a Westinghouse el desarrollo de
su sistema de transmisión. Fue el final de la “guerra de las corrientes”.
Pero
su enemistad se remontaba tiempo atrás.
Tesla trabajó un tiempo con Edison mejorando los diseños de los
generadores de corriente continua. Edison registraba como propias varias patentes
que Tesla le brindaba, y además se
negaba a subirle el sueldo de 18 a 25 dólares a la semana. Sin embargo el
detonante de su antipatía ocurrió cuando
Edison se negó a pagarle los 50.000 dólares que le había prometido si realizaba
mejoras en sus generadores, aduciendo que se trató de una "broma
estadounidense".
Actrices
de éxito, hermanas y rivales. Olivia de Havilland y Joan Fontaine nunca se
llevaron bien. Desde pequeñas ya existía rivalidad entre ellas. Olivia, la
mayor, era la mimada de la familia, la guapa; Joan era la inteligente, el
patito feo que heredaba la ropa usada de su hermana. Fue su madre, una actriz
frustrada, quien más colaboró en la antipatía de ambas; mientras animó a Olivia
a dedicarse a la actuación, a Joan le prohibió terminantemente que siguiera los
pasos de su hermana, y hasta le impidió usar el apellido “De Havilland”. A Joan
no le quedó de otra que adoptar el apellido “Fontaine”, el apellido de su
padrastro, como nombre artístico mientras trataba de hacerse un hueco en
Hollywood.
Durante
la infancia las
peleas entre
las dos hermanas
eran frecuentes;
tan fuerte se
pegaban
que en una ocasión
Olivia llegó a
romperle la clavícula
a Joan.
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Olivia,
en cambio, ya había alcanzado cierto estatus gracias a las películas que hizo con Errol Flinn; con quien compartiría
cártel en nueve ocasiones.
La
gran oportunidad de Joan le llegó con “Rebeca” de Alfred Hitchcock, que le
proporcionaría su primera nominación a los Oscar. La de Olivia le vendría,
supuestamente, gracias a su hermana.
Joan
quería el papel de “Scarlett O´Hara” pero Selznick le ofreció el papel de
Melania. Joan lo rechazó diciéndole: “Si quieren a alguien para hacer de pava,
llamen a mi hermana Olivia”.
En
1941 las dos estaban nominadas al Oscar, ganó Joan por su interpretación en
“Sospecha”. Al ir a recoger el galardón pasó de largo de su hermana, que iba a
felicitarla; esto terminó de distanciarlas definitivamente. Olivia jamás le
perdonó lo que consideró una ofensa.
"No
me lo podía creer. De repente, volvieron todos los momentos de nuestra infancia
cuando ella se reía de mí, cuando quería demostrar que era mejor que yo, cuando
me rompió la clavícula. Le había ganado el Oscar y sabía que nunca me lo iba a
perdonar".
El
Oscar de su hermana le dio alas a Olivia para conseguir el suyo. Cinco años después
lo consiguió finalmente por “To Each His Own”. Y esta vez fue Olivia quien pasó
de largo de su hermana, que se había acercado con la mano extendida para felicitarla; al parecer
Joan había hecho unas declaraciones a la prensa sobre el marido de Olivia que
la habían enfurecido. Aquel gesto fue captado por las cámaras.
La
carrera de ambas fue paralela, pero la de Olivia fue más reconocida; fue cinco
veces nominada al Oscar, ganándolo en dos ocasiones.
Estuvieron
sin hablarse treinta años hasta la muerte de su madre en 1975, pero tampoco en
una ocasión como aquella la rivalidad de ambas quedó en segundo plano. Olivia
organizó una ceremonia pero Joan no asistió: según ella, su hermana no la
invitó; según Olivia, Joan se desentendió del asunto.
Y
a pesar de todo el tiempo transcurrido parece que ninguna de las dos tiene intención
de cambiar las cosas.
Joan
declaró hace poco: “Para mí Olivia es como si no existiese. Nos odiamos tanto
cuando éramos jóvenes que ahora hemos agotado la carga de odio y nos limitamos
a ignorarnos”
Fueron
dos grandes de la literatura y su tensa relación quedó como testimonio de lo
productivas e ingeniosas que pueden ser, a veces, las rivalidades enconadas.
