¡Todo pasa! Tal es el estribillo de los que han bebido de la fuente de la vida, boca al chorro, de los que han gustado del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal...
Llevo unos días inquieta, desubicada, registrando cajones y hojeando viejos apuntes sin centrar mi atención nada. El motivo, el dolor; bueno para ser más exacta la molestia de haber perdido una muela. Encontré este fragmento de “Niebla” de Miguel de Unamuno en un viejo CD. Por alguna razón desconocida para mi este pequeño fragmento me dice muchas cosas, me llega al corazón. Además, me hizo olvidar mi nuevo “vacio”, porque todo pasa, y en realidad podría ser peor, mira sino al pobre Augusto Pérez. Con la misma desesperación que él, grito: ¡Quiero ser yo! ¡Quiero vivir… sin dolor! Pero entiendo que eso es imposible, la vida es sueño, pero también tiene su cuota de dolor, de dolor inevitable, y me toca resignarme, en realidad todo pasa.
“Cayó a mis pies de hinojos. Suplicante y exclamando:
- ¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!
-¡No puede ser, pobre Augusto- le dije cogiéndole una mano y levantándole_, no puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable: no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se me olvida que pasó por tu mente la idea de matarme…
-Pero si yo, don Miguel…
- No importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes por matarme tú.
-Pero, ¿no quedamos en que…?
-No puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no puedo volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida…
- Pero…por Dios…
-No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!
-¿Conque no, eh? –me dijo-, ¿con que no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme. ¿Conque no lo quiere? , ¿Conque he de morir entre la ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió… ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, si, se morirá aunque no lo quiera; se morirá usted y morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! ¡Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su victima…
- ¿Victima?-exclamé.
- ¡Victima, si! ¡Crearme para dejarme morir! ¡Usted también se morirá! El que crea se crea y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues!
Este supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado al pobre Augusto.
Y le empujé a la puerta, por la que salió cabizbajo. Luego se tanteó como si dudase de su propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.”
- ¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!
-¡No puede ser, pobre Augusto- le dije cogiéndole una mano y levantándole_, no puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable: no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se me olvida que pasó por tu mente la idea de matarme…
-Pero si yo, don Miguel…
- No importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes por matarme tú.
-Pero, ¿no quedamos en que…?
-No puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no puedo volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida…
- Pero…por Dios…
-No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!
-¿Conque no, eh? –me dijo-, ¿con que no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme. ¿Conque no lo quiere? , ¿Conque he de morir entre la ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió… ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, si, se morirá aunque no lo quiera; se morirá usted y morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! ¡Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su victima…
- ¿Victima?-exclamé.
- ¡Victima, si! ¡Crearme para dejarme morir! ¡Usted también se morirá! El que crea se crea y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues!
Este supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado al pobre Augusto.
Y le empujé a la puerta, por la que salió cabizbajo. Luego se tanteó como si dudase de su propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.”
Miguel de Unamuno