16 de febrero de 2014



Hay hechos que escapan de toda lógica. Hechos que nos dibujan en la cara una mueca de interrogación. Hechos como lo que ocurrió en 1518 en un lugar llamado Estrasburgo y a lo que se le dio el nombre de “la epidemia del baile”.
Esta rara fiebre, que afectó a cerca de 400 personas, fue una de las “epidemias” más extrañas de las que se tiene constancia.

Un soleado día de julio, en un pintoresco pueblecito de Francia, un grupo de personas comenzaron a bailar sin descanso durante días y, al cabo de aproximadamente un mes comenzaron a sufrir invalidez en las piernas, ataques epilépticos y a vomitar sangre. La mayoría murió como consecuencia de infartos, derrames y agotamiento.
Todo se desencadenó cuando una mujer llamada Frau Troffea comenzó a bailar descontroladamente en la calle. Así estuvo seis días. Durante ese trascurso de tiempo otras cuarenta personas se le habían unido. En un mes ya eran cuatrocientos los bailarines que había en las calles bailando compulsivamente hasta la muerte.

Mientras la epidemia se extendía, los nobles locales, preocupados por la situación, pidieron consejo a médicos de la región, los cuales descartaron la posibilidad de causas astrológicas o sobrenaturales, diagnosticando el problema como una "dolencia natural" causada por "sangre caliente". Sin embargo, en lugar de prescribir la sangría, las autoridades alentaron más el baile, en parte con la apertura de dos salones de baile: un mercado de grano y un escenario de madera en el lugar del fenómeno. Esto se hizo en la creencia de que los danzantes sólo se curarían si continuaban bailando día y noche. Para aumentar la efectividad de la cura, las autoridades llegaron a contratar músicos para mantener a las víctimas en movimiento.
Algunos de los que resistieron acabaron siendo llevados hasta una capilla cercana dedicada a San Vito. Santo venerado como salvador y auxiliador de enfermedades raras y al que muchos rezaban como último recurso, y que se convirtió en el patrón de los danzantes.
La popular expresión “tener el baile de San Vito o sambito”, proviene de estos hechos.

Nunca se conoció  el origen de este caso de “coreomanía”. Pero una teoría sugiere que el causante podría ser una sustancia química que habría alterado la psiquis de los danzarines; el cornezuelo, un hongo que contiene sustancias psicotrópicas y que se encuentra en el pan contaminado. Según otras hipótesis, pudo tratarse de un acto voluntario, una suerte de rito sectario. Sin embargo la suposición más factible  que se tiene es que la dolencia que afectó al pueblo fuera lo que se conoce en la actualidad como corea reumática o corea de Sydenham.
Sea así o no, lo cierto es que durante mucho tiempo este enigmático trance mantuvo perplejos a médicos y científicos que se afanaron por  resolver el misterio de lo que se conoció como de la epidemia de baile de Estrasburgo.




Grabado de Hendrik Hondius

2 de febrero de 2014

Extra Cine XLVI



American Hustle

Thriller político ambientado en los años 70 sobre un agente del FBI que investiga un caso en el que aparecen implicados algunos miembros del Congreso. El brillante estafador Irving Rosenfeld (Christian Bale) y su socia y amante, la seductora Sydney Prosser (Amy Adams) tienen que trabajar para el impetuoso agente del FBI Richie DiMaso (Bradley Cooper), que los obliga a infiltrarse en el peligroso mundo de los corredores de bolsa de Jersey.

