Han pasado siete años desde que “El regreso de la momia” se estrenara, y nada ha cambiado; bueno casi nada. La tumba del Emperador Dragón sigue la misma línea de sus predecesoras. Si algo funciona para qué cambiarlo…
Lo malo es que esta tercera parte carece de la frescura de La Momia; la primera pelí de la saga y, con justicia, la mejor de las tres.
En esta ocasión la acción se traslada a China. El nuevo malo, Qin Shi Huang – tirano en toda regla, y considerado el unificador de China-, está interpretado por el especialista en artes marciales Jet Li. Como malo lo único que se puede decir de él es que se limita a figurar, y nunca mejor dicho. Al contrario que sucedía en las primeras películas, este malo no es atractivo. Jet Li no consigue aproximarse al carisma que Arnold Vosloo supo darle a su personaje de Imhotep.
La bella Michelle Yeoh es Zijuan, hechicera y guardiana de la fuente de la vida, que por amor, como no podía ser de otra manera, condenará al emperador Dragón y a su poderoso ejército a una no existencia. Michelle sube considerablemente el nivel de la película, y hasta me atrevo a decir que gracias a ella y a su personaje la cinta consigue ser menos mala de lo que es.Uno de los aciertos es su escenificación. Tanto en la primera parte de la película (cuando se cuenta la historia del emperador Dragón), como en la segunda parte (en la China de los años 40), los escenarios son impresionantes.
De sus fallos…bueno es mejor verlos. Porque a pesar de ese malo tan inexpresivo, de lo trillado de la trama, de esos yetis que aparecen tan oportunamente, de parecerse cada más a una mala copia de Indiana Jones, de esa momia que no es momia sino estatuilla y dragón de tres cabezas, de lo cansado que se ve a Brendan Fraser, de que el personaje de Eve O´Connell haya ido perdiendo carisma en cada nueva entrega hasta quedarse en nada, de que los chistes ya no tengan gracia, de…bueno a pesar de todo eso “La tumba del Emperador Dragón” cumple con su cometido: entretener sin complicarse demasiado.
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