21 de marzo de 2021

La vida es toda memoria

 

“Has it ever struck you that life is all memory, except for the one present moment that goes by you so quick you hardly catch it going?”

“La vida es toda memoria excepto por el momento presente que pasa tan rápido que apenas lo ves irse”. 

Tennessee Williams

 

  El camino le alejaba de todo lo que una vez fue, le alejaba de su casa, de su madre, de su hermano, de su niñez hasta ahora plácida, esa placidez que sólo conoces en la infancia, que no vuelves a encontrar por mucho que la busques.

  Aquel viaje sin rumbo era el inicio de una nueva existencia, y sentado allí en el asiento del copiloto, mirando por la ventanilla un paisaje repetitivo  que no dejaba ninguna impresión en su cerebro, su mente volaba hacia lo desconocido. Era una sensación extraña, como si todo su ser, todo su cuerpo, supiera que  no volvería a ser el mismo; que ya no volvería a sentirse dentro de aquella burbuja, protegido, a salvo.

  Ante si se desplegaba otra vida, llena de incertidumbre, de soledad y de recuerdos.

  Nadie le había preparado para aquello. Nadie le había preparado para la perdida. Y ahora, cuando recordaba su existencia pasada, sentía que no era él, que nunca fue aquel niño feliz que jugaba en los árboles,  que corría sin motivo y sonreía al sol tumbado boca arriba en el prado verde frente a su casa. ¿Cómo podía respirar así aquel niño, como podía reírse a carcajadas hasta sentir sus costillas doloridas; cómo podía aquel niño dormirse en el porche, exhausto, con la sangre aún hormigueando por sus venas?

  Ya no miraba igual, sus ojos habían cambiado, y su padre, que conducía en silencio a su lado, se había dado cuenta.  Como también se había percatado del abismo que se había interpuesto entre los dos, y de que su presencia se había hecho de pronto más rotunda. Su hijo estaba ahora en el mundo, reclamando su lugar, buscando su hueco en él. En un abrir y cerrar de ojos había dejado de ser aquel muchacho de andar ligero y sonrisa espontánea para convertirse en el hombre taciturno que tenía al lado. Como un pinchazo en el pecho sintió también la perdida como la había sentido su hijo. Sin saber cómo, ni cuándo, el tiempo de los dos había pasado, y seguía escapándose fugaz a medida que avanzaban por aquella interminable carretera con destino incierto. Ambos sabían que al final de aquel viaje jamás volverían a verse.



19 de marzo de 2021

Ayer

 Ayer siempre trae notas tristes a mi cerebro, como si esa sola palabra pudiera evocar y concentrar lo que significa el paso del tiempo cuando el tiempo es un tormento. Porque aunque vivir es un regalo no siempre es un tiempo feliz, no siempre deja un aprendizaje, no siempre cura. A veces sentir que dejamos atrás una parte de nosotros que no volverá nos empuja al abismo de esa emoción que se enreda en la garganta, que ensombrece la mirada, que hace que nos pese el alma. Ayer es aprender a soltar, a dejar fluir las cosas como lo hace un río que se lleva lo malo pero también lo que fuimos, lo que sentimos, lo que anhelamos, lo que vino a transformarnos. Ayer es un tiempo pretérito de huella profunda en el presente; sin él no tenemos futuro, sin él estaríamos siempre a merced de la incertidumbre. Lo bueno del ayer es que deja una estela, que hace costumbres y crea rutinas, que marca el sendero, conforma un mapa para no perdernos en el inédito presente. Lo bueno del ayer es que nos enseña que si pasamos mucho tiempo evocando lo que una vez fue nos perdemos lo que ocurre ahora. Y ahora es una palabra redonda, abierta, a la que tenemos que entregarnos sin paracaídas. El ahora tiene oportunidades, el ayer sólo nostalgias. El ahora puede convertirte en algo que no puedes ni imaginar, el ayer en una sombra que se apaga recordando lo que una vez fue y ya no será más. El ahora es la luz de un nuevo día, el ayer la última oscuridad antes del crepúsculo. Ayer es inamovible, ahora es movimiento. Y aunque suene tentador pararse a contemplar el pasado lo que cuenta es el ahora...