Los actores están muy bien, sobre todo las chicas, pero esta no es una película brillante, aunque si buena y medianamente interesante. Su punto fuerte son las actuaciones del cuarteto protagonista que hacen a sus personajes tremendamente carismáticos, aunque con ayuda de la caracterización en los casos de Christian Bale y Bradley Cooper; ambos luciendo melenas frikis para darles ese aire patético que pedían sus histriónicos y exagerados personajes (Destaca en este apartado la cabeza permanentada y los bigudíes de Bradley). Aunque a decir verdad todos los personajes, hasta los más secundarios, están bien definidos.
La ambientación setentera está bastante lograda, sobre todo gracias al vestuario y la música. La banda sonora complementa a la perfección, con temazos de la época; suenan entre otros: Tom Jones, Donna Summer y los Bee Gees.  Tiene un punto de humor negro que le da un toque de pimienta, aunque en general su trama policíaca de corrupción,  estafadores y gánsteres es bastante light. Salvo en la escena que aparece Robert De Niro y el tenso diálogo en árabe que se marca. De Niro sale pocos minutos pero sin embargo su personaje consigue crear más expectación que cualquier otro; es el único personaje al que se le ve verdaderamente peligroso, un mafioso auténtico.
Sin embargo la trama se detiene demasiado en cosas accesorias y el interés se va perdiendo  aunque va remontando hacia ese final que, aunque previsible, es lo que suma puntos a la película; eso y la relación entre los personajes, y esa sensación de que nada es lo que parece, que todos intentan ocultar algo, o fingir algo; esa ambigüedad de los personajes que los guionistas han sabido explotar con mucho arte en la película. Aunque lo que le achaco es que no consigue crear ni situaciones ni escenas muy perdurables.  
Aún así American Hustle (La gran estafa americana) es una de las grandes favoritas de los premios Oscar del próximo 2 de marzo, con 10 nominaciones en las categorías de mejor director, mejor película, mejor actor y actor de reparto, mejor actriz y actriz de reparto, mejor guión original, mejor diseño de producción, mejor vestuario y mejor montaje. Es junto a Gravity, con 10 nominaciones también, la película más nominada.
Resultona. 6.7



Saving Mr. Banks (Al encuentro de Mr. Banks)

Durante catorce años, Walt Disney (Tom Hanks) intentó sin descanso que la escritora australiana P.L. Travers (Emma Thompson) le cediera los derechos cinematográficos de su primera y más popular novela, 'Mary Poppins', que finalmente fue llevada a la gran pantalla en 1964.

Soy renuente a ver películas que tratan sobre personajes reales, los llamados biopic. Pero en este caso, aunque la película de la que hablamos trata sobre personas reales que existieron y se hicieron famosas, la historia no se centra en sus vidas sino en sus obras, más concretamente en la odisea que fue para Walt Disney conseguir los derechos para llevar a la pantalla grande la novela “Mary Poppins” de la escritora P. L. Travers. Tanto se hizo de rogar la autora que Walt se lo tomó como un reto personal y no paró hasta que consiguió roer ese duro hueso.
Lo consiguió veinte años después de proponérselo y con un cuantioso cheque de por medio. Pero a pesar de la aprobación  de la escritora, el proceso para adaptar la novela no fue un camino de rosas. P. L. Travers tenía muchas condiciones  y exigencias. Por lo visto era una de esas personas de armas tomar, huraña e intratable, y los dos, Disney y Travers, chocaban constantemente; él le llegó incluso a prohibir la entrada a sus estudios.
El resultado final no gustó a la autora que durante el resto de sus días renegó fervientemente de la versión cinematográfica de su “Mary Poppins”, cerrando categóricamente las puertas  a una posible segunda parte.
La película traza dos líneas argumentales. Una en la que se relata mediante flashbacks la dura infancia de la escritora en Australia y todas las traumáticas vivencias que fueron el germen que hizo crecer “Mary Poppins” en su imaginación. Y otra que muestra la tensa relación que Walt Disney y su equipo tuvieron con ella. Todo ello endulzado convenientemente en este retrato autocomplaciente que firma Disney hablando de los entresijos de Disney. Las aristas de la historia se han limado cuidadosamente para resaltar sólo las anécdotas más divertidas o emotivas. Se ha rebajado la acidez, e incluso en los momentos más tensos la sensación que permanece no es tan amarga como podría ser; esta es una película para todos los púbicos.   
Si tuviera que describir la película en unas cuantas palabras diría que es chispeante, ágil, divertida y mágica; merito de su estupendo guión y de la química de los actores protagonistas. Imposible no mencionar a Emma Thompson, que se sale; sencillamente está genial. Por ella y por Tom Hanks ya vale la pena ver la película, pero es que a parte de los actores la cinta tiene más virtudes que hacen que valga la pena su visionado; una ambientación muy buena, una preciosa fotografía, unos secundarios notables, una destacable interpretación de Colin Farrell, y por supuesto la música.
La disfruté mucho y por eso la recomiendo. Muy buena. 7.7

