Cuando Alemania invadió Polonia en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de Bienestar Social de Varsovia el cual llevaba los comedores comunitarios de la ciudad; donde trabajó incansablemente para aliviar el sufrimiento de miles de personas tanto judías como católicas. Gracias a ella, estos comedores no sólo proporcionaban comida para huérfanos, ancianos y pobres sino que además entregaban ropa, medicinas y dinero.
En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia, e Irena, horrorizada por las condiciones del lugar, se unió al Consejo para la Ayuda de Judíos, “Zegota”. Ella misma lo cuenta: "Conseguí, para mí y otras compañeras, identificaciones de la oficina sanitaria, que luchaba contra las enfermedades contagiosas. Como los nazis tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus, toleraban que los polacos controláramos el recinto."
Cuando visitaba el ghetto, Irena llevaba un brazalete con la estrella de David como signo de solidaridad. Pronto se puso en contacto con familias a las que ofreció sacar a sus hijos del ghetto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Lo único seguro era que los niños morirían si permanecían en él. Muchas madres y abuelas eran reticentes a entregar a sus niños, algo que resultó fatal para ellos. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las familias para intentar hacerles cambiar de opinión, se encontraban con que todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de exterminio.
A lo largo de un año y medio, hasta la evacuación del ghettto en el verano de 1942, consiguió rescatar a más de 2.500 niños por distintos medios: comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero pronto se valió de todo tipo de subterfugios que sirvieran para esconderlos: sacos, cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercancías, bolsas de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en una vía de escape.
Irena quería que estos niños pudieran recuperar en el futuro sus verdaderos nombres, sus historias personales y sus familias, e ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades.
Cuando los nazis supieron de sus actividades fue detenida por la Gestapo y llevada a la infame prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. Las lesiones de aquella tortura la dejarían postrada en una silla de ruedas.
El 20 de octubre de 1943, en un colchón de paja encontró una estampa de Jesucristo con la leyenda: “Jesús, en ti confío”, que conservó consigo hasta el año 1979, momento en que se la obsequió a Juan Pablo II.
Soportó la tortura y se negó a traicionar a sus colaboradores. Fue sentenciada a muerte. Mientras esperaba la ejecución, un soldado alemán se la llevó para un "interrogatorio adicional". Al salir, le gritó en polaco "¡Corra!". Al día siguiente halló su nombre en la lista de los polacos ejecutados. Los miembros de Zegota habían logrado detener la ejecución sobornando a los alemanes, e Irena continuó trabajando con una identidad falsa.
En 1943, durante el Levantamiento de Varsovia, colocó sus listas en dos frascos de vidrio y los enterró en el jardín de su vecina para asegurarse de que llegarían a las manos indicadas si ella moría. Al finalizar la guerra, Irena misma los desenterró y le entregó las notas al doctor Adolfo Berman, el primer presidente del Comité de salvamento de los judíos sobrevivientes. Lamentablemente la mayor parte de las familias de los niños había muerto en los campos de concentración nazis. En un principio los chicos que no tenían una familia adoptiva fueron cuidados en diferentes orfanatos y poco a poco se los envió a Palestina.
Los niños sólo conocían a Irena por su nombre clave "Jolanta". Pero años más tarde, cuando su foto salió en un periódico después de ser premiada por sus acciones humanitarias durante la guerra, un hombre la llamó por teléfono y le dijo: "Recuerdo su cara, usted es quien me sacó del Ghetto."
En 1965 la organización Yad Vashem de Jerusalén le otorgó el título de Justa entre las naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel.
En 2003 el presidente de la República, Aleksander Kwasniewski, le otorgó la más alta distinción civil de Polonia: la Orden del Águila Blanca.
En 2007 el gobierno de Polonia la presentó como candidata para el premio Nobel de la Paz por su fuerza, convicción y valor asombroso frente a un mal de una naturaleza extraordinaria. Pero finalmente el galardón le fue concedido a Al Gore.
Falleció en Varsovia, el 12 de mayo de 2008 a los 98 años de edad.
"No se plantan semillas de comida, se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un circulo de bondades, estas las rodearán y las harán crecer mas y mas"
Desde que me enteré de lo que habái hecho, casi seguro que en la fecha de su muerte... admiro a esta mujer. Es una gran entrada con muy buena información :) No sabía todo lo que dices y me ha gustado poder saberlo. Ojalá le hubieran dado el premio Nobel. Si no se lo merece ella, ya me dirán quién se lo merece... Hay que tener mucho valor para hacer lo que hizo. Y además, ha tenido que estar la mayoría de su vida en una silla de ruedas por ello. Tuvo que "pagar" por el bien que hizo. Vida injusta, vida cruel.
ResponderEliminarEs una mujer admirable :)
"Fui educada en la creencia de que una persona necesitada debe ser ayudada de corazón, sin mirar su religión o su nacionalidad." Ojalá pensarán todos así, porque es como debe ser.
Un beso ^^
Ufff Raquel recordar a esta mujer es que te pone los pelos de punta... Ella y gente como ella deberían ser siempre la estela de una humanidad que se pierde tan frecuentemente.
ResponderEliminar¡Fantástico trabajo el que has hecho!
Besitos
Que historia mas bonita, que buena persona, se veía en su cara. Tenía pinta de abuelita achuchable, ¿verdad? Cuando alguien tiene el don de la bondad lo trasmite, eso parece.
ResponderEliminar"Quien salva una vida salva al mundo entero" La verdad es que fue muy valiente, seguro que pasó mucho miedo y mucho dolor, que rabia lo que le hicieron. Pero ella sólo pensaba en los niños y en que mas tarde recuperaran su nombre y su familia. Seguro que nunca pensó en premios, eso era lo de menos, lo que cuenta es lo que hizo y todos esas personas y generaciones que tienen que estarle agradecida.
Un ángel de los de verdad.
Un beso, me ha encantado leer sobre Jolanta.
:)
Paz hermana, jaja.
Una vez más, nos traes a colación historias de las que siempre hemos de tener en mente.
ResponderEliminarSaludos,
Alejo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente entrada, Raquel.
ResponderEliminarMenos mal que al final se hizo justicia con esta enorme y maravillosa mujer, y el Nobel se le entregó a Algore.
¿A que dan ganas de tirarse al mar?
Tienes un regalo en mi blog :)
ResponderEliminarAunque ya lo digo en la entrada... en Pequeña Carolina, utilicé un tipo de letra poco usual para publicarla, pero que me parecía bonita y adecuada... y para que se viera a un tamaño normal publicada, hacía falta poner el tamaño muy grande al escribirla. No me di cuenta de que no vería nadie o casi nadie lo que yo pretendía que vieráis porque no tenéis ese tipo de fuente. Por lo que, la letra se ha visto realmente enorme durante estos días, e incluso yo diría que incómoda para leer, y me di cuenta hace un par de días. Así que lo he cambiado.
Un beso :)
Me pasó lo mismo. Cuando supe la historia de Jolanta me impresionó su fortaleza, su generosidad. Tenía una deuda con ella, porque desde hace mucho tiempo tenía pendiente hablar de ella en este blog. Etoy de acuerdo en que ella merecía llevarse el premio Nobel, pero la politica es la politica.
ResponderEliminarPor cierto he visto tu regalo, gracias.
Un beso :)
Gracias Miguel.
Un beso :)
Tienes razón, la cara es el espejo del alma y sólo hay que mirar esa cara para darse cuenta de toda la bondad que tenía. Sí, es cierto, su premio ya lo tuvo, fue salvar a todos esos niños y hacer todo el bien que pudo.
Un beso grande, y paz para ti también :)
Gracias Alejo, me alegra que te guste la entrada.
Un saludo.
Zhivago dichosos los ojos, ¡cuánto tiempo!
Sí, puede que tengas razón en lo que dices, pero es una pena que gente buena de corazón, que hizo tanto por los demás no tenga un premio que se merecía más que nadie. Ya se sabe como son estas cosas, politiqueo barato.
Un saludo :)