24 de enero de 2018

Enjoy the silence

España es el segundo país más ruidoso del mundo, por detrás de Japón. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) exponerse a un nivel de decibelios superior a 55 dB  es contraproducente y puede resultar dañino para la salud. En nuestro día a día estamos expuestos a unos niveles de ruido muy superiores a ese, pues ya sólo andar por una calle con tráfico nos lleva a los 75 dB.
Con el tiempo el silencio se ha convertido en un lujo. Nos hemos acostumbrado al ruido, es algo marcado en el ADN de los españoles, una característica que nos ha hecho famosos en el mundo. La acreditada idiosincrasia española. Hablamos alto, reímos alto, somos alborotadores por naturaleza y allá donde vayamos nos hacemos notar.  Y aunque esto no tiene que ser del todo malo, un exceso de ruido lleva acarreados algunos problemas graves como dificultades en el habla y problemas de concentración en los niños, dolores de cabeza, irritabilidad, insomnio, pérdida auditiva e incluso alteraciones psicológicas, digestivas y de la presión arterial.
Un exceso de ruido se lleva también la capacidad de imaginar, pues casi todas las actividades creativas necesitan de un ambiente propicio.



Aún así le tememos al silencio. Pues los hay que duelen, que son como una bofetada sin manos, sobre todo en el terreno sentimental. A veces hay silencios cobardes, otros que son un escudo para quienes sufren violencia de género pero no se atreven a confesarlo, o para quienes están siendo acosados en el colegio. Son pocos los que se atreven a silenciar sus teléfonos móviles, esclavos de la tecnología que nos impide estar un día entero con nosotros mismos. Para algunos el silencio es incómodo, y a otros les hace sentir solos.  Sin embargo se ha comprobado que el silencio es necesario para nuestro cerebro pues un exceso de estímulos puede dejar sin recursos a la corteza prefrontal, la que se encarga del razonamiento.
Si hace unas semanas hablábamos del beneficio mágico de la música, hoy no podemos obviar el del silencio; se ha demostrado que dos horas de silencio al día favorecen la creación de nuevas células en el hipocampo. El silencio repara nuestro cerebro y nos hace sentir regenerados y con las pilas cargadas.

Por eso, búscalo y disfrútalo. El silencio te ayudará a conocerte a ti mismo. 



16 de enero de 2018

Si los lunes son azules, ¿de qué color son los martes?

Hay fechas para todo y por supuesto hasta para elegir el día más triste del año; y cómo no, de todos los días de la semana los lunes son los que más manía despiertan. Para empezar porque vienen a continuación del fin de semana. El lunes es un aguafiestas, nos recuerda que tenemos que madrugar, volver a las obligaciones,  y si encima es un lunes en medio del mes de enero,  y viene frío, desapacible, antipático y gris se convierte matemáticamente en el más tristón.
Blue Monday es un invento reciente. En 2005 el psicólogo Cliff Arnall ideó una fórmula para calcular cuál es el peor día del año y llegó a la conclusión de que ese día era el tercer lunes de enero pues se juntaban varios factores; para empezar la tristeza que provoca el invierno y su clima,  los excesos navideños que nos pasan factura y además suele coincidir en ese instante en que dejamos a un lado los propósitos de año nuevo (hablé de lo poco que nos duran en este post) . En nuestro país a esto siempre se le ha llamado la cuesta de enero, pero tiene mucho más tirón su expresión en inglés, Blue Monday.



¿Por qué blue? Para los habitantes de habla inglesa la palabra “blue”, además de azul, significa “tristeza”. Feel blue, es un estado de melancolía que tiene que ver con  las fluctuaciones del ánimo. El azul es un color primario y de una gama fría. Sin embargo también es el color preferido de la mayoría de las personas, es elegante, sereno, se asocia a la inteligencia y concentración y fue elegido el color de la paz.
Los lunes pueden ser azules aunque vengan teñidos de gris, pero ¿de qué color son los martes?  Creo que estaría bien elegir un color para este día de la semana que al menos en nuestro país, tampoco es muy querido, pues su nombre proviene de la época romana y se consagraba a Marte, el dios de la guerra en la mitología latina; los martes se consideraban un día de mal agüero para emprender cualquier asunto importante, sobre todo si estaba asociado a un número en concreto, el temido trece.

Por todo ello creo que su color estaría en la gama de los colores cálidos, quizás un color caramelo, un ocre, o un tono tierra. Para mí, los martes de enero tienen estas tonalidades; la de un sol tibio que no llega a calentar demasiado, la del resplandor que arroja una vela sobre una pared, o ese color de las galletas recién horneadas… un color hogareño para esos días, como hoy, en que la climatología  sólo invita a estar al calor del hogar… 









10 de enero de 2018

La música cura

Dicen de ella que es la medicina del alma, y es verdad. La música tiene esa cualidad extraña, consigue modular tu estado de ánimo hasta transformarlo por completo. Cuando una canción te llega, te “toca”,  ya no te abandona. Puede que el tiempo cambie su significado, porque la música cambia contigo, adaptándose a tus nuevas medidas corporales y emocionales, pero una vez que ha sido capaz de remover tus sentimientos siempre formará parte de la banda sonora de tu vida. Siempre estará ahí, hibernando o presente. Es la música que te ha acompañado en las etapas de la vida, con la que reíste o te enamoraste, con la que lloraste, echaste de menos o te emocionaste. Música con la que incluso puedes viajar en el tiempo.
Hace un tiempo leí que la música puede aliviar el dolor de una enfermedad terminal, es capaz de recuperar recuerdos en los enfermos de alzheimer,  tiene un efecto increíble en los fetos dentro del vientre materno y favorece el aprendizaje y la memoria. La música cura.



Escribo estas líneas escuchando una de esas canciones, uno de los “hits” de mi vida. Su melodía me acuna, me hace sentir un poco de melancolía y mucho de nostalgia porque hay tanto de poesía en esta canción de Antonio Vega... Ese ser demasiado apasionado, cansado y frágil, que tenía el coeficiente de Albert Einstein y un talento de otro mundo.
Antonio Vega escribió está canción en un momento en que no se encontraba bien, y aún así consiguió arrancar de la guitarra estos  acordes llenos de belleza y sensibilidad. Porque así era él, se entregaba a todo con pasión, a la vida, a las drogas, pero sobre todo a la música.

Y yo sólo sé que hay momentos en que vuelvo al sitio de esta canción, el sitio de mi recreo, y me siento muy próxima a él, a su forma de rasgar las cuerdas, a susurrar esa melancolía que es capaz de llevarme hacía un lugar bañado por el sol, de espiga y deseo, de silencio, brisa y cordura, de nieve, huracán y abismos... 

 Y escucharla con los ojos cerrados... El sitio de mi recreo.

7 de enero de 2018



Algunas crónicas cuentan que Oscar Wilde estaba convencido de que, en un gran número de ocasiones, la gente no escuchaba cuando se les hablaba, por lo que para demostrarlo explicaba a sus conocidos la anécdota que le ocurrió el día que tuvo que asistir a una importante fiesta a la que llegó tarde.
Para justificar su tardanza ante la anfitriona, Wilde puso como excusa que se había demorado debido a que ‘había tenido que enterrar a una tía suya a la que acababa de matar’.
La dama sin inmutarse contestó al escritor irlandés:


«No se preocupe usted. Lo importante es que haya venido»