La película sólo ha obtenido una nominación a los premios Oscar, a mejor banda sonora. Incomprensiblemente Emma no ha sido nominada ni tampoco su compañero Tom Hanks a pesar del genial trabajo que hace en “Capitán Phillips”.



La ladrona de libros

Narra la historia de una animosa y valerosa jovencita llamada Liesel, que transforma las vidas de todas las personas de su entorno cuando la envían a vivir con una familia de acogida en la Alemania de la II Guerra Mundial. Para Liesel, el poder de las palabras y de la imaginación se convierte en una forma de escapar de los tumultuosos eventos que la rodean, tanto a ella como a toda la gente que conoce y quiere.

Cómo no hacer una adaptación cinematográfica de un libro:
Sólo basta con quitar, despojar y sustraer todo lo que le hacía original y distinto y quedarse con lo más convencional y manido. Eso sí, subrayando los instantes emotivos y lacrimógenos en un intento de apelar a nuestro sentimentalismo.
Leí el libro por la película. Cuando vi el tráiler me llamó la atención, y cuando supe que se basaba en un libro lo busqué en la biblioteca. Tuve la suerte de encontrarlo.  Quería ver la película sin más influencia que la que yo misma había sacado de la lectura. El libro no me entusiasmó demasiado, tengo que admitirlo, aunque tiene algunas virtudes.
La historia de Markus Zusak, autor de la novela,  tiene un planteamiento original, pues la narradora es la propia muerte en el contexto histórico de la segunda guerra mundial. A pesar de lo que pueda parecer, no hay nada gratuito en el libro, no recurre a la pena. Es un libro que habla de guerra, muerte, nazis y judíos pero desde una perspectiva más superficial, menos cruda. Se intuye el horror, el horror que sobrevuela y acecha, pero sin ser éste el tema principal del libro.
En la novela de Zusak encontré muchas referencias a otros libros. En algunos momentos me recordó a “El principito” de Exupéry, aunque sin llegar a la calidad de esta obra, pero el tono o los dibujos de Max  pueden evocarlo ligeramente. Y también en algo a “El niño con el pijama de rayas”.  
No voy a decir que la esencia del libro no esté en la película, está, pero le han sustraído el alma. Lo peor es que las personalidades de los personajes se han simplificado mucho. El personaje de Max es el peor parado, seguido del de Liesel. Ella es la ladrona de libros y sin embargo esto no se ha plasmado bien. No se percibe el amor a los libros como si  se notaba en la novela.  Además algunas situaciones se resuelven demasiado rápido, torpemente, como cuando Hans, el padre adoptivo de Liesel, es reclutado a modo de castigo para ir a la guerra. Lo más decepcionante es que lo que hacía especial la relación entre Max y Liesel lo han borrado de un plumazo en la película; su regalo, sus charlas, su pasión compartida por las palabras… sobre todo las palabras.
Hay muchas cosas que están bien, se nota el esfuerzo y el dinero invertido. La fotografía, el vestuario, los decorados, la banda sonora, y los actores, pero no puedo dejar de sentir que todo eso se desaprovecha, y que el resultado final podría haber sido mucho mejor. Se queda en zona segura, en lo que sabe que como espectadores va a revolvernos (ese final), pero al no arriesgar lo que podía ser una historia memorable se queda en sosa. 6

Por cierto, su banda sonora, obra de John Williams, está nominada al Oscar.



El lobo de Walt Street

Empezando por el sueño americano hasta llegar a la codicia corporativa a finales de los ochenta, Jordan Belfort pasa de las acciones especulativas y la honradez al lanzamiento indiscriminado de empresas en bolsa y a la corrupción. Su enorme éxito y fortuna cuando tenía poco más de veinte años como fundador de la agencia bursátil Belfort le valió el mote de “El lobo de Wall Street”. Dinero, poder, mujeres, drogas… las tentaciones abundaban y el temor a la ley era irrelevante. Jordan y su manada de lobos consideraban que la discreción era una cualidad anticuada, nunca se conformaban con lo que tenían.

El lobo de Walt Street es la película más exagerada, ruidosa, frenética y loca que he visto en años.
Scorsese no podía hacerla de otra manera si quería plasmar fielmente la intensa vida de Jordan Belfort, ex broker y toda una joyita, que durante los años noventa  se dedicó a estafar a multitud de incautos seducidos por el dinero fácil.  Belfort fue un tiburón  despiadado con mucha labia y un sorprendente don para embaucar. Con lo robado a sus victimas, que fueron muchas, unas 1513 personas, llevó una vida de total descontrol, de juerga en juerga, drogado hasta las cejas las veinticuatro horas del día y sin ningún freno. No fue discreto precisamente. Ni él ni las casi 1000 hienas que agregó a su manada. El olor del dinero fresco les volvía locos, y legendarias eran las orgías y fiestas que esta piara de cerdos se daban a modo de homenaje día sí día también.
Belfort quería hacerse rico y poco le importaba conseguirlo engañando. Tampoco le importaba mucho ser pillado, como le ocurrió. Porque Belfort fue a la cárcel, y además fue condenado a indemnizar a sus estafados con 110 millones de dólares. Sin embargo sólo permaneció 22 meses en la cárcel y de la cuantiosa suma con la que debía recompensar a sus victimas sólo ha devuelto 10 millones. Y eso desde 2003, año en que salió la sentencia.
No es de extrañar que una historia tan jugosa como esta, una historia que el propio Belfort reprodujo en dos libros autobiográficos que le reportaron muchos beneficios, tentara a Martin Scorsese.
Y su apuesta no le ha salido nada mal. Por lo pronto la película está dando mucho que hablar. Está nominada en la categoría de mejor película, y su actor principal, Leonardo DiCaprio puede llevarse un Oscar a mejor actor como todo indica; ya se llevó el Globo de Oro. Martin Scorsese también podría conseguir uno a mejor director. Jonah Hill, otro a mejor actor secundario, e incluso redondear la noche llevándose un quinto Oscar en la categoría de mejor guión adaptado.
No sé si el 2 de Marzo será la noche Martin Scorsese y El lobo de Walt Street pero vaya pelotazo. Esta claro que lo polémico siempre vende. A mi personalmente las tres horas que dura la película me parecieron una pasada, de la raya y de rayas. Pero para pasada todo lo que se ve sin censura en la película. Película a veces vulgar, a veces escatológica, a veces grotesca, y casi siempre pasada de revoluciones. No es para todos los públicos, está claro. Y te diría que es difícil de llevar porque este fiestón continuo agota y aburre por reiterativo. Además muchas escenas resultan ofensivas.
Al final de todo no queda claro si es malo ser como este persuasivo lobo sin escrúpulos con maneras de telepredicador o si es mejor conducirse por la vida siendo honrado, porque la escena del agente del FBI volviendo en metro a su casa lo deja en el aire y nos da qué pensar, ciertamente. La postura del director en todo caso parece desvelarse precisamente en esta escena clave, al menos esta es la interpretación que yo saco. 6