Érase
un hombre a una nariz pegado… fue uno de los versos – el más famoso- que a modo
de cuchufleta le dedicó Quevedo a Góngora. Góngora tampoco se quedó atrás, y si
su nariz aguileña era el objetivo de la mofa de su archienemigo, los pies
zambos y la falta de vista de Quevedo le valieron a él para devolvérsela; así se
expresaba al respecto:
Anacreonte
español, no hay quien os tope,
Que
no diga con mucha cortesía,
Que
ya que vuestros pies son de elegía,
Que
vuestras suavidades son de arrope.
¿No
imitaréis al terenciano Lope,
Que
al de Belerofonte cada día
Sobre
zuecos de cómica poesía
Se
calza espuelas, y le da un galope?
Con
cuidado especial vuestros antojos
Dicen
que quieren traducir al griego,
No
habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos
un rato a mi ojo ciego,
Porque
a luz saque ciertos versos flojos,
Y
entenderéis cualquier gregüesco luego.
¿Que
cómo empezó este cruce de puyas en verso? Pues todo se originó por una cuestión
de estilo. Góngora era partidario del cultismo, Quevedo del conceptismo, y a
partir de estas diferencias, inicialmente literarias pero luego llevadas a un terreno
personal, surgió su rivalidad; una rivalidad que incluso llevo a Quevedo a
comprar la casa donde vivía Góngora en Madrid cuando esté se arruinó; y se dice
que lo primero que hizo al mudarse fue quemarle los libros que Góngora se dejó
allí.
Muy bueno el post. Lo de Joan y Olivia lo desconocía, siendo hermanas es más ilógico que los demás, pero dicen que si la envidia fuera tiña...
ResponderEliminarAbrazos
Eso mismo comentaba con mi hermana: la verdad es que entre hermanos siempre suele haber un poco de rivalidad sana, pero lo de estas dos es pasarse; se odiaban ya desde pequeñas y siguieron haciéndolo de adultas sin descanso y además con inquina.
ResponderEliminarla verdad es da un poco de miedo este tipo de rivalidades tan enquistadas.
Un abrazo Ligia :)
Que interesante esta entrada Raque. Creo que la competencia es buena porque te obliga a ser mejor es el caso de Arden y Rubistein. Lo que está mal es aprovecharse de los demás como Edison con Tesla, pobre hombre, que maltratado por la comunidad cientifica. Lo de Quevedo y Góngora se entiende un poco, a veces la mofa esconde admiración, sí, suena raro pero creo que sí. lo del caso de las hermanas es mas chocante porque es una "envidia" a todos los niveles, y suena patológico.
ResponderEliminarMuy buena entrada, me ha gustado mucho.
Besos
:D
Una gran entrada Raquel, muy interesante, aunque es curioso, que de las rivalidades muchas veces han salido grandes cosas, como fue el caso de las hermanas Joan y Olivia, que tras picarse entre si, las dos se llevaron sendos Oscars. Y lo de Tesla lo había oido y la verdad es que es una injusticia que luego los honores se los llevara Edison, en vez de él. Un abrazo,
ResponderEliminarGracias Anita :)
ResponderEliminarEn el caso de las dos "ladys" su rivalidad las ayudó a ser mejores, a avanzar; pero también utilizaban trucos sucios, se robaban las fórmulas, aunque en el fondo su enemistad parecía esconder un poco de admiración; ambas salieron adelante sin nada y construyeron empresas que les reportó mucho dinero, y en una época nada fácil para las mujeres.
Lo que hicieron con Tesla no tuvo nombre, pero Edison era más influyente en esa década y tenía dinero para comprar las patentes de sus competidores.
En el caso de Góngora y Quevedo es más bien un juego, o eso parece; una rivalidad a punta de pluma :)
Pero lo de las hermanas... vaya tela, si que se llevaban mal, peor que mal, y siguen en sus trece. Aunque es verdad que los lazos de sangre no siempre garantizan conectar o llevarse bien.
Un beso sister.
Gracias Nieves.
Eso es lo más interesante; la rivalidad de todos estos personajes tuvo buenos frutos, les ayudó a avanzar, a mejorar.
Pobre Tesla, al final murió sin que se le reconociera la radio como invento suyo; una gran injusticia lo que se cometió con él.
Un abrazo :)