27 de octubre de 2018

25 de octubre de 2018

Experiencias cercanas a la muerte



Pocos han regresado del más allá, pero los que lo han hecho coinciden en algo cuando se les pregunta por la experiencia: al momento de abandonar la vida vieron una luz al final de un túnel.  
Esta creencia, paso del umbral de la vida terrenal a la espiritual,  ha quedado grabada en el imaginario colectivo pues el cine, la literatura y el arte se han encargado de difundirla. Además parece responder a esa importante y misteriosa cuestión: ¿hay vida después de la muerte?
A mediados de los años setenta del pasado siglo los relatos de personas que habían pasado por un coma o experiencias cercanas a la muerte fueron muy populares. Sorprendentemente todas eran muy similares, pues los afectados describieron los mismos escenarios: observaron su cuerpo desde arriba, un túnel oscuro con una luz muy poderosa al final, y fueron visitados por seres queridos muertos
Kevin Nelson, neurofisiólogo de la Universidad de Kentucky,  investigó el tema y publicó “The Spiritual Doorway in the Brain”, en donde resuelve las dudas más frecuentes sobre las experiencias cercanas a la muerte (NDE, por sus siglas en inglés).  Aquí desmiente que suceda estando "clínicamente muertos" pues, según el experto, esto no es posible porque nadie puede regresar de la muerte. Cuando una persona sufre un paro cardíaco, el corazón se detiene y se pierde el flujo sanguíneo, pero la conciencia aún continúa por lo menos diez segundos más y el cerebro sigue funcionando hasta 30 minutos. Esto quiere decir que algunas neuronas siguen enviando impulsos eléctricos, que se traducen en información.


El neurólogo belga Steven Laureys opina que estas experiencias estarían causadas por el aumento de la actividad cerebral que se produce al dejar de latir el corazón; al parecer el trabajo neuronal crece considerablemente durante los instantes previos a la muerte, particularmente en la región temporoparietal.
Según Laureys es el cerebro humano el responsable de las asombrosas visiones y sensaciones que narran quienes estuvieron a punto de fallecer. Esto explicaría las similitudes que se encuentran en individuos de culturas completamente diferentes a la hora de describir su transición de la vida  a  la muerte.

S

Hay miles de casos de personas que narran su experiencia cercana a la muerte; una de ellas fue la actriz Elizabeth Taylor, quien en una operación experimentó algo increíble. Durante un lapso de tiempo en que sintió haber muerto cruzó un túnel hacia una luz brillante y que, una vez ocurrió esto, se encontró con el espíritu de Michael Todd, uno de sus ex esposos y su gran amor, que había muerto recientemente en un accidente aéreo. Durante este encuentro, Todd le dijo que debía volver. Elizabeth quería quedarse con él, pero Michael la empujó a volver a la vida porque tenía mucho trabajo y vida por delante. Justo entonces, Taylor “resucitó”. Elizabeth prefirió mantener esto en secreto durante mucho tiempo, ya que tras contarlo a los médicos, se dio cuenta de que sonaba realmente demente. Aún así, finalmente, decidió contarlo.

La luz brillante al final del túnel que algunas personas cercanas a la muerte describen puede ser consecuencia de una inundación de serotonina en el cerebro.

En EE. UU.  13 millones de personas han pasado por una experiencia cercana a la muerte, un 5 por ciento de la población.

Según algunos expertos durante la fase REM del sueño, algunas personas pueden tener experiencias parecidas a las que se viven cuando se está a punto de morir y hasta pueden llegar a sentirse flotando.

15 de octubre de 2018

Visitantes




Cuando por fin desperté mis pulmones recogieron con avidez el aire de la habitación. Una oscuridad impenetrable me rodeaba, sólo mi respiración agitada llenaba las esquinas de aquella estancia que parecía cernirse sobre mí.
Había estado sumergida en un sueño denso, como arenas movedizas, sintiendo que mi cuerpo no era mío, inmovilizada, ahogándome; y ahora que volvía a la vida sentía aún aquella presencia, cerca, desvaneciéndose en la tiniebla. 
¿Había sido un sueño, sólo un sueño? Entonces,  ¿por qué percibía aún el peso en mis brazos de aquellas  otras manos, el escalofrío de aquella otra respiración sobre mi rostro, y aquel  frío tan intenso enredado en mi cuerpo, trepando desde el abismo de mis pies?
Encendí la luz del flexo incorporándome en la cama. Con un susurro se disiparon todas las sombras. Fue un segundo, mucho menos que eso, pero allí le vi; un rostro, antes de disolverse entre las partículas de polvo del cuarto…

No se sabe a ciencia cierta qué son, si son reales o producto de una imaginación febril y exaltada, una leyenda urbana o una patraña, pero se les conoce como “los visitantes nocturnos”. Los visitantes nocturnos llegan en la noche y se sitúan al lado de la cama. Si la persona duerme acompañada a su acompañante lo inmovilizan, lo paralizan, de modo que no tome conciencia de lo que pasa. El objetivo de estos seres es experimentar con los seres humanos. Toman el cuerpo físico de la persona, o el etérico, (que es un cuerpo energético, idéntico al cuerpo físico) dejando este en la tierra, y proceden entonces a hacer experimentos.
Otros dan una explicación distinta a  este fenómeno que se da en el periodo de transición entre el estado de sueño y la vigilia, provocando una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario durante un corto tiempo, entre 1 a 3 minutos, esta incapacidad también es llamada “Parálisis Del Sueño”.
Hay algunos factores que favorecen este fenómeno, como son encontrarse bajo mucha presión o estrés; son seis las experiencias típicas que suceden durante el transcurso de esta parálisis:
1. Sensación de presencia
2. Presencia amenazante
3. Alucinaciones visuales
4. Alucinaciones auditivas
5. Alucinaciones táctiles
6. Dificultades respiratorias
Esta parálisis provoca una sensación de angustia y al no poder mover ni un músculo también provoca ansiedad, supuestamente al poder saber que se está en esta situación pudiendo escuchar e incluso ver todo alrededor nuestro comienzan las experiencias antes escritas.



Al estar en este estado, se comienza a tener la sensación de una presencia sin poderla corroborar sensorialmente, lo que nos provoca un estado de aprehensión y miedo, siendo común el sentirse observados, luego, al sentir lógicamente que la presencia es amenazante, se cae en un estado de terror, solo que este no es por temor a sufrir un daño físico, “Si no por creer que una maldad esta próxima a hacernos daño”.
Las alucinaciones visuales suelen conformarlas siluetas oscuras y sombras, que pueden incluso  tomar forma y moverse “pero estas suelen ser inconstantes, vagas e indefinidas”. En las alucinaciones auditivas se tiene la convicción de que los sonidos son reales, pueden ser entre susurros, sonidos mecánicos, ruido blanco y una gran variedad de otros sonidos, incluyendo voces y griteríos, pero estos “No tienen un mensaje identificable ni claro”.
Al parecer, entre las alucinaciones táctiles esta supuestamente la sensación de que alguien se sienta en la cama, que se hunde el colchón e incluso que hay contacto con las manos y otras partes del cuerpo “Sin provocar daño alguno”, y las dificultades respiratorias son la respuesta a la sensación de que alguien se sienta en el pecho de la persona, incluso puede sentirse una especie de estrangulación, “Estas percepciones pueden explicarse por la parálisis voluntaria de los músculos”.



Para muchos de los que lo experimentan la impresión es muy real, tanto que muchos  amanecen con marcas en su cuerpo. Quienes se han topado con ellos los describen como entes fantasmales. Al parecer, dormir boca arriba puede provocar este tipo de visitas indeseables. 

12 de octubre de 2018

5 leyendas negras de la historia del rock (1ª parte)


Led Zeppelin,  vicios a tutiplén



Si hay una banda de rock polémica esa es sin duda Led Zeppelin que experimentó allá por los años 70 toda clase de excesos, incluyendo drogas, sexo con menores, satanismo y hasta zoofilia. La banda británica, fundada en 1968, se había labrado fama de camorrista; legendarias eran sus borracheras, sus peleas y sus noches desenfrenadas, y los rumores que decían que a la banda le tiraba el tema del ocultismo, motivo por el cual se cuenta que entre las estrofas de algunas canciones como “Dazed & confused” o “Stairway to Heaven”  pueden encontrarse mensajes satánicos. Pero si hay un suceso que ha perseguido a la banda ese es el que tiene como protagonistas a una groupie pelirroja y a una pobre cría de tiburón, y sí, la historia está a la altura de perversión de una banda que le dio  dimensión a la palabra exceso.
Todo ocurrió en el verano loco de 1969, durante su gira más salvaje, en el momento álgido de fama, con miles de fans siguiéndoles los talones, y en el hotel Edgewater Inn de Seattle. Este hotel tiene una característica y es que desde sus habitaciones es posible pescar al encontrarse sobre un muelle. Así que el grupo estuvo pescando hasta que se aburrieron y decidieron pescar otra variedad, una femenina, muy joven, y con las hormonas pelín revolucionadas. La elegida fue Jackie, una groupie de 17 años. Corría el alcohol, claro, y supuestamente todo fue de mutuo acuerdo aunque se han dado muchas versiones. El caso es que la chica terminó siendo atada desnuda al cabecero de una cama mientras los chicos jugaban con uno de los peces que habían pescado aquella tarde, un pargo rojo para ser más exactos y no un tiburón como luego llegaría a transformarse con el tiempo. El manager del grupo, Richard Cole, que era incluso peor que los componentes de Led Zeppelin, cuenta divertido la anécdota que tuvo lugar a continuación en aquella habitación, y con pelos y señales relata a quien quiera oírle la forma bastante sádica en que la chica fue masturbada por el pobre pez. Disculpando los excesos de sus chicos, lo achaca al alcohol de más, al contexto; eran otros tiempos en que las groupies estaban allí, siempre disponibles e intercambiables, para satisfacer sus más bajos instintos. Convertida en un mito de la historia del rock, esta historia fue inmortalizada en una canción de Frank Zappa llamada “The Mud Shark”.

Cass Elliot y su última cena



Cass Elliot fue integrante y fundadora de The Mamas & the Papas y murió a los 32 años después de una noche gloriosa tras un concierto en el London Palladium. Cass siempre había destacado por su preciosa voz y por su sentido del humor; ella era el alma del grupo y la más carismática, pero sus problemas de sobrepeso, su alcoholismo y los celos entre los miembros de la banda supusieron el final de la misma. Cass empezó una carrera en solitario que apenas duró tres años, y que acabó con su prematura muerte un 29 de julio de 1974. Su muerte fue objeto de muchas especulaciones pero la que cobró más peso fue la que decía que la cantante había muerto asfixiada por un trozo del bocadillo que estaba cenando aquella noche; y es que en su habitación se había encontrado un sándwich a medio comer que dio pie a tales especulaciones. Lo cierto es que Cass Elliot murió de un fulminante ataque al corazón, seguramente por el estilo de vida que llevaba, su obesidad (pesaba más de 100 kilos para sus escasos 165 centímetros de estatura), y el estrés que padecía. Aún así fueron los medios de comunicación los responsables de que ese malicioso rumor se extendiera; el “Daily Express”, “The New York Times” y la revista “Rolling Stones” colocaron en titulares esta información basándose en las declaraciones del doctor Anthony Greenburgh que había dicho lo siguiente: “Por lo que vi al llegar al piso, parecía que había estado comiendo un bocadillo de jamón y bebiendo una Coca-Cola tumbada, algo muy peligroso. Esto habría sido especialmente peligroso para alguien como Cass, con sobrepeso y con una disposición a padecer un ataque al corazón. Parecía haberse atragantado con un bocadillo de jamón”.
Esta información fue errónea pero fue aprovechada por muchos para ridiculizar a Cass Elliot; su muerte se convirtió en un chiste, y su físico en objeto de crueles burlas. La última cena de Cass Elliot pasó a ser una de las más famosas de la historia de la música.

10 de octubre de 2018

Niños inquietantes del cine de terror

Una historia de miedo que se precie de serlo tiene que tener un personaje de estas características. Un niño, un tierno infante, una dulce criatura aparentemente angelical, con sus hoyuelos, sus ojos transparentes, su melena radiante, su carita de luna llena y sus intenciones a veces no tan bienintencionadas. Nada inquieta mas que  toparse con uno de ellos en medio de un pasillo anodino de un hotel con moqueta setentera.
Cuando algo no cuadra, no encaja, despierta recelos; por eso la imagen de un chiquillo en medio de un escenario de terror da tanto canguelo. Simbolizan la pureza corrompida, y en el género de terror suelen ser el vehículo perfecto para tocarnos en los miedos más profundos. Rostros angelicales que encierran verdaderos monstruos o rostros perturbadores y torturados que guardan secretos demasiado pesados. Así suelen ser las dos vertientes de estos personajes. Angelitos del mal o niños acosados por entes perversos. Desde la más famosa Linda Blair, poseída en El exorcista, pasando por el angustiado niño de El sexto sentido, hasta el más siniestro Malachi de Los niños del maíz, o la secuestrada Carol Anne de Poltergeist, todos ellos forman parte de lista de niños inquietantes del séptimo arte.