Viajar abre la mente. Es una experiencia que enriquece, que derriba prejuicios, fronteras,
ideas preconcebidas, y que en el mejor de los casos puede cambiarnos para
siempre. Ya lo dijo Mark Twain, quien recomendaba este ejercicio contra la
intolerancia y la estrechez mental, y también Antoine de Saint-Exupéry, autor
de El principito y viajero incansable, quien decía que el que viaja feliz viaja
ligero porque para ello sólo se necesita voluntad y poco más, y el Dalai Lama, que
recomienda visitar una vez al año un lugar en el que no hayas estado nunca.
Viajar es una experiencia vital y así ha quedado reflejado
en miles de cuadernos y bitácoras de viajeros ilustres que recorrieron mundo y
a los que el gusanillo viajero se les metió bajo la piel para no abandonarles
nunca. Viajar es aprender y sobre todo estar dispuesto a hacerlo, y por el
camino permitirte vivir sólo el presente conociéndote a ti mismo. Pero el
hábito de viajar ha creado una nueva raza que poco tiene que ver con todo esto,
el turista.
El turista, así en general, no quiere vivir una experiencia
vital, quiere alojarse en un resort con todo incluido, tirarse horas al sol y
sacar muchas fotos; y es este tipo de turismo de masas el que está poniendo en
riesgo la sostenibilidad de nuestro planeta.
Sobreexplotación, contaminación, pérdida de identidad, reducción
de hábitats naturales y extinción de especies son algunas de las consecuencias
de esta actividad descontrolada.
Hace poco más de sesenta años se producían unos 25 millones
de desplazamientos al año, pero hoy en día la cifra es asombrosa y alarmante, pues
alcanza los 1200 millones, lo que convierte al turismo en el negocio más
productivo al generar el 10% de la riqueza mundial.
En España es el sector que más crece y por lo tanto el que
más empleo crea. En el 2013 nuestro país recibió 60 millones de visitantes y
pasó a 82 en sólo seis años; un ritmo insostenible, pues el turismo que recibe
nuestro país no es precisamente rentable ni de calidad. Basado en el típico
reclamo de “sol y playa”, los turistas que abarrotan nuestras costas e islas gastan
poco dinero, y debido a la competitividad del sector se apuesta por la
masificación. Cuantos más mejor. Cuanto más barato mejor. Lo que en las regiones que reciben este tipo de turismo ha generado recelos y animadversión, pues se sienten invadidos por esta plaga que,
desgraciadamente en muchos casos, no se comportan con el debido civismo.
Algunos de los lugares que están sufriendo esta plaga son:
Europaland
Amsterdam, París,
Barcelona, Roma o Venecia son algunas de las ciudades europeas que peor llevan
la presión turística. Este año los habitantes de Venecia se plantaron frente a
la invasión que está poniendo en riesgo uno de los lugares más bonitos del
mundo, pues recibe más turistas de los que puede soportar, cerca de 28
millones, lo que genera colas interminables, aumento del coste de vida para los
locales e impacto ambiental por los enormes cruceros que navegan cerca de los
míticos canales.
Bali, un paraíso contaminado
El crecimiento desbordante de turistas ha propiciado
la deforestación de la región. En los terrenos ganados se elevan enormes construcciones
hoteleras, pero la falta de infraestructuras y canalizaciones adecuadas para la
eliminación de los residuos generados por esta actividad pone en riesgo las paradisíacas playas que acumulan toneladas de basuras y plásticos que son
arrojadas al mar, provocando la muerte de especies marinas.
Everest, hora punta en la montaña más alta del mundo
No todo el que se lo propone lo consigue pero cada vez
son más los y las que se ponen como meta alcanzar la cima del Everest lo que se
traduce en un hecho insólito, largas filas de personas en procesión ascendiendo
por una de las montañas más peligrosas y extremas del planeta. A un módico
precio, que suele oscilar de entre los 10.000 y 50.000 euros por cabeza, cualquiera puede
intentarlo aunque el riesgo se traduzca en perder la propia vida. A pesar de
que muchos escaladores expertos han exigido un mayor control en la zona,
Nepal ha hecho oídos sordos. Parece que
los millones de dólares que se embolsa al año gracias a la inconsciencia de
algunos tienen algo que ver en ello.
La muralla china, patrimonio de la multitud
China es, además de uno de los países más poblados, una
potencia emergente que se ha convertido también en el principal emisor de
turistas del mundo. A si mismo China tiene uno de los principales atractivos
que atraen visitantes, La Gran Muralla China, que es visitada por 18 millones
de personas al año. En 2014 se registró un récord histórico el día Nacional de
la República Popular China, que se celebra el uno de Octubre, acudieron a ella
nada menos que 8 millones de personas. Hay otras dos fechas en que posiblemente
te encuentres entre una multitud parecida si decides viajar a la muralla que
son el día de año nuevo y el día del trabajador.
Playas de Tailandia, abarrotadas.
Phuket o Phi Phi son playas de postal, de esas que el
cine y la publicidad ha retratado infinidad de veces. Arena blanca y fina,
aguas turquesas y cristalinas, cielos resplandecientes y un entorno idílico para
disfrutar sin prisa. Sin embargo la realidad es otra. Miles de turistas
abarrotan cada centímetro cuadrado, la masificación que sufre Tailandia está
poniendo en peligro el frágil ecosistema del archipiélago, en donde desaparecen
selvas para construir hoteles y la barrera de coral está muy dañada por las
lanchas cargadas de turistas que lo surcan cada día. Para evitar que este
paraíso siga deteriorándose se ha limitado el acceso a algunos de estos
enclaves, como a la playa May Bay, que
cerrará cinco meses